viernes, 28 de febrero de 2014

CURSILLOS: EN LA LÍNEA DEL SER, NO DEL HACER

¿EL MARIDO PUEDE REPUDIAR A LA MUJER?



La pregunta de los fariseos: “¿el marido puede repudiar a la mujer?”, es maliciosa. Pretende poner a prueba a Jesús. Si la pregunta es “¿Es lícito a un marido repudiar a su mujer?”, es señal de que Jesús tenía una opinión diferente, pues de lo contrario los fariseos no irían a interrogarlo sobre este asunto. No preguntan si es lícito que una esposa repudie a su marido. Esto no les pasa por la cabeza. Signo claro del fuerte dominio machista y de la marginación de la mujer en la sociedad de aquel tiempo.

En vez de responder, Jesús pregunta: “¿Qué dice la ley de Moisés?” La ley permitía al hombre escribir una carta de divorcio y repudiar a la mujer. El hombre podía repudiar a la mujer, pero la mujer no tenía este mismo derecho. Jesús explica que Moisés actuó así por la dureza de corazón de la gente, pero la intención de Dios era otra, cuando creó al ser humano. Jesús vuelve al proyecto del Creador y niega al hombre el derecho de repudiar a su mujer. Quita el privilegio del hombre ante la mujer y pide el máximo de igualdad entre los dos.
Se trata como nos pedía el Papa Francisco al iniciar el consistorio extraordinario de la familia descubrir la belleza y toda la verdad de ella.

Comentarios realizados por: Vicente Domínguez Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
cursillosdecristiandad.es

COMO ACOSTUMBRABA, LES ENSEÑABA



Hoy, Señor, quisiera hacer un rato de oración para agradecerte tu enseñanza. Tú enseñabas con autoridad y lo hacías siempre que te dejábamos, aprovechabas todas las ocasiones: ¡claro!, lo entiendo, Señor, tu misión básica era transmitir la Palabra del Padre. Y lo hiciste.

—Hoy, “colgado” en Internet te digo: Háblame, que quiero hacer un rato de oración como fiel discípulo. Primero, quisiera pedirte capacidad para aprender lo que enseñas y, segundo, saber enseñarlo. Reconozco que es muy fácil caer en el error de hacerte decir cosas que Tú no has dicho y, con osadía malévola, intento que Tú digas aquello que a mí me gusta. Reconozco que quizá soy más duro de corazón que aquellos oyentes.

—Yo conozco tu Evangelio, el Magisterio de la Iglesia, el Catecismo, y recuerdo aquellas palabras del papa Juan Pablo II en la Carta a las Familias: «El proyecto del utilitarismo asentado en una libertad orientada según el sentido individualista, es decir, una libertad vacía de responsabilidad, es el constitutivo de la antítesis del amor». Señor, rompe mi corazón deseoso de felicidad utilitarista y hazme entrar dentro de tu verdad divina, que tanto necesito.

—En este lugar de mirada, como desde la cima de la cordillera, comprendo que Tú digas que el amor matrimonial es definitivo, que el adulterio —además de ser pecado como toda ofensa grave hecha a ti, que eres el Señor de la Vida y del Amor— es un camino errado hacia la felicidad: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla» (Mc 10,11).

—Recuerdo a un joven que decía: «Mossèn el pecado promete mucho, no da nada y lo roba todo». Que te entienda, buen Jesús, y que lo sepa explicar: Aquello que Tú has unido, el hombre no lo puede separar (cf. Mc 10,9). Fuera de aquí, fuera de tus caminos, no encontraré la auténtica felicidad. ¡Jesús, enséñame de nuevo!

Gracias, Jesús, soy duro de corazón, pero sé que tienes razón.

miércoles, 26 de febrero de 2014

OREMOS POR LOS FRUTOS DE LA VISITA AD LIMINA

Oremos por los frutos de la Visita Ad Limina Apostolorum


Un total de 83 obispos realizarán la Visita Ad Limina Apostolorum desde hoy día 24 de febrero al 8 de marzo. Los obispos viajan a Roma en dos grupos, el primero del 24 de febrero al 3 de marzo (44 obispos, entre los que se encuentra el Obispo de Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig Pla) y el segundo, del 3 al 8 de marzo (39 obispos). Monseñor Reig Pla será recibido en audiencia privada por el Santo Padre el Papa Francisco, junto con los Obispos de las Provincias Eclesiásticas de Madrid y Valencia, el viernes 28 de febrero por la mañana.

El lunes 3 de marzo tendrá lugar la Audiencia con el Santo Padre de toda la Conferencia Episcopal Española (CEE). Están previstas unas palabras del Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Cardenal Rouco Varela, y un discurso del Papa Francisco a los obispos españoles. Durante la Visita, los obispos tendrán ocasión también para encontrarse con los responsables de los distintos Dicasterios de la Curia Romana.

La última Visita Ad Limina tuvo lugar del 17 de enero al 6 de marzo de 2005. No pudo completarse, debido al empeoramiento de la salud del Papa Juan Pablo II.

Durante su pontificado, Benedicto XVI viajó tres veces a España (2006, 2010 y 2011) y no se realizó ninguna Visita Ad Limina de los obispos españoles.

Origen y objetivos de la Visita

Los orígenes históricos de la Visita Ad Limina datan del siglo IV, aunque fue el Papa Sixto V en 1585 quien la institucionalizó y dispuso de modo más sistemático. En la actualidad, la Visita se define y precisa en los cánones 399 y 400 del Código de Derecho Canónico. Según esta legislación de la Iglesia, los Obispos diocesanos deben visitar las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo, encontrarse con el Sucesor de Pedro y presentar un informe o relación de sus respectivas diócesis cada cinco años, aproximadamente.

Con la Visita se visibiliza la unidad y la comunión de los sucesores de los Apóstoles con el Sucesor de San Pedro y de las Iglesias locales con la Iglesia primada de Roma. De este modo, la Visita Ad Limina es una ocasión para la comunión eclesial, la colegialidad episcopal y la caridad fraterna entre los Pastores y el Papa.

LO QUE IMPORTA ES HACER O NO EL BIEN



Alguien que no era de la comunidad usaba el nombre de Jesús para expulsar los demonios. Juan, el discípulo, ve y prohíbe: Tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros. ¡En nombre de la comunidad impide que el otro pueda hacer una buena acción! Por ser discípulo, él piensa tener el monopolio sobre Jesús y, por esto, quiere prohibir que otros usen el nombre de Jesús para realizar el bien. Era la mentalidad cerrada y antigua del “¡Pueblo elegido, Pueblo separado!”. Jesús responde: "No se lo impidan, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.” (Mc 9,40).

Difícilmente es posible encontrar una afirmación más ecuménica que esta afirmación de Jesús. Para Jesús, lo que importa no es si la persona forma o no forma parte de la comunidad, pero si hace o no el bien que la comunidad debe realizar.

Comentarios realizados por: Vicente Domínguez Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
cursillosdecristiandad.es

QUIEN NO ESTÁ CONTRA NOSOTROS, ESTÁ POR NOSOTROS



Hoy escuchamos una recriminación al apóstol Juan, que ve a gente obrar el bien en el nombre de Cristo sin formar parte del grupo de sus discípulos: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo porque no viene con nosotros» (Mc 9,38). Jesús nos da la mirada adecuada que hemos de tener ante estas personas: acogerlas y ensanchar nuestras miras, con humildad respecto a nosotros mismos, compartiendo siempre un mismo nexo de comunión, una misma fe, una misma orientación, es decir, caminar juntos hacia la perfección del amor a Dios y al prójimo.

Esta manera de vivir nuestra vocación de “Iglesia” nos invita a revisar con paz y seriedad la coherencia con que vivimos esta apertura de Jesucristo. Mientras haya “otros” que nos “molesten” porque hacen lo mismo que nosotros, esto es un claro indicio de que todavía el amor de Cristo no nos impregna en toda su profundidad, y nos pedirá la “humildad” de aceptar que no agotamos “toda la sabiduría y el amor de Dios”. En definitiva, aceptar que somos aquellos que Cristo escoge para anunciar a todos cómo la humildad es el camino para acercarnos a Dios.

Jesús obró así desde su Encarnación, cuando nos acerca al máximo la majestad de Dios en la pequeñez de los pobres. Dice san Juan Crisóstomo: «Cristo no se contentó con padecer la cruz y la muerte, sino que quiso también hacerse pobre y peregrino, ir errante y desnudo, quiso ser arrojado en la cárcel y sufrir las debilidades, para lograr de ti la conversión». Si Cristo no dejó pasar oportunidad alguna para que vivamos el amor con los demás, tampoco dejemos pasar la ocasión de aceptar al que es diferente a nosotros en la manera de vivir su vocación a formar parte de la Iglesia, porque «el que no está contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40).

CURSILLOS DE CRISTIANDAD SON LA SÍNTESIS...


martes, 25 de febrero de 2014

CURSILLOS DE CRISTIANDAD PARTE DE LA CONVICCIÓN...

QUIEN QUIERA SER EL PRIMERO SEA EL SERVIDOR DE TODOS



De camino, los discípulos han discutido entre sí sobre quién era el mayor. Tan cerca, y tan lejos estaban del Maestro... No habían comprendido lo que significaba el seguimiento de Jesús. Los judíos esperaban un mesías político y triunfador. Y también los amigos de Jesús... Nadie está a salvo de la ambición.

“Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos”, es la enseñanza fundamental. Jesús afirma que sus servidores han de cambiar la ambición de poder por la actitud de servicio.
Padecemos todos una tentación casi irresistible de poder y dominio, y no sólo los políticos... Pues bien, Jesús nos dice que para ser el primero entre nosotros hay que hacerse el servidor de todos. A ejemplo del Maestro. Esto requiere abnegación, renuncia a los propios intereses, y grandes dosis de madurez personal.

En nuestra época asistimos a una inflación creciente de líderes “redentores y salvadores” de la humanidad (y también de nuestra Santa Madre Iglesia), que se presentan con la “receta mágica”, que cura todos los males y allana todas las dificultades. Y que en el mejor de los casos, sólo pueden ofrecer palabras vacías.

Jesús nunca enseñó ni pidió a sus discípulos nada que él no cumpliera primero. El, el Señor , practica y entiende la autoridad como humilde servicio. Es la gran novedad del cristianismo para los hombres y mujeres del siglo XXI.

Comentarios realizados por: Vicente Domínguez Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
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EL HIJO DEL HOMBRE SERÁ ENTREGADO



El Hijo del hombre será entregado
Hoy, el Evangelio nos trae dos enseñanzas de Jesús, que están estrechamente ligadas una a otra. Por un lado, el Señor les anuncia que «le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará» (Mc 9,31). Es la voluntad del Padre para Él: para esto ha venido al mundo; así quiere liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna; de esta manera Jesús nos hará hijos de Dios. La entrega del Señor hasta el extremo de dar su vida por nosotros muestra la infinidad del Amor de Dios: un Amor sin medida, un Amor al que no le importa abajarse hasta la locura y el escándalo de la Cruz.

Resulta aterrador escuchar la reacción de los Apóstoles, todavía demasiado ocupados en contemplarse a sí mismos y olvidándose de aprender del Maestro: «No entendían lo que les decía» (Mc 9,32), porque por el camino iban discutiendo quién de ellos sería el más grande, y, por si acaso les toca recibir, no se atreven a hacerle ninguna pregunta.

Con delicada paciencia, Jesús añade: hay que hacerse el último y servidor de todos. Hay que acoger al sencillo y pequeño, porque el Señor ha querido identificarse con él. Debemos acoger a Jesús en nuestra vida porque así estamos abriendo las puertas a Dios mismo. Es como un programa de vida para ir caminando.

Así lo explica con claridad el Santo Cura de Ars, Juan Bautista Mª Vianney: «Cada vez que podemos renunciar a nuestra voluntad para hacer la de los otros, siempre que ésta no vaya contra la ley de Dios, conseguimos grandes méritos, que sólo Dios conoce». Jesús enseña con sus palabras, pero sobre todo enseña con sus obras. Aquellos Apóstoles, en un principio duros para entender, después de la Cruz y de la Resurrección, seguirán las mismas huellas de su Señor y de su Dios. Y, acompañados de María Santísima, se harán cada vez más pequeños para que Jesús crezca en ellos y en el mundo.

lunes, 24 de febrero de 2014

CURSILLOS DE CRISTIANDAD, UNA RESPUESTA...


SABES LO QUE ES LO FUNDAMENTAL CRISTIANO

¿Sabes lo que es LO FUNDAMENTAL CRISTIANO?
¡Toma buena nota!



CREO, PERO AYUDA MI FALTA DE FE



“Creo, pero ayuda mi falta de fe”. Este hombre es modelo de oración para nosotros, y ejemplo y paradigma de persona creyente. ¿Quién puede presumir de creer lo suficiente? ¿Quién habrá que no necesite purificar su fe, confiar más en Dios, fiarse más de él? Por más que apostemos por Jesús y nos hagamos seguidores suyos, “Señor, auméntanos la fe” también a nosotros. Porque, la vida cristiana empieza por la fe, se desarrolla por la fe y se consolida en la fe. “El justo vivirá por la fe” (Rom 1,17; Heb 10,38).

El que cura, el que libera es Dios. No se trata de acciones mágicas o poderes humanos especiales. Por eso Jesús increpa a la muchedumbre cuando dice: “Gente sin fe. ¿Hasta cuándo estaré con vosotros?” Y al padre del niño: “Todo es posible al que tiene fe”. E indirectamente se lo dice a los discípulos al explicarles la importancia de la oración en estas curaciones.
Para orar hay que tener fe, de otra forma sería más un simulacro de oración que algo sentido y vivido. Y para creer más y mejor necesitamos orar. La oración conduce a la fe, y la fe lleva a alimentar, mantener y aumentar la oración. Incluso con dudas de fe, la oración no sólo es conveniente sino necesaria. Con palabras del Papa Francisco es necesario "un encuentro cotidiano con el Señor, todos los días, con nuestras victorias y nuestras debilidades".

Comentarios realizados por: Vicente Domínguez Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
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¡CREO, AYUDA A MI POCA FE!



¡Creo, ayuda a mi poca fe!
Hoy contemplamos —¡una vez más!— al Señor solicitado por la gente («corrieron a saludarle») y, a la vez, Él solícito de la gente, sensible a sus necesidades. En primer lugar, cuando sospecha que alguna cosa pasa, se interesa por el problema.

Interviene uno de los protagonistas, esto es, el padre de un chico que está poseído por un espíritu maligno: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y lo deja rígido» (Mc 9,17-18).

¡Es terrible el mal que puede llegar a hacer el Diablo!, una criatura sin caridad. —Señor, ¡hemos de rezar!: «Líbranos del mal». No se entiende cómo puede haber hoy día voces que dicen que no existe el Diablo, u otros que le rinden algún tipo de culto... ¡Es absurdo! Nosotros hemos de sacar una lección de todo ello: ¡no se puede jugar con fuego!

«He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido» (Mc 9,18). Cuando escucha estas palabras, Jesús recibe un disgusto. Se disgusta, sobre todo, por la falta de fe... Y les falta fe porque han de rezar más: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración» (Mc 9,29).

La oración es el diálogo “intimista” con Dios. Juan Pablo II ha afirmado que «la oración comporta siempre una especie de escondimiento con Cristo en Dios. Sólo en semejante “escondimiento” actúa el Espíritu Santo». En un ambiente íntimo de escondimiento se practica la asiduidad amistosa con Jesús, a partir de la cual se genera el incremento de confianza en Él, es decir, el aumento de la fe.

Pero esta fe, que mueve montañas y expulsa espíritus malignos («¡Todo es posible para quien cree!») es, sobre todo, un don de Dios. Nuestra oración, en todo caso, nos pone en disposición para recibir el don. Pero este don hemos de suplicarlo: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!» (Mc 9,24). ¡La respuesta de Cristo no se hará “rogar”!

sábado, 22 de febrero de 2014

NO HAY ABISMO TAN PROFUNDO DEL QUE DIOS NO TE PUEDA RESCATAR


TÚ ERES PEDRO, Y SOBRE ESTA PIEDRA EDIFICARÉ MI IGLESIA


Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
Hoy celebramos la Cátedra de san Pedro. Desde el siglo IV, con esta celebración se quiere destacar el hecho de que —como un don de Jesucristo para nosotros— el edificio de su Iglesia se apoya sobre el Príncipe de los Apóstoles, quien goza de una ayuda divina peculiar para realizar esa misión. Así lo manifestó el Señor en Cesarea de Filipo: «Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). En efecto, «es escogido sólo Pedro para ser antepuesto a la vocación de todas las naciones, a todos los Apóstoles y a todos los padres de la Iglesia» (San León Magno).

Desde su inicio, la Iglesia se ha beneficiado del ministerio petrino de manera que san Pedro y sus sucesores han presidido la caridad, han sido fuente de unidad y, muy especialmente, han tenido la misión de confirmar en la verdad a sus hermanos.

Jesús, una vez resucitado, confirmó esta misión a Simón Pedro. Él, que profundamente arrepentido ya había llorado su triple negación ante Jesús, ahora hace una triple manifestación de amor: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17). Entonces, el Apóstol vio con consuelo cómo Jesucristo no se desdijo de él y, por tres veces, lo confirmó en el ministerio que antes le había sido anunciado: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,16.17).

Esta potestad no es por mérito propio, como tampoco lo fue la declaración de fe de Simón en Cesarea: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Sí, se trata de una autoridad con potestad suprema recibida para servir. Es por esto que el Romano Pontífice, cuando firma sus escritos, lo hace con el siguiente título honorífico: Servus servorum Dei.

Se trata, por tanto, de un poder para servir la causa de la unidad fundamentada sobre la verdad. Hagamos el propósito de rezar por el Sucesor de Pedro, de prestar atento obsequio a sus palabras y de agradecer a Dios este gran regalo.

viernes, 21 de febrero de 2014

SI QUIERES VENIR EN POS DE MÍ...



Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame
Hoy el Evangelio nos habla de dos temas complementarios: nuestra cruz de cada día y su fruto, es decir, la Vida en mayúscula, sobrenatural y eterna.

Nos ponemos de pie para escuchar el Santo Evangelio, como signo de querer seguir sus enseñanzas. Jesús nos dice que nos neguemos a nosotros mismos, expresión clara de no seguir "el gusto de los caprichos" —como menciona el salmo— o de apartar «las riquezas engañosas», como dice san Pablo. Tomar la propia cruz es aceptar las pequeñas mortificaciones que cada día encontramos por el camino.

Nos puede ayudar a ello la frase que Jesús dijo en el sermón sacerdotal en el Cenáculo: «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto» (Jn 15,1-2). ¡Un labrador ilusionado mimando el racimo para que alcance mucho grado! ¡Sí, queremos seguir al Señor! Sí, somos conscientes de que el Padre nos puede ayudar para dar fruto abundante en nuestra vida terrenal y después gozar en la vida eterna.

San Ignacio guiaba a san Francisco Javier con las palabras del texto de hoy: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?» (Mc 8,36). Así llegó a ser el patrón de las Misiones. Con la misma tónica, leemos el último canon del Código de Derecho Canónico (n. 1752): «(...) teniendo en cuenta la salvación de las almas, que ha de ser siempre la ley suprema de la Iglesia». San Agustín tiene la famosa lección: «Animam salvasti tuam predestinasti», que el adagio popular ha traducido así: «Quien la salvación de un alma procura, ya tiene la suya segura». La invitación es evidente.

María, la Madre de la Divina Gracia, nos da la mano para avanzar en este camino.

jueves, 20 de febrero de 2014

QUIÉN DECÍS QUE SOY YO



¿Quién dicen los hombres que soy yo? (...) Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Hoy seguimos escuchando la Palabra de Dios con la ayuda del Evangelio de san Marcos. Un Evangelio con una inquietud bien clara: descubrir quién es este Jesús de Nazaret. Marcos nos ha ido ofreciendo, con sus textos, la reacción de distintos personajes ante Jesús: los enfermos, los discípulos, los escribas y fariseos. Hoy nos lo pide directamente a nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,29).

Ciertamente, quienes nos llamamos cristianos tenemos el deber fundamental de descubrir nuestra identidad para dar razón de nuestra fe, siendo unos buenos testigos con nuestra vida. Este deber nos urge para poder transmitir un mensaje claro y comprensible a nuestros hermanos y hermanas que pueden encontrar en Jesús una Palabra de Vida que dé sentido a todo lo que piensan, dicen y hacen. Pero este testimonio ha de comenzar siendo nosotros mismos conscientes de nuestro encuentro personal con Él. Juan Pablo II, en su Carta apostólica "Novo millennio ineunte", nos escribió: «Nuestro testimonio sería enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro».

San Marcos, con este texto, nos ofrece un buen camino de contemplación de Jesús. Primero, Jesús nos pregunta qué dice la gente que es Él; y podemos responder, como los discípulos: Juan Bautista, Elías, un personaje importante, bueno, atrayente. Una respuesta buena, sin duda, pero lejana todavía de la Verdad de Jesús. Él nos pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,29). Es la pregunta de la fe, de la implicación personal. La respuesta sólo la encontramos en la experiencia del silencio y de la oración. Es el camino de fe que recorre Pedro, y el que hemos de hacer también nosotros.

Hermanos y hermanas, experimentemos desde nuestra oración la presencia liberadora del amor de Dios presente en nuestra vida. Él continúa haciendo alianza con nosotros con signos claros de su presencia, como aquel arco puesto en las nubes prometido a Noé.

VIGILIA ORACIÓN PRÓXIMO CURSILLO



Ven y ora con nosotros en la vigilia por el próximo Cursillo.
Viernes, 7 de marzo a las 20,30h. Parroquia Madre del Rosario. Mejorada.

miércoles, 19 de febrero de 2014

NUESTROS CURSILLOS 2014

Nuestros Cursillos de este 2014.
¡Vive un Cursillo de Cristiandad! ¡Una experiencia total! ¡No te la puedes perder!

QUEDÓ CURADO Y VEÍA CLARAMENTE TODO



Quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas.
Hoy a través de un milagro, Jesús nos habla del proceso de la fe. La curación del ciego en dos etapas muestra que no siempre es la fe una iluminación instantánea, sino que, frecuentemente requiere un itinerario que nos acerque a la luz y nos haga ver claro. No obstante, el primer paso de la fe —empezar a ver la realidad a la luz de Dios— ya es motivo de alegría, como dice san Agustín: «Una vez sanados los ojos, ¿qué podemos tener de más valor, hermanos? Gozan los que ven esta luz que ha sido hecha, la que refulge desde el cielo o la que procede de una antorcha. ¡Y cuán desgraciados se sienten los que no pueden verla!».

Al llegar a Betsaida traen un ciego a Jesús para que le imponga las manos. Es significativo que Jesús se lo lleve fuera; ¿no nos indicará esto que para escuchar la Palabra de Dios, para descubrir la fe y ver la realidad en Cristo, debemos salir de nosotros mismos, de espacios y tiempos ruidosos que nos ahogan y deslumbran para recibir la auténtica iluminación?

Una vez fuera de la aldea, Jesús «le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ‘¿Ves algo?’» (Lc 8,23). Este gesto recuerda al Bautismo: Jesús ya no nos unta saliva, sino que baña todo nuestro ser con el agua de la salvación y, a lo largo de la vida, nos interroga sobre lo que vemos a la luz de la fe. «Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado, y veía todo con claridad» (Lc 8,25); este segundo momento recuerda el sacramento de la Confirmación, en el que recibimos la plenitud del Espíritu Santo para llegar a la madurez de la fe y ver más claro. Recibir el Bautismo, pero olvidar la Confirmación nos lleva a ver, sí, pero sólo a medias.

martes, 18 de febrero de 2014

TENER OJOS Y NO VER



“Tienen ojos y no ven”: A partir de la falta de pan, Jesús elabora una comparación. Es el maestro que decodifica, con lo visible y cotidiano, el Reino que crece invisible y silencioso, y que sólo se comprende con parábolas. Lo que El ve, los otros no lo ven.
El misterio que El trae y contempla ya presente en nuestra historia, pasa desapercibido a los suyos. Se quedan atados a lo inmediato; a lo que palpan, contabilizan y calculan. ¿Entre nosotros pasa algo así? ¿Qué panes contamos? ¿Qué mesa creemos que tendemos y para qué comensales? ¿Vemos o somos ciegos –ansiosos entonces por las carencias, y peleados entre nosotros echando culpas?

“La levadura de los fariseos”: Lo que hace crecer la masa al estilo fariseo es muy distinto a lo que hace multiplicar el pan al estilo cristiano. Pero es verdad: el fariseísmo tiene su propia levadura; y a veces hay un “crecer” visible de la masa estilo fariseo. Pero no nos confundamos… y cuidémonos de usarla.

Hay un nuevo Pueblo, en un nuevo Éxodo, con un nuevo maná, con un nuevo Caudillo. Los discípulos somos formados para ponernos al servicio de esta Novedad. A veces sin embargo no entendemos la magnitud de nuestra vida y misión, ni la confianza del Maestro en asociarnos a El. Y en cambio nos quedamos enredados con los problemas administrativos del barquito.

Comentarios realizados por: Vicente Domínguez Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
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TENIENDO OJOS NO VEIS Y OÍDOS Y NO OÍS



¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?
Hoy notamos que Jesús —como ya le pasaba con los Apóstoles— no siempre es comprendido. A veces se hace difícil. Por más que veamos prodigios, y que se digan las cosas claras, y se nos comunique buena doctrina, merecemos su reprensión: «¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?» (Mc 8,17).

Nos gustaría decirle que le entendemos y que no tenemos el entendimiento ofuscado, pero no nos atrevemos. Sí que osamos, como el ciego, hacerle esta súplica: «Señor, que vea» (Lc 18,41), para tener fe, y para ver, y como el salmista dice: «Inclina mi corazón a tus dictámenes, y no a ganancia injusta» (Sal 119,36) para tener buena disposición, escuchar y acoger la Palabra de Dios y hacerla fructificar.

Será bueno también, hoy y siempre, hacer caso a Jesús que nos alerta: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos» (Mc 8,15), alejados de la verdad, “maniáticos cumplidores”, que no son adoradores en Espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23), y «de la levadura de Herodes», orgulloso, despótico, sensual, que sólo quiere ver y oír a Jesús para complacerse.

Y, ¿cómo preservarnos de esta “levadura”? Pues haciendo una lectura continua, inteligente y devota de la Palabra de Dios y, por eso mismo, “sabia”, fruto de ser «piadosos como niños: pero no ignorantes, porque cada uno ha de esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio serio, científico de la fe (...). Piedad de niños, pues, y doctrina segura de teólogos» (San Josemaría).

Así, iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo, alertados y conducidos por los buenos Pastores, estimulados por los cristianos y cristianas fieles, creeremos lo que hemos de creer, haremos lo que hemos de hacer. Ahora bien, hay que “querer” ver: «Y el Verbo se hizo carne» (Jn 1,14), visible, palpable; hay que “querer” escuchar: María fue el “cebo” para que Jesús dijera: «Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28).

lunes, 17 de febrero de 2014

HOY, ANIVERSARIO ULTREYA COSLADA

JESÚS NO PUENSA EN DEMOSTRAR PODERES APABULLANTES



Los fariseos tenían un concepto del Mesías bastante distinto del que tenía Jesús. En virtud de lo que esperan del Mesías, quieren, buscan y piden signos inequívocos del cielo. No les bastaban los milagros que veían. Querían algo más aplastante, sobre todo, con respecto a sus enemigos, los romanos. Un Mesías triunfalista, que no hiciera milagros, como Jesús, sólo para liberar a los oprimidos de sus enfermedades y opresiones, sino para demostrar palmariamente el poder y grandeza de Dios.

Jesús no va por ahí. Cuando hace milagros piensa sólo en la persona humana, nunca en demostrar poderes apabullantes del cielo. Por eso, rechaza abiertamente la pretensión de los fariseos y les contesta displicentemente. No le importa que le abandonen. Los conoce de sobra y sabe de sus intenciones. Su compromiso está con los sencillos, con los que buscan la verdad, con los que aspiran a vivir humanamente para poder atender después a lo espiritual.
Jesús frente a los fariseos nos muestra hoy la grandeza de la honradez, la belleza de la integridad, la nobleza y dignidad de un corazón limpio y bueno. Pero, no siempre la belleza, la nobleza y la dignidad cotizan al alza en los mercados del mundo. Con frecuencia predominan otros valores, evangélicamente hablando más débiles. Nosotros, los seguidores de Jesús, si alguna vez lo hicimos, no queremos volver a pedir otros signos que los aparentemente débiles valores evangélicos. Nuestra única pretensión es llevar una vida como la que llevó Jesús; tener unas actitudes similares a las suyas, y que nos puedan señalar y distinguir, como a él, por la compasión y la misericordia.

Comentarios realizados por: Vicente Domínguez Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
cursillosdecristiandad.es