jueves, 31 de marzo de 2016

NUESTRO PROXIMO CURSILLO: 29 ABRIL AL 2 DE MAYO

Nuestro próximo Cursillo:

ELIGE LA VIDA Y VIVIRÁS: SEMANA DIOCESANA POR LA VIDA

SEMANA DIOCESANA POR LA VIDA
"Elige la vida y vivirás"

Cursillos es consciente de la necesidad que tenemos de formarnos con profundidad en los temas de la vida humana para que el Evangelio de la Vida se incorpore a la oración, catequesis y predicación en las comunidades, parroquias y en nuestras familias. 
No hacemos eco del deseo y el trabajo de la Pastoral de Familia y Vida para ir formando, con la gracia de Dios, un pueblo que ora y trabaja de forma constante por la familia y la vida. Hoy se nos exige oración y milicia para trabajar por Reinado Social de Cristo. 
Con la confianza y la esperanza firme en que nuestro destino es la civilización del Amor, de la Vida y de la Verdad, de la Misericordia, donde se da el desarrollo humano integral.

Participaremos en los diferentes actos de esta interesante Semana.

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MEDITACIÓN P.CEFERINO SANTOS. JUEVES OCTAVA DE PASCUA



"YO SOY EN PERSONA"

Dios resucitó a su siervo Jesús y nos lo envía para que nos traiga la bendición con tal de que nos apartemos de nuestros pecados (Hch 3,26). La primera y gran bendición que nos trae es su propia persona divina. Junto con su persona, nos ofrece la paz: "Paz a vosotros" (Lc 24,36), para que sus discípulos se tranquilicen y no sigan pensando que es un fantasma (Lc 24,37) sin reconocerlo. "Mirad mis manos y mis pies" (Lc 24,39), les dice. Son los mismos de antes, los de un crucificado que ahora está vivo.

Cristo resucitado es el mismo en persona (Lc 24,39) que los apóstoles conocieron antes. Es el mismo con su naturaleza humana, glorificada y retocada, pero "con carne y con huesos", hombre verdadero y no un espíritu. Es alguien a quien se puede tocar, pero, a la vez, es hombre glorificado, que se presenta en la estancia con las puertas cerradas como si fuera un espíritu. Cristo sigue siendo el mismo en sus enseñanzas: "Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros" (Lc 24,44).

Cristo es el mismo, con su divinidad, con su señorío universal, con su poder eterno, con su amor divino y fiel, que no abandona a sus discípulos débiles -pero intensamente queridos-; es el mismo con su profunda sabiduría, que a sus discípulos "les abre las mentes para comprender las Escrituras" (Lc 24,45) Y el corazón para infundirles su paz: "Paz a vosotros" (Lc 24,36).


Cristo resucitado: devuelve tu paz a tus discípulos, que te han visto y te han reconocido. Ábrenos las mentes para que entendamos las Escrituras sin desfigurar tu identidad y tu persona. Danos verdadero discernimiento de espíritus para que no confundamos realidades con fantasmas, ni "churras con merinas". Danos discernimiento de tus caminos, de tu cruz y de tu resurrección; discernimiento de tu realidad y de tu acción de Resucitado sin "reduccionismos" pseudoexegéticos y pseudocientíficos; que ya nos basta con la teoría de los fariseos de que habían robado tu cadáver, empeñados en falsificar y desvirtuar tu verdadera resurrección.

Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.

miércoles, 30 de marzo de 2016

POR QUÉ LA IGLESIA DE ALCALÁ CELEBRA SU 25 ANIVERSARIO

Nuestro obispo contesta a esta pregunta formulada por los niños:
"Si la Iglesia existe desde hace tanto, ¿por qué en Alcalá se celebra su 25 aniversario?"


https://www.youtube.com/watch?v=u4mDojfE1HI


MEDITACIÓN P.CEFERINO SANTOS. MIÉRCOLES OCTAVA DE PASCUA



LA PRESENCIA DEL RESUCITADO

Cristo con su resurrección puede producir profundas transformaciones positivas en los creyentes. La presencia de Cristo resucitado causa modificaciones y efectos enriquecedores en nosotros.

1. Ante Cristo resucitado se dan aumentos de fe. Los dos de Emaús, cuando Jesús resucitado se les acerca, antes de reconocerlo, notan ya cómo les crece la fe. De "necios y torpes para creer lo que anunciaron los profetas" sobre Jesús (Lc 24,25), pasan a creyentes convencidos de lo que "se decía de él en toda la Escritura" (Lc 24,27).

2. Gracias a Cristo resucitado se producen en nosotros aumentos de esperanza. Frente a aquellos dos discípulos que decían: "Nosotros esperábamos que él fuera el futuro libertador de Israel" (Lc 24,21), pero ahora ya no esperamos, Cristo, que quiere regeneramos a una esperanza viva (1 P 1,3), va fomentando los motivos de esperanza en aquellos dos desalentados y en tantos otros que desconfían del poder de Dios.

3. El resucitado produce aumentos de amor en los que se acercan a él. Los dos discípulos de Emaús lo reconocen: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lc 24,32). La presencia del Resucitado aviva el amor casi apagado en los discípulos, que se llenan de un gozo iluminado.

4. Ante el Resucitado se provocan aumentos de presencia de Cristo en las almas. Unas veces será su presencia mística a través de la palabra inspirada de las Escrituras. Otras veces, viviremos su presencia sacramental y eucarística: "A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron" (Lc 24,30-31) al partir el pan eucarístico, donde Cristo se esconde. A veces, notaremos la presencia comunitaria del Resucitado, pues "donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt, 18,20).


A Cristo resucitado le agrada trasmitir también los santos efectos de su resurrección a través de su comunidad de creyentes. Por medio de Pedro y de Juan llega la sanación al lisiado de nacimiento. "En nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar" (Hch 3,6). Los efectos de gozo y de alabanza a Dios se añaden a la sanación. ¿Cómo podrían no darse ante las acciones poderosas del Resucitado en medio de su pueblo?

Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy”  Ciclo C


martes, 29 de marzo de 2016

MEDITACIÓN P.CEFERINO SANTOS. MARTES OCTAVA DE PASCUA




LOS MENSAJES DEL RESUCITADO

El Cristo, que está vivo, sigue comunicándose con los suyos y, como triunfador del mal y de la muerte, nos envía sus mensajes pascuales. Recordemos algunos:

1. Paz a vosotros. Alegraos (Mt 28,9). Invadió el temor a las mujeres que vieron abierto el sepulcro de Cristo. Tienen temor cuando ven a unos ángeles. Se asustan al ver a Cristo vivo. Su mensaje es inequívoco: Paz y alegría, que brotan del Resucitado, para sus discípulos. Esta paz y este gozo no vienen de motivos humanos ni de los hombres ni de circunstancias favorables; vienen del Señor.

2 ¿Por qué lloras? (Jn 20,15). Hay momentos para el llanto y para la tristeza. Pero hay momentos para el gozo del Espíritu. La visión del Resucitado tiene que alejar las nubes de la tristeza y del dolor. El encuentro personal con Cristo ha de transformar nuestra vida. Él vive, aleluya. Gocémonos con Él.

3. No tengáis miedo (Mt 28,10). No nos importen los soldados vigilantes ni la rabia de los fariseos, ni la incredulidad de los mismos apóstoles y teólogos, ni nuestra propia inseguridad. Cristo, vencedor de la muerte y Señor de la historia y de los acontecimientos, es nuestro apoyo. "No temáis a la enfermedad y a las dificultades; no temáis a la persecución. No temáis ni a la misma muerte. Yo soy el vencedor de la muerte. ¡Yo soy la Vida!".

4. Comunicad a mis hermanos... que me verán (Mt 28,10b). La pérdida de la presencia visible de Cristo fue una prueba durísima para los apóstoles. La promesa de Cristo resucitado les devuelve la esperanza y el consuelo: "Me veréis" en Galilea, en apariciones; ahora, por el amor y la fe; al terminar nuestra peregrinación terrena, cara a cara, en visión luminosa y gozosísima. "No os sintáis solos... Me veréis y seré vuestro consuelo y vuestra Vida.

5. Escapad de esta generación perversa (Hch 2,40). Las palabras son de San Pedro el día de Pentecostés; pero podemos meditarlas como dichas por Jesús. No es posible compartir la vida de Cristo resucitado con la vida de pecado y enemistad que el mundo manifiesta contra Cristo. Tenemos que bautizamos y sumergimos en la vida y en el nombre del Resucitado y abrimos a su Espíritu (Hch 2,38) para formar parte de la nueva familia de los hijos de Dios.


6. Di a mis hermanos: Subo a mi Padre y a vuestro Padre (Jn 20,17). La vida, gracias a Cristo resucitado, tiene desde ahora unos horizontes más amplios que los de nuestra vida terrenal. No se acaba todo aquí abajo. Subimos con Cristo a su Padre y a nuestro Padre, a su Dios y a nuestro Dios. El resucitado nos abre los nuevos horizontes de una eternidad con Dios y le damos gracias por este don maravilloso que nos ofrece. "¡Gracias a Ti, Señor Jesús resucitado, que nos abres las puertas de un Paraíso feliz contigo en el Reino de Dios!".

Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy”  Ciclo C

lunes, 28 de marzo de 2016

2 AL 8 DE ABRIL: SEMANA DIOCESANA POR LA VIDA

2-8 de abril. Semana Diocesana por la Vida en Alcalá de Henares 2016

Mons. Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares, presidirá l
a Santa Misa del día 3 de abril, II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, 
a las 10:30 horas
La Misa será retransmitida en directo por TVE2


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MEDITACIÓN P.CEFERINO SANTOS. LUNES OCTAVA DE PASCUA




EL DESTINO DE LOS CREYENTES

Las promesas de los salmos se han cumplido en Cristo resucitado: "No dejarás a tu fiel conocer la corrupción" del sepulcro (Hch 2,27; Sl 15,10). "Me has enseñado el camino de la vida; me saciarás de gozo en tu presencia" (Sl 15,11). Cristo resucitado ha llevado los salmos a su plenitud de sentido.

Ante la presencia del Señor resucitado los discípulos y las santas mujeres, que acudieron al sepulcro de Cristo, se llenan de alegría y de gozo espiritual: "Alegraos" (Mt 28,4), les dice el Señor. En Cristo resucitado se presiente el maravilloso destino preparado para todos los creyentes en Jesús.

El ser humano alcanza su meta en Cristo resucitado, que se transforma "en cuerpo espiritual" (1 Co 15,44). Se ha convertido en la cumbre de toda la creación humana y angélica. Ahora, su cuerpo resucitado está exaltado a la derecha de Dios (Hch 2,33) y es el cimiento mismo del cielo nuevo y de la nueva tierra. El acontecimiento definitivo está ante nuestros ojos, hecho realidad en Cristo glorificado: Dios y hombre dirigido sólo a Dios y a los demás, absorbido plenamente en la gloria de Dios.


Su resurrección es el anticipo de la nuestra. En Cristo resucitado hemos comenzado a ser introducidos en la gloria de Dios para vivir eternamente en Él. ¡Gracias, Señor, porque tu Resurrección ilumina las oscuridades de nuestras existencias y la materia transfigurada comienza a resucitar en Ti!

Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy”  Ciclo C

domingo, 27 de marzo de 2016

MUY FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN

Cristo ha resucitado .Ha vencido al pecado y a la muerte y hace de nosotros seres para la Resurrección.
Muy feliz Pascua. Que comuniquemos a todos está alegría y esperanza.
De Colores!

MENSAJE PASCUAL PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua! 
Jesucristo, encarnación de la misericordia de Dios, ha muerto en cruz por amor, y por amor ha resucitado. Por eso hoy proclamamos: ¡Jesús es el Señor!
Su resurrección cumple plenamente la profecía del Salmo: «La misericordia de Dios es eterna», su amor es para siempre, nunca muere. Podemos confiar totalmente en él, y le damos gracias porque ha descendido por nosotros hasta el fondo del abismo.
Ante las simas espirituales y morales de la humanidad, ante al vacío que se crea en el corazón y que provoca odio y muerte, solamente una infinita misericordia puede darnos la salvación. Sólo Dios puede llenar con su amor este vacío, estas fosas, y hacer que no nos hundamos, y que podamos seguir avanzando juntos hacia la tierra de la libertad y de la vida.
El anuncio gozoso de la Pascua: Jesús, el crucificado, «no está aquí, ¡ha resucitado!» (Mt 28,6), nos ofrece la certeza consoladora de que se ha salvado el abismo de la muerte y, con ello, ha quedado derrotado el luto, el llanto y la angustia (cf. Ap 21,4). El Señor, que sufrió el abandono de sus discípulos, el peso de una condena injusta y la vergüenza de una muerte infame, nos hace ahora partícipes de su vida inmortal, y nos concede su mirada de ternura y compasión hacia los hambrientos y sedientos, los extranjeros y los encarcelados, los marginados y descartados, las víctimas del abuso y la violencia. El mundo está lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas diarias están repletas de informes sobre delitos brutales, que a menudo se cometen en el ámbito doméstico, y de conflictos armados a gran escala que someten a poblaciones enteras a pruebas indecibles.
Cristo resucitado indica caminos de esperanza a la querida Siria, un país desgarrado por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil. Encomendamos al poder del Señor resucitado las conversaciones en curso, para que, con la buena voluntad y la cooperación de todos, se puedan recoger frutos de paz y emprender la construcción una sociedad fraterna, respetuosa de la dignidad y los derechos de todos los ciudadanos. Que el mensaje de vida, proclamado por el ángel junto a la piedra removida del sepulcro, aleje la dureza de nuestro corazón y promueva un intercambio fecundo entre pueblos y culturas en las zonas de la cuenca del Mediterráneo y de Medio Oriente, en particular en Irak, Yemen y Libia. Que la imagen del hombre nuevo, que resplandece en el rostro de Cristo, fomente la convivencia entre israelíes y palestinos enTierra Santa, así como la disponibilidad paciente y el compromiso cotidiano de trabajar en la construcción de los cimientos de una paz justa y duradera a través de negociaciones directas y sinceras. Que el Señor de la vida acompañe los esfuerzos para alcanzar una solución definitiva de la guerra en Ucrania, inspirando y apoyando también las iniciativas de ayuda humanitaria, incluida la de liberar a las personas detenidas.
Que el Señor Jesús, nuestra paz (cf. Ef 2,14), que con su resurrección ha vencido el mal y el pecado, avive en esta fiesta de Pascua nuestra cercanía a las víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo, como ha ocurrido en los recientes atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de Marfil; que lleve a buen término el fermento de esperanza y las perspectivas de paz en África; pienso, en particular, en Burundi, Mozambique, la República Democrática del Congo y en el Sudán del Sur, lacerados por tensiones políticas y sociales.
Dios ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor; su Hijo, Jesús, es la puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos. Y que se promueva en todo lugar la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos.
El Cristo resucitado, anuncio de vida para toda la humanidad que reverbera a través de los siglos, nos invita a no olvidar a los hombres y las mujeres en camino para buscar un futuro mejor. Son una muchedumbre cada vez más grande de emigrantes y refugiados —incluyendo muchos niños— que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social. Estos hermanos y hermanas nuestros, encuentran demasiado a menudo en su recorrido la muerte o, en todo caso, el rechazo de quien podrían ofrecerlos hospitalidad y ayuda.
Que la cita de la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro a la persona humana, con su dignidad, y desarrollar políticas capaces de asistir y proteger a las víctimas de conflictos y otras situaciones de emergencia, especialmente a los más vulnerables y los que son perseguidos por motivos étnicos y religiosos.
Que, en este día glorioso, «goce también la tierra, inundada de tanta claridad» (Pregón pascual), aunque sea tan maltratada y vilipendiada por una explotación ávida de ganancias, que altera el equilibrio de la naturaleza. Pienso en particular a las zonas afectadas por los efectos del cambio climático, que en ocasiones provoca sequía o inundaciones, con las consiguientes crisis alimentarias en diferentes partes del planeta.
Con nuestros hermanos y hermanas perseguidos por la fe y por su fidelidad al nombre de Cristo, y ante el mal que parece prevalecer en la vida de tantas personas, volvamos a escuchar las palabras consoladoras del Señor: «No tengáis miedo. ¡Yo he vencido al mundo!» (Jn 16,33). Hoy es el día brillante de esta victoria, porque Cristo ha derrotado a la muerte y su resurrección ha hecho resplandecer la vida y la inmortalidad (cf. 2 Tm 1,10). «Nos sacó de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a la alegría, del luto a la celebración, de la oscuridad a la luz, de la servidumbre a la redención. Por eso decimos ante él: ¡Aleluya!» (Melitón de Sardes, Homilía Pascual).
A quienes en nuestras sociedades han perdido toda esperanza y el gusto de vivir, a los ancianos abrumados que en la soledad sienten perder vigor, a los jóvenes a quienes parece faltarles el futuro, a todos dirijo una vez más las palabras del Señor resucitado: «Mira, hago nuevas todas las cosas... al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente» (Ap 21,5-6). Que este mensaje consolador de Jesús nos ayude a todos nosotros a reanudar con mayor vigor la construcción de caminos de reconciliación con Dios y con los hermanos.
Saludos de Pascua del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, deseo renovar mis deseos de Buena Pascua a todos ustedes, venidos a Roma desde diversos países, como también a cuantos se han conectado a través de la televisión, la radio y otros medios de comunicación. Que pueda resonar en vuestros corazones, en vuestras familias y comunidades el anuncio de la Resurrección, acompañado de la calurosa luz de la presencia de Jesús vivo: presencia que ilumina, reconforta, perdona, sosiega… Cristo ha vencido el mal en la raíz: es la Puerta de la salvación, abierta de par en par para que cada uno pueda encontrar misericordia.
Les agradezco su presencia y su alegría en este día de fiesta. Un agradecimiento particular por el don de las flores, que también este año provienen de los Países Bajos.
Lleven a todos la alegría de Cristo Resucitado. Y por favor, no olviden rezar por mí. ¡Buen almuerzo pascual y hasta pronto!

HOMILÍA DEL PAPA EN LA VIGILIA PASCUAL

Homilía completa del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 2016
«Pedro fue corriendo al sepulcro» (Lc24,12). ¿Qué pensamientos bullían en la mente y en el corazón de Pedro mientras corría? El Evangelio nos dice que los Once, y Pedro entre ellos, no creyeron el testimonio de las mujeres, su anuncio pascual. Es más, «lo tomaron por un delirio» (v.11). En el corazón de Pedro había por tanto duda, junto a muchos sentimientos negativos: la tristeza por la muerte del Maestro amado y la desilusión por haberlo negado tres veces durante la Pasión.
Hay en cambio un detalle que marca un cambio: Pedro, después de haber escuchado a las mujeres y de no haberlas creído, «sin embargo, se levantó» (v.12). No se quedó sentado a pensar, no se encerró en casa como los demás. No se dejó atrapar por la densa atmósfera de aquellos días, ni dominar por sus dudas; no se dejó hundir por los remordimientos, el miedo y las continuas habladurías que no llevan a nada. Buscó a Jesús, no a sí mismo. Prefirió la vía del encuentro y de la confianza y, tal como estaba, se levantó y corrió hacia el sepulcro, de dónde regresó «admirándose de lo sucedido» (v.12). Este fue el comienzo de la «resurrección» de Pedro, la resurrección de su corazón. Sin ceder a la tristeza o a la oscuridad, se abrió a la voz de la esperanza: dejó que la luz de Dios entrara en su corazón sin apagarla.
También las mujeres, que habían salido muy temprano por la mañana para realizar una obra de misericordia, para llevar los aromas a la tumba, tuvieron la misma experiencia. Estaban «despavoridas y mirando al suelo», pero se impresionaron cuando oyeron las palabras del ángel: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?» (v.5).
Al igual que Pedro y las mujeres, tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos. Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados, para que Jesús entre y lo llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia. Pero la primera piedra que debemos remover esta noche es ésta: la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos. Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida.
Continuamente vemos, y veremos, problemas cerca de nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero en esta noche hay que iluminar esos problemas con la luz del Resucitado, en cierto modo hay que «evangelizarlos». No permitamos que la oscuridad y los miedos atraigan la mirada del alma y se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del Ángel: el Señor «no está aquí. Ha resucitado» (v.6); Él es nuestra mayor alegría, siempre está a nuestro lado y nunca nos defraudará.
Este es el fundamento de la esperanza, que no es simple optimismo, y ni siquiera una actitud psicológica o una hermosa invitación a tener ánimo. La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él. Esta esperanza no defrauda porque el Espíritu Santo ha sido infundido en nuestros corazones (cf. Rm 5,5). El Paráclito no hace que todo parezca bonito, no elimina el mal con una varita mágica, sino que infunde la auténtica fuerza de la vida, que no consiste en la ausencia de problemas, sino en la seguridad de que Cristo, que por nosotros ha vencido el pecado, la muerte y el temor, siempre nos ama y nos perdona. Hoy es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie nos podrá apartar nunca de su amor (cf.Rm 8,39).
El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos. Después de haberlo encontrado, invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, asuscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida. Hay tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor; si no es así seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo.
¿Cómo podemos alimentar nuestra esperanza? La liturgia de esta noche nos propone un buen consejo. Nos enseña a hacer memoria de las obras de Dios. Las lecturas, en efecto, nos han narrado su fidelidad, la historia de su amor por nosotros. La Palabra viva de Dios es capaz de implicarnos en esta historia de amor, alimentando la esperanza y reavivando la alegría. Nos lo recuerda también el Evangelio que hemos escuchado: los ángeles, para infundir la esperanza en las mujeres, dicen: «Recordad cómo [Jesús] os habló» (v.6). No olvidemos su Palabra y sus acciones, de lo contrario perderemos la esperanza; hagamos en cambio memoria del Señor, de su bondad y de sus palabras de vida que nos han conmovido; recordémoslas y hagámoslas nuestras, para ser centinelas del alba que saben descubrir los signos del Resucitado.
Queridos hermanos y hermanas, ¡Cristo ha resucitado! Abrámonos a la esperanza y pongámonos en camino; que el recuerdo de sus obras y de sus palabras sea la luz resplandeciente que oriente nuestros pasos confiadamente hacia la Pascua que no conocerá ocaso.

QUE HIZO JESÚS EL DOMINGO DE RESURRECCIÓN





DOMINGO DE RESURRECCIÓN (27 de Marzo)

En cuanto se hace de día, tres mujeres van al sepulcro donde Jesús estaba enterrado y ven que no está su Cuerpo. Un Ángel les dice que ha resucitado. Van corriendo donde está la Virgen con los Apóstoles y les dan la gran noticia: ¡Ha resucitado! Pedro y Juan corren al sepulcro y ven las vendas en el suelo. Ahora entienden que Jesús es Dios. El desconsuelo que tenían, ayer, se transforma en una inmensa alegría. Y rápidamente lo transmiten a los demás Apóstoles y discípulos. Y todos permanecen con la Virgen esperando el momento de volver a encontrarse con el Señor.

Desde entonces, todos los cristianos podemos tratar al Señor, que está Vivo. Hoy estamos muy contentos y es momento de darle constantemente gracias a Dios.
Como Pedro y Juan, tú también tienes que preocuparte de que tus amigos sepan que Jesús ha resucitado, y le traten. Pídele esa preocupación.


MEDITACIÓN P.CEFERINO SANTOS DOMINGO DE RESURRECCIÓN

ESTÁ VIVO PARA SIEMPRE
En el Evangelio de la Vigilia Pascual unos ángeles preguntaban a las mujeres que habían acudido junto al sepulcro de Cristo: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?" (Lc 24,5). Hoy es día de buscar al que vive para siempre. Y podrían añadirse otros consejos, como los que se encuentran en la palabra de Dios para la Misa del día de Pascua:
"Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, vivo a la derecha de Dios" (Col 3,1). Buscad la vida de arriba, que nunca muere y desciende hasta vosotros del seno de Cristo, el resucitado.
"Buscad a Cristo, vida nuestra" (Col 3,4), para que huyendo de la muerte del pecado comencéis a aparecer, juntamente con Él, en gloria. Buscad al que está vivo para siempre y "ha sido nombrado por Dios juez de vivos y muertos" (Hch 10,42).
Hoy no es día para buscar a Cristo muerto. Ya no está en su sepulcro. "No se lo han llevado" (Jn 20,2) ni han robado su cuerpo como dijeron los judíos. Unos ladrones no pierden tiempo en desatar las vendas y en plegar sudarios y lienzos, enrollados en un sitio aparte (Jn 20,6-7). (El que roba no se para a ordenar las cosas que abandona y que desprecia). Busquemos, pues, a Jesús, resucitado de entre los muertos (Jn 20,9) y vencedor de la muerte.
Busquemos al que está vivo y que se hizo ver de muchos discípulos, "que comieron y bebieron con él después de su resurrección" (Hch 10,41). Es verdad que Cristo resucitado no necesitaba ya comer ni beber, pero lo necesitaban sus discípulos para que pudieran testimoniar la realidad tangible de su cuerpo resucitado y glorioso. Porque el cuerpo de Cristo resucitado parecía otro, un cuerpo espiritualizado, reconocible sólo a los ojos de la fe, dotado de nuevas y maravillosos propiedades como la agilidad y la sutileza con las que atravesaba los muros y las puertas cerradas y se convertía en vida interior de los que creían en Él.
Digamos, pues, desde la fe: ¡Vive Jesús, el Señor! ¡Él vive; Él vive! ¡Vive Jesús, el Señor! Él vive en el seno del Padre para siempre; vive en silencio misterioso de la Eucaristía. Quiere vivir, resucitado y glorioso, en nuestros corazones por la fe y por el amor. Quiere vivir en nosotros como en el corazón de aquel discípulo de Cristo, que al asomarse a su sepulcro vacío: "Vio y creyó" (Jn 20,8). ¡Que así sea: Amén!

sábado, 26 de marzo de 2016

OH CRUZ DE CRISTO, ORACIÓN DEL PAPA EN EL VIA CRUCIS

Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el nombre de la igualdad que tú mismo nos has enseñado.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que por treinta denarios entregan a la muerte a cualquier persona.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra «casa común» que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ancianos abandonados por sus propios familiares, en los discapacitados, en los niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada.
Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los mandamientos.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y en los santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los voluntarios que socorren generosamente a los necesitados y maltratados.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los perseguidos por su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del Evangelio.
Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo.
En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las tinieblas a la luz.
Oh Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la humanidad del diluvio del pecado, líbranos del mal y del maligno. Oh Trono de David y sello de la Alianza divina y eterna, despiértanos de las seducciones de la vanidad. Oh grito de amor, suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y de la luz.
Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar. Amén.

EL TRIDUO PASCUAL. PAPA FRANCISCO


Tres días intensos que nos hablan de la misericordia de Dios, pues hacen visible hasta dónde puede llegar su amor por nosotros”, así describió el Papa Francisco el Triduo Pascual que celebraremos en este Año de la Misericordia.
Durante su catequesis semanal en la plaza de San Pedro ante miles de peregrinos, el Obispo de Roma animó a que en estos días santos “acojamos en nuestro corazón la grandeza del amor divino en el misterio de laMuerte y Resurrección del Señor”.
Además, el Papa recordó las palabras del Evangelio de Juan que son “la clave para comprender el sentido profundo” de estos días: «Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» y añadió que el Triduo Pascual “es el memorial de un drama de amor que nos da la certeza de que nunca seremos abandonados en las pruebas de la vida”.
Posteriormente, el Pontífice explicó que elJueves Santo, con la institución de la Eucaristía y el lavatorio de los pies “Jesús nos enseña que la Eucaristía es el amor que se hace servicio” y el Viernes Santo es un “momento culminante del amor, un amor que quiere abrazar a todos sin excluir a nadie con una entrega absoluta”.
Por último, el Papa destacó que el Sábado Santo “es el día del silencio de Dios” que es un “gran misterio de amor y de misericordia” y que “nuestras palabras son pobres e insuficientes para expresarlo con plenitud” ya que Jesús “comparte con toda la humanidad el drama de la muerte, no dejando ningún espacio donde no llegue la misericordia infinita de Dios” y agregó que “en este día, el amor no duda, sino que espera confiado en la palabra del Señor hasta que Cristo resucite esplendente el día de la pascua”.

QUÉ HIZO JESÚS EL SÁBADO SANTO




SÁBADO SANTO (26 de Marzo)
Jesús ha muerto. Todo el día de hoy, su Cuerpo reposa en el sepulcro, frío y sin vida. Ahora nos damos cuenta de lo que pesan nuestros pecados. Jesús ha muerto para redimirnos.
Estamos tristes. La Virgen María también está triste, pero contenta porque sabe que resucitará. Los Apóstoles van llegando a su lado, y Ella les consuela.
Pasa el día unido a la Virgen, y con Ella acompáñale a Jesús en el sepulcro. Haz el propósito de correr al regazo de la Virgen cuando te hayas separado de Él.

MEDITACIÓN P.CEFERINO SANTOS. SÁBADO SANTO

LA NUEVA CREACIÓN
Las lecturas de la Vigilia Pascual comienzan hablándonos de la primera y maravillosa creación (Gn 1,1-31; 2,1-2) y terminan hablándonos de la nueva creación, que se inaugura con Cristo resucitado y con la vida nueva (Rm 6,4) a la que nos incorpora. En Cristo muerto y resucitado nuestra vieja condición ha sido crucificada (Rm 6,6) y comienza un nuevo vivir para Dios (Rm 6,10). Ahora también se cumple de modo pleno aquella vieja promesa hecha a Abrahán de ser padre de un pueblo tan numeroso como las estrellas del cielo o las arenas del mar (Gn 22,17); son la nueva generación de hombres y mujeres nacidos a la vida del Resucitado.
Ahora, con Cristo resucitado al frente, hemos cruzado el Mar Rojo de la muerte (Ex 14,29) y comenzamos a vivir la vida de los hijos de Dios. Ahora, la pesada piedra del sepulcro de Cristo ha sido corrida (Lc 24,2) para que su elegido no conozca la corrupción del sepulcro, sino la luz de la vida.
Desde hoy, el mensaje de los ángeles a las mujeres del sepulcro es plenamente verdadero: "No está aquí", donde está la muerte del sepulcro... Ha resucitado (Lc 24 6) y está donde la vida ya no termina jamás. ¡En Cristo resucitado ha comenzado ya la nueva creación: Aleluya! En el Resucitado ha comenzado para nosotros la vida nueva y los hijos de Dios. ¡Aleluya, Aleluya! Amén.

P.CEFERINO Santos 

viernes, 25 de marzo de 2016

QUÉ HIZO JESÚS EL VIERNES SANTO


VIERNES SANTO (25 de Marzo)
Hoy muere. Al amanecer del viernes, le juzgan. Tiene sueño, frío, le han dado golpes. Deciden condenarle y lo llevan a Pilatos. Judas, desesperado, no supo volver con la Virgen y pedir perdón, y se ahorcó. 

Los judíos prefirieron a Barrabás. Pilatos se lava las manos y manda crucificar a Jesús. Antes, ordenó que le azotaran. La Virgen está delante mientras le abren la piel a pedazos con el látigo. Después, le colocan una corona de espinas y se burlan de Él. Jesús recorre Jerusalén con la Cruz. Al subir al Calvado se encuentra con su Madre. Simón le ayuda a llevar la Cruz. Alrededor de las doce del mediodía, le crucificaron. Nos dio a su Madre como Madre nuestra y hacia las tres se murió y entregó el espíritu al Padre. Para certificar la muerte, le traspasaron con una lanza. Por la noche, entre José de Arimatea y Nicodemo le desclavan, y dejan el Cuerpo en manos de su Madre. Son cerca de las siete cuando le entierran en el sepulcro.


¡Dame, Señor dolor de amor! Ojalá lleves en el bolsillo un crucifijo y lo beses con frecuencia.

MEDITACIÓN P.CEFERINO SANTOS. VIERNES SANTO

¿A QUIEN BUSCÁIS?
La pregunta que Jesús hizo en la noche del Huerto de los Olivos a la patrulla que venía a prenderle, puede repetírnosla hoy, Viernes Santo, a nosotros, sus discípulos: "¿A quién buscáis?" (Jn 18,4). Nuestra respuesta hoy ha de ser parecida a la que dieron los esbirros que venían a prenderle: "BUSCAMOS A JESÚS, EL NAZARENO" (Jn 18,7); pero buscamos al Cristo Crucificado con fe y con amor; buscamos a nuestro único Salvador, que "se ha convertido en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen (Hb 5,9).
Le buscamos como protector y apoyo en nuestras debilidades: "A estos dejadlos ir libres" (Jn 18,8). "Padre, no he perdido ninguno de los que me diste" (Jn 18,9).
Buscamos a Jesús como sanador de las heridas que nos deja la violencia de la vida: "Pedro sacó la espada e hirió al criado del Sumo sacerdote" (Jn 18,10). En Ti, Señor Jesús, buscamos "a aquél con cuyas cicatrices somos curados" (Is 53,5). Y Te pedimos que, cuando nos alejemos de Ti como Pedro con nuestras negaciones, nos salgas al encuentro como Salvador y como amor misericordioso, antes de que el gallo acusador cante nuestro pecado (Jn 18,27).
Buscamos a Jesús, condenado a muerte por nuestros pecados, para darle gracias por habernos sustituido en la condena, que nosotros merecíamos, y por sentirnos salvados, gracias a que quiso ser nuestro Redentor: "Cargó sobre él todos nuestros crímenes" (Is 53,6).
Te buscamos a Ti, oh Cristo, como Rey, para que nos introduzcas en tu Reino, que no es de este mundo (Jn 18,36) y que nos eleva hacia lo alto. Te buscamos para adorarte en el trono de tu Cruz. Te buscamos a Ti, como Maestro y defensor de la verdad (Jn 18,38) y porque queremos elegirte a Ti en vez de Barrabás (Jn 18,40), como Señor y como Dios.
Te buscamos a Ti, Jesús azotado y coronado de espinas por nuestros pecados (Jn 19,1-2) y que nos rescatas de ellos con tus dolores y tu sangre: "él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores" (Is 53,12).
Te buscamos a Ti, cargado con la cruz (Jn 19,17), para que nos ayudes a llevar las cruces de los hombres y éstas se conviertan en bendiciones. Te buscamos a Ti, despojado de tus vestidos (Jn 19,23), para que con tu riqueza vistas nuestra desnudez y nuestra pobreza.
Te buscamos, Jesús crucificado, para que nos entregues como hijos a tu Madre María (Jn 19,27) y pasemos a ser de tu familia, hermanos tuyos redimidos por la fraternidad en Ti.
Te buscamos a Ti, sediento en la cruz (Jn 19,28) para darte nuestro amor y para apagar tu sed de almas.
Te buscamos como Sumo Sacerdote, que penetras los cielos y que te compadeces de nuestras flaquezas (Hb 4,14-15). Te buscamos para que concluyas tu obra de salvación en nosotros y nos digas: "Todo está cumplido" (Jn 19,30). Te buscamos para que al morir nos entregues tu Espíritu (Jn 19,30).
Y buscamos tu Corazón, traspasado por una lanza (Jn 19,34), como refugio seguro de santidad y de paz. Buscamos el agua y la sangre que brotan de tu costado y a la Iglesia, la nueva Eva, nacida de Ti. Y buscamos tu cuerpo muerto, en el sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía (Jn 19,41), para esperar y ver la gloria resplandeciente de tu Resurrección. Deja, Jesús, que te busquemos hoy y siempre como al Hijo vivo de Dios.
N.B.- Durante el Viernes Santo o en la mañana del Sábado Santo podríamos meditar con fruto las Palabras del Testamento de amor que Cristo nos dejó desde su Cruz.
P.Ceferino Santos S.J.)


PALABRAS DESDE LA CRUZ
Las últimas palabras de Cristo en la Cruz son para nosotros como un testamento, en primer lugar, de misericordia, según el Evangelio de San Lucas.
1ª "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).
La oración de perdón de Cristo al Padre se basa en la ignorancia del hombre sobre las dimensiones de su pecado y trata como de disminuir nuestra culpa. No se ha de extender sólo a los judíos que estaban presentes ante la cruz, sino a toda la humanidad de todos los tiempos. El perdón de Cristo se extiende sobre los judíos, que no saben lo que hacen y condenan a Jesús, el Santo de Dios, como blasfemo, siendo el único que da verdaderamente gloria a Dios.
Se extiende el perdón de Jesús sobre toda la humanidad, que ignora la magnitud de su pecado.
Gracias a la intercesión y al perdón de Cristo somos hechos salvos: Jesús "recibirá muchedumbres por botín, por haberse entregado a la muerte y ser contado entre los pecadores" (Is 53,12). El Padre ha escuchado la oración del, Hijo y Él también nos perdona: "perdona nuestras ofensas, porque nosotros también queremos perdonar a los que nos han ofendido". Jesús: enséñanos a perdonar con el perdón de Dios.
2ª "Yo te aseguro que hoy estarás Conmigo en el paraíso" (Lc 23,43).
El perdón que Cristo pedía a su Padre, llegó rápidamente a uno de los dos ladrones crucificados con Él. Le llegó el arrepentimiento y la confesión de sus culpas: "Nosotros recibimos lo merecido por nuestras fechorías" (Lc 23,41). Le llegó al ladrón arrepentido el conocimiento y la fe testimonial de quien era Jesús. Este nada malo ha hecho" (lb.). Le llega la esperanza del Remo de Dios: Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino" (Lc 23,42). Y le llega el perdón de Jesús: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23,43).
Jesús quiere continuar hoy su oficio de salvador de los pecadores desde el trono de la cruz. Jesús quiere perdonar a los ladrones y a los asesinos de hoy; a los Zaqueos y Magdalenas de hoy, a los Pedros que le niegan y a los discípulos que le olvidan y se alejan en pos de ilusiones y mentiras. Que nadie vuelva a rechazar hoy tu perdón como lo hizo Judas o el mal ladrón. Míranos, Jesús, con ojos de misericordia y de amor, ahora que Tú entras en tu Reino y prepararnos en el un lugar para nosotros. ¡Sálvanos y seremos salvos!
(Hay otras palabras de Cristo en la Cruz en los evangelios de San Juan y San Marcos).  
3ª "Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu Madre." (Jn 19,26-27). 
María, la primera redimida y santificada, está junto a la cruz de su Hijo. María, la nueva Eva va a ser por la actuación de Cristo, el Nuevo Adán, la Madre espiritual de todos los redimidos. Y María los acoge y los recibe como cosa suya, los cuida y los protege frente al mal del mundo. "Madre: somos tus hijos, nacidos de ti por la sangre redentora de tu Hijo y por la sombra del Espíritu. ¡Gracias, Madre! por escuchar el encargo de tu Hijo y acogernos como verdaderos hijos tuyos.
Nosotros también te acogemos como madre y queremos formar Contigo la comunidad nueva de los hijos de Dios, la Iglesia nacida junto a la Cruz. Sigue, Madre, engendrando con tu dolor corredentor nuevos hijos tuyos al pie de la cruz. No dejes que se pierdan tus hijos y que se desperdicie la sangre redentora de Jesús.
4ª "Tengo sed" (Jn 19,28). 
Los crucificados padecían la horrible sed de la deshidratación y de la pérdida de sangre en la cruz. Ahora, se cumplía en Cristo la Escritura: "Por bebida para mi sed, me dieron vinagre" (Sl 69,22). Jesús también tiene sed de beber la última gota
de sufrimientos de su cáliz redentor. Tiene sed de que la voluntad. de su Padre se cumpla hasta el final. Tiene sed de almas, que no quiere que se pierdan ni pasen la sed de los réprobos, que desean sin lograrlo una gota de agua.
Danos a nosotros, Jesús, sed por la gloria del Padre. Danos sed de las aguas vivas de tu Espíritu. Danos sed de cumplir el querer de Dios; sed de santidad y de evangelización. Danos sed de tu amor y de tu vida. Danos sed de salvación de las almas que Tú redimiste con tus sufrimientos, tu sed y tu muerte. Y danos sed de Ti, fuente de aguas vivas que manan eternamente.
5ª Jesús clamó con voz potente: "Eloí, Eloí, lemá sabactaní: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15,34).
Tanto Marcos como Mateo (Mt 27,46) recogen este grito de angustia de Cristo, que remite al comienzo del salmo 22,2. Se habían hecho tinieblas sobre la tierra (Mc 15,33); el sol se oscureció al ver morir a su Dios. Jesús, que ha tomado sobre sí todo el pecado del mundo, siente en sí el abandono del pecador que ha perdido a Dios, la angustia destructora del mal moral, el rechazo de Dios por el pecado innumerable de los hombres, y clama a Dios por remedio. Ahora, Cristo no llama a Dios su Padre; ahora siente el rechazo de Dios por los pecados de los hombres que Él ha asumido sobre sí. Invoca a Dios sin el nombre suavísimo de Padre, y Dios le escucha: "Cuando le invocaba le escuchó" (Sl 22,25). "Yo nunca te abandonaré" (Hb 13,5). Queremos confiar siempre en Dios, rico en piedad y misericordia. Que él pueda también decimos a nosotros: Yo nunca te abandonaré.
6ª "Todo se ha cumplido" (Jn 19,30).
Cristo en la cruz ha terminado su obra redentora. Están cumplidas las Escrituras que hablan de Cristo; cumplida está la redención de la humanidad por la sangre y la muerte de Jesús. Se cumplió la misión de Jesús entre los hombres, su misión redentora y la glorificación del Padre. Se había cumplido el perdón de los pecados de los hombres. Se había realizado la nueva filiación de los hijos de Dios.
Desde ahora, Cristo y nosotros también podemos volver a llamar a Dios "Padre". Ahora, Satanás ya ha sido echado fuera. La victoria de Cristo está cumplida. ¡Jesús: ya puedes pasar a la gloria del Padre como triunfador! ¡Bendita sea tu victoria!
7ª Dando un gran grito, Jesús dijo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46).
Cristo, en el momento de morir, repite, retocadas, las palabras del Salmo 30,6. En vez de decir: "Señor, en tu mano encomiendo mi vida", dice: "Padre, en tus manos... " Ahora, Cristo ha terminado su obra redentora y vuelva a llamar a Dios con el nombre dulcísimo de "Padre". Jesús concluye su obra y su vida, recitando el salmo de la oración vespertina de los judíos. Pero, Dios es ya el Padre amoroso y cercano, que le recibe en su seno.
Nosotros ponemos también nuestro espíritu, con Jesús, en manos de su Padre. Y con San Esteban lo ponemos en manos de Jesús: "Señor Jesús, recibe mi espíritu" (Hch 7,59). Estamos en buenas manos.
"Bendito seas, Señor Jesús, que tanto hiciste por nosotros desde el árbol de la Cruz. Intercede desde la cruz por nosotros. ¡Sálvanos y seremos salvos! ¡Glorificado seas, bendito Redentor!"
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que Te quiero Te quisiera.

jueves, 24 de marzo de 2016

QUÉ HIZO JESÚS EL JUEVES SANTO



JUEVES SANTO (24 de Marzo)

La última Cena. Por la mañana de¡ Jueves, Pedro y Juan se adelantan para preparar la cena en Jerusalén. A la tarde llegaron al Cenáculo. Allí Jesús lavó los pies uno a uno. Luego, sentados a la mesa celebra la primera Misa: les da a comer su Cuerpo y su Sangre y les ordena sacerdotes a los Apóstoles para que, en adelante, ellos celebren la Misa. Judas salió del Cenáculo antes, para entregarle. Jesús se despidió de su Madre y se fue al huerto de los Olivos. Allí sudó sangre, viendo lo que le esperaba. 

Los discípulos se durmieron. Llegó Judas con todos los de la sinagoga y le da un beso. Entonces, le cogieron preso y todos los Apóstoles huyeron. Lo llevan al Palacio de Caifás, el Sumo Sacerdote. Le interrogan durante toda la noche: no duerme nada.

Hazle tú hoy compañía al Señor, que está solo. Haz el propósito de no abandonarle nunca, y de visitarle con frecuencia en el sagrario.

HOMILÍA PAPA FRANCISCO JUEVES SANTO

Después de la lectura del pasaje de Isaías, al escuchar en labios de Jesús las palabras: «Hoy mismo se ha cumplido esto que acaban de oír», bien podría haber estallado un aplauso en la Sinagoga de Nazaret. Y luego podrían haber llorado mansamente, con íntima alegría, como lloraba el pueblo cuando Nehemías y el sacerdote Esdras le leían el libro de la Ley que habían encontrado reconstruyendo el muro. Pero los evangelios nos dicen que hubo sentimientos encontrados en los paisanos de Jesús: le pusieron distancia y le cerraron el corazón.
Primero, «todos hablaban bien de él, se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca» (Lc 4,22); pero después, una pregunta insidiosa fue ganando espacio: «¿Pero no es este el hijo de José, el carpintero?». Y al final: «Se llenaron de ira» (Lc 4,28). Lo querían despeñar... Se cumplía así lo que el anciano Simeón le había profetizado a nuestra Señora: «Será bandera discutida» (Lc 2,34). Jesús, con sus palabras y sus gestos, hace que se muestre lo que cada hombre y mujer tiene en su corazón.
Y allí donde el Señor anuncia el evangelio de la Misericordia incondicional del Padre para con los más pobres, los más alejados y oprimidos, allí precisamente somos interpelados a optar, a «combatir el buen combate de la Fe» (1 Tm 6,12). La lucha del Señor no es contra los hombres sino contra el demonio (cf. Ef 6,12), enemigo de la humanidad. Pero el Señor «pasa en medio» de los que buscan detenerlo «y sigue su camino» (Lc 4,30). Jesús no confronta para consolidar un espacio de poder. Si rompe cercos y cuestiona seguridades es para abrir una brecha al torrente de la Misericordia que, con el Padre y el Espíritu, desea derramar sobre la tierra. Una Misericordia que procede de bien en mejor: anuncia y trae algo nuevo: cura, libera y proclama el año de gracia del Señor.
La Misericordia de nuestro Dios es infinita e inefable y expresamos el dinamismo de este misterio como una Misericordia «siempre más grande», una Misericordia en camino, una Misericordia que cada día busca el modo de dar un paso adelante, un pasito más allá, avanzando sobre las tierras de nadie, en las que reinaba la indiferencia y la violencia.

MEDITACIÓN P.CEFERINO SANTOS.JUEVES SANTO

HA LLEGADO MI HORA
La Iglesia proclama el Jueves como hora de amor, de solidaridad y de tolerancia entre los hombres, porque Cristo se hizo antes amor tolerante y solidario para todos. Los Judíos recalcaban la importancia de la Pascua como la hora del Paso liberador de Dios a favor de su pueblo: "Así celebraréis mi Pascua" (Ex 12,14). Y con ellos nosotros celebramos la Pascua de Cristo como la hora de su paso al Padre, como la hora de la purificación y del servicio, del amor y del sacrificio sacerdotal y eucarístico, como la hora de la liberación. En Caná aún no había llegado la hora de Cristo (Jn 2,4). Ahora, sí; ya ha llegado la hora de Cristo.
1. La Pascua es la hora de pasar al Padre (Jn 13,1). Es la hora de culminar el amor al Padre y Cristo, el Hijo, desea retornar a la gloria que tenía antes del comienzo del mundo. Ahora, va a volver al Padre con un cuerpo, antes sacrificado y luego resucitado y glorioso. Ya la vez que Cristo se goza por su vuelta al Padre siente la angustia por el modo doloroso y cruento por el que ha de pasar.
También nosotros salimos del Padre y al Padre hemos de volver. ¡Acompáñanos!, Jesús, en ese momento difícil y gozoso, en esa hora de volver al Padre, de salir del tiempo para entrar en la eternidad. Es la hora de salir de nuestro Egipto para entrar en la dimensión prometida de lo eterno; hora de salir de nuestro yo para abrimos al Reinado de Dios.
2. La Pascua es hora de purificación. Antes de pasar al Padre el hombre ha de ser purificado: Es Jesús mismo quien quiere lavar nuestros pies, manchados del polvo del camino: "Jesús se puso a lavar los pies a los discípulos" (Jn 13 5). Con el agua se limpian nuestros pies; con el bautismo del Espíritu se limpian nuestras almas; con el contacto de las manos de Cristo se fortalecen nuestras plantas para recorrer los caminos del Señor. ¡Bendita imposición de manos que nos sana y fortalece! Es la hora de pasar de las manchas a la limpieza, de la debilidad a la salud de la pasividad al servicio en el amor.
3. La Pascua es hora del servicio generoso, definitivo, sin límites. Aquí el servicio se hace entrega y la entrega autoinmolación. El Rey eterno se hace siervo; el Sumo Sacerdote, víctima; el enviado del cielo es el que se inclina a servir en la tierra.
El cristiano no puede ser más que su Señor. Ha de servir al Padre y a los hermanos desde la humildad y el abajamiento, desde el querer del Padre y las mociones del Espíritu hasta la propia inmolación. ¡Pascua de abajamiento y de servicio!
4. La Pascua es hora de entrega sacrificial. Se entrega la disponibilidad y el tiempo, el cuerpo y el alma con sus capacidades y potencias en sacrificio por los amigos y por los enemigos; se entrega la misma vida. "Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros" (1 Co 11,24), nos dice Cristo. Y añade: "Haced esto en memoria mía" (1 Co 11,24b). y el sacrificio y la entrega de Cristo se continuarán por nosotros, con la institución de la Eucaristía a lo largo de los siglos. ¡Pascua bendita: sacrificio sacerdotal de Cristo por nosotros, continuado sin cesar hasta el fin!
5. La Pascua es también la hora del Amor mayor, de aquél que da la vida por sus amigos (Jn 15,13), el cuerpo por sus amados, su Sangre por sus redimidos. El amor sacerdotal de Cristo dura en la Eucaristía hasta el fin de los tiempos: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).
6. La Pascua es hora de liberación. Es hora de salir del Egipto de la esclavitud del pecado. Es la hora de echar fuera al príncipe de este mundo (Jn 14,30). La sangre de Cristo, marcada en nuestras almas, nos libera de la muerte. Y nos libera del poder del demonio: "Ahora el príncipe de este mundo ha sido juzgado" (Jn 16,11). Y nosotros somos liberados por Cristo y con Cristo de las esclavitudes multiformes del Maligno.
"Señor Jesús: se acerca la hora de tu triunfo. Pero es un triunfo al que se llega por la humillación y por la entrega, por el amor y por la cruz. ¡Señor victorioso: bendito seas!

P.Ceferino Santos