DECÁLOGO PARA UN VERANO CON CRISTO
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1. Un cristiano, en el verano, no esconde ni guarda su fe
como quien deja en el armario el abrigo de invierno. Somos cristianos siempre
y, por lo tanto, nuestra comunión con Cristo ha de ser consciente y constante.
2. La vida cristiana no se sostiene solamente en el “ser
buenos”. Bondadoso, al cien por cien, sólo Dios. Por ello mismo este tiempo es
propicio para no olvidar a Dios y ser rostros vivos de su presencia. Las prisas
son enemigas de la caridad sin ruido.
3. Sin
oración, un cristiano, es un molino paralizado. Muchos de nuestros fracasos y
deserciones se deben a que hemos roto la “línea” telefónica con el Señor. La
oración nos hace fuertes, nos clarifica, nos hace reflexionar y llevar a cabo
la voluntad del Padre.
4. La Eucaristía (además de obligación moral) es una
necesidad física y espiritual. Si ya con ella nos resulta llevar una vida
relativamente cristiana, sin ella nos convertimos en marionetas del mundo.
Quedamos a merced del único alimento material que el mundo ofrece o que el
escaparate efímero nos presenta
5. En el verano vamos buscando el sol. El culto al cuerpo no
puede estar por encima de la adoración a Dios. Él sí que es el único Sol de
justicia. Es quien broncea de verdad aquellas entrañas que, sin verlas, sabemos
que son importantes para ser solidarios con los demás y amantes de Dios: el
corazón y el alma.
6. “Dime lo qué lees y te diré cómo piensas”. ¿Acaso un
cristiano no ha de nutrirse con palabras de esperanza? Un buen libro, con
criterios cristianos, será garantía de un pensamiento recto, de una conciencia
lúcida
7. La Creación la ha puesto Dios para nuestro deleite.
Nuestra tierra está sometida a una constante alteración y degradación fruto de
las ansias de disfrute del hombre. Respetemos el entorno donde descansamos y
gocemos de tantas cosas buenas que el Señor pone a nuestro alcance. Cuesta
siglos repoblar la tierra, horas el incendiarla
8. La belleza, el arte, la música clásica…nos puede llevar
al encuentro y al disfrute personal de Dios. Un santuario es una puerta abierta
a la fe. María Virgen es una mano que nos empuja hacia el Señor. La
grandiosidad de un templo es un aperitivo de la gloria que nos aguarda en el
cielo. ¡Disfruta de la huella que el hombre ha dejado a través del arte y como
fruto de su fe
9. El silencio y la contemplación junto al mar. La escalada
de montañas como signo de nuestro esfuerzo por llegar al cielo. Nuestro
descanso como antesala de lo que un día desea Dios para cada uno de
nosotros…pueden ser reflexiones que nos ayuden a vivir este tiempo estival con
sentido cristiano
10. En el valle o en el mar, en la montaña o en una aldea,
adentrados en el bosque o perdidos en un desierto. Frente a una catedral o por
las calles de una gran ciudad: no olvidemos que somos cristianos. No olvidemos
que, Dios, va con nosotros.
¡Vivamos en todo tiempo la Vida de la Gracia, nuestra amistad con Dios!
¡De Colores!
Fuente original: Revista Ecclesia
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