sábado, 30 de mayo de 2015

SIGNIFICADO DE LA SEÑAL DE LA CRUZ

¿SABIAS EL HERMOSO SIGNIFICADO EL DE LA SEÑAL DE LA CRUZ?

 Es precioso por su historia, por su significado y por su poder.
Es la señal de mi fe; muestra quién soy y lo que creo. Es el resumen del Credo.
Es la señal de mi agradecimiento.

Tengo que hacer con amor y emoción este gesto que me recuerda que Jesús ha muerto por mí.
Es la señal de mi intención de obrar, no para la Tierra, sino para el Cielo.

Al hacerla, y pronunciando estas misteriosas palabras "EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO" me comprometo a obrar:
• en el nombre del Padre que me ha creado,
• en el nombre del Hijo que me ha redimido,
• en el nombre del Espíritu Santo que me santifica.

En una palabra: a actuar como hija o hijo de Dios.

Este signo es la señal de la consagración de toda mi persona.
Al tocar mi frente: «ofrezco a Dios todos mis pensamientos.
Al tocar mi pecho: consagro a Dios todos los sentimientos de mi corazón.
Al tocar mi hombro izquierdo: le entrego todas mis penas y preocupaciones.
Al tocar mi hombro derecho: le consagro mis acciones.

 La señal de la Cruz es en sí misma fuente de grandes gracias.
Debo considerarla como la mejor preparación a la oración, pero ya es en sí misma una oración, y de las más impresionantes. Es una bendición.

Si me emociona ser bendecido por el Papa, por un Obispo, ¡Cuánto más ser bendecida por el mismo Dios!.

Foto de Susana de Jergus. Señor, concédeme la gracia de hacer de mi señal de la cruz un "Heme aquí" motivador para la oración, para la acción, para mi día entero; así como una poderosa llamada de las bendiciones del cielo sobre mí.
 

SEGUIMOS HONRANDO A NUESTRA MADRE SANTÍSIMA EN SU MES

Foto de AnaM - stickers religiosos.


Seguimos en mayo, mes de María, nuestra Madre.
Honrémosla con alguna muestra de cariño.
 
CÁNTICO: «VENID Y VAMOS TODOS»
Venid y vamos todos con flores a porfía
con flores a María
que Madre nuestra es.

De nuevo aquí nos tienes purísima doncella
más que la luna bella postrados a tus pies.
 
A ofrecerte venimos flores del bajo suelo
con cuánto amor y anhelo Señora Tú lo ves.

ORACIÓN PREPARATORIA

Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno que haya acudido a tu patrocinio, implorado tu auxilio, o pedido tu socorro, haya sido abandonado de Ti. Animado por esta confianza, vengo a Ti, me refugio en Ti, yo pecador gimo delante de Ti. No quieras, ¡oh Madre del Verbo Eterno!, despreciar mis súplicas; antes bien, escúchalas favorablemente, y haz lo que te suplico. Amén.
INVOCACIONES AL DULCE NOMBRE DE MARÍA

 Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida, acuérdate de mí, miserable pecador. Avemaría.
Acueducto de las divinas gracias, concédeme abundancia de lágrimas para llorar mis pecados. Avemaría.
Reina del cielo y de la tierra, sé mi amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos. Avemaría.
Inmaculada hija de Joaquín y Ana, alcánzame de tu santísimo Hijo las gracias que necesito para mi salvación. Avemaría.
Abogada y refugio de los pecadores, asísteme en el trance de mi muerte y ábreme las puertas del cielo. Avemaría.

CÁNTICO: BAJO TU AMPARO

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desoigas la oración de tus hijos necesitados y líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

FLORES PARA LA VIRGEN

¿Por quién hizo Dios las flores, si no las hizo por Ti?
Sugerencias de obsequios espirituales que se pueden ofrecer al Señor, por medio de la Virgen, para cada día del mes de mayo.

N. Recibe, Madre, las flores de nuestro amor y nuestra alegría.R. Para que tu gozo sea cumplido.

 1. Prontitud para el trabajo, empezando por levantarme sin pereza.
 2. Examinar mi devoción a la Virgen y cómo la practico.
 3. Examinar mi consagración a Cristo y a su Corazón.
 4. Poner los medios para estar en gracia de Dios.
 5. Estudiar cómo debo guardar la pureza de pensamiento y obras.
 6. Procurar ser amable con los demás.
 7. Reflexionar si cumplo lo que Dios quiere de mi.
 8. Aceptar algo del Magisterio, o de la Religión, que me moleste.
 9. Hablar de la Virgen.
10. Recordar algo que me desagrade de otros, y disculparlos.
11. Repetir mi juramento cristiano de lealtad a Cristo y al Papa.
12. Estar un rato comparando mi vida con la de María.
13. Desprenderme de algo en beneficio de otra persona.
14. Hacer con especial cuidado el examen de la noche.
15. Hacer con especial cuidado el ofrecimiento de obras.
16. Comulgar pidiendo fortaleza en las tentaciones.
17. Proponer hacer los cinco primeros sábados.
18. Recitar con devoción el Ángelus.
19. Visitar algún enfermo.
20. Rezar todos los días las tres Avemarías al levantarme y acostarme.
21. Dar un donativo para alguna necesidad.
22. Encomendar a la Virgen mis dificultades y aceptar su decisión.
23. Pedir al Ángel de la guarda remordimiento por mis pecados de omisión.
24. Ofrecer algunas mortificaciones por el fruto de mi apostolado.
25. Descubrir en qué tengo respeto humano, y vencerlo.
26. Ver si todas mis lecturas y espectáculos los aprobará la Virgen.
27. Meditar un rato en el valor de la castidad.
28. Revisar si en todas mis ocupaciones y diversiones imito a Cristo.
29. Pensar con alegría en el cielo, y prepararme para la muerte, quizá repentina.
30. Rezar el Rosario con devoción.
31. Quitar de mi algo que moleste a los demás.


V. Guarda en tu corazón las flores que te ofrecemos. R. Para que ahora y siempre nuestro amor y nuestra alegría, nuestra castidad y nuestra esperanza, sean la prenda bendita de tu gozo y del nuestro

ORACIÓN FINAL

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza; a Ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, te ofrezco desde este día alma, vida y corazón. ¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!

(devocionario.com)
 

LA NUEVA EVANGELIZACIÓN DEBE CONVERTIRNOS EN INSTRUMENTOS DE SALVACIÓN


Mensaje al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización

El Papa asegura que la nueva evangelización debe convertirnos en instrumentos de salvación

«La nueva evangelización es tomar conciencia del amor misericordioso del Padre para convertirnos también nosotros en instrumentos de salvación para nuestros hermanos», dijo este viernes el papa Francisco a los participantes de la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización dedicada a la relación entre la evangelización y la catequesis.
 
(Aica/InfoCatólica) El Papa Francisco explicó que confió a ese dicasterio la preparación del Jubileo extraordinario de la Misericordia para que «se evidencie todavía más que el don de la misericordia es el anuncio que la Iglesia está llamada a transmitir en su obra de evangelización en esta época de grandes cambios».
El pontífice precisó que estos cambios representan una «feliz provocación» para «entender los signos de los tiempos que el Señor ofrece a la Iglesia, para que sea capaz - como lo ha sido en el curso de dos mil años - de llevar a Jesucristo a los hombres de nuestro tiempo».
«La misión es siempre la misma -observó- pero el lenguaje para anunciar el Evangelio, exige ser renovado con sabiduría pastoral. Esto es esencial tanto para que nos entiendan nuestros contemporáneos, como para que la tradición católica hable a las culturas del mundo de hoy y las ayude a abrirse a la fecundidad perenne del mensaje de Cristo. Son tiempos de grandes retos y no debemos temer hacerlos nuestros porque sólo en la medida en que nos haremos cargo de ellos, seremos capaces de dar respuestas coherentes formuladas a la luz del Evangelio. Esto es lo que la gente espera hoy de la Iglesia: que sepa caminar con ellos, ofreciendo la compañía del testimonio de la fe, que nos hace solidarios con todos, especialmente con los más solos y marginados».
«¡Cuántos pobres esperan el Evangelio que libera! ¡Cuántos hombres y mujeres, en las periferias existenciales generadas por la sociedad consumista, esperan nuestra cercanía y nuestra solidaridad!», exclamó.

La ayuda que invocamos es el primer paso de la misericordia divina

Francisco subrayó la importancia de «la catequesis como espacio dentro del cual la vida de los cristianos madura porque hace experiencia de la misericordia de Dios». Pero no con una idea abstracta de misericordia, «sino una experiencia concreta con la que comprendemos nuestra debilidad y la fuerza que viene de lo alto».
Además, confirmó que «la ayuda que invocamos es ya el primer paso de la misericordia de Dios hacia nosotros. Él viene a salvarnos de la condición de debilidad en la que vivimos. Y su ayuda consiste en hacernos captar su presencia y su cercanía. Día a día, tocados por su compasión, podemos también nosotros hacernos compasivos con todos».
Por otro lado, el Papa señaló que «el Espíritu Santo, que es el protagonista de la evangelización, es también el artífice del crecimiento de la Iglesia en el comprender la verdad de Cristo. Es Él quien abre el corazón de los creyentes y lo transforma para que el perdón recibido pueda convertirse en experiencia de amor por los hermanos».
El pontífice explicó que la pregunta sobre cómo estamos educando en la fe no es retórica sino esencial. La respuesta requiere «valentía, creatividad y decisión de emprender caminos a veces aún inexploradas».
El Obispo de Roma afirmó que la catequesis necesita ir más allá de la simple esfera escolar, para educar a los creyentes, desde niños, para encontrar a Cristo, vivo y operante en su Iglesia.
«El encuentro con Él es lo que suscita el deseo de conocerlo mejor y por tanto de seguirlo y de convertirse en sus discípulos», sostuvo y reconoció que «el desafío de la nueva evangelización y de las catequesis, por tanto, se juega precisamente sobre este punto fundamental: cómo encontrar a Cristo, cuál es el lugar más coherente para encontrarlo y seguirlo».


infocatolica.com

viernes, 29 de mayo de 2015

¿QUÉ ES UN CURSILLO DE CRISTIANDAD? RESPONDEN LOS PAPAS

Foto de Cursillos DE Cristiandad Diocesis Aguascalientes.

30 MAYO: RECITAL VIOLONCHELO BARROCO

 
Sábado 30 de mayo de 2015 - 21 horas
Recital de Violonchelo Barroco
Manuel de Moya Pinilla, violonchelo barroco

Obras de Bach y Dall'Abaco
 
MONASTERIO DE SAN BERNARDO
DE ALCALÁ DE HENARES
Plaza de Bernardas, s/n
 
Entrada libre

VER VÍDEO DE MANUEL DE MOYA INTERPRETANDO A BACH
EN LA CATEDRAL DE ALCALÁ DE HENARES:

jueves, 28 de mayo de 2015

31 de mayo. Jornada Pro Orantibus 2015. Carta de Mons. Reig



¡SÓLO DIOS BASTA!
JORNADA “PRO ORANTIBUS”
 
Alcalá de Henares, a 25 de mayo de 2015
 
La Jornada “Pro orantibus” nos invita a volver nuestra mirada hacia los monasterios de nuestra diócesis. Como no podía ser de otro modo se nos propone como lema un texto teresiano: Sólo Dios basta. Quizá estemos acostumbrados a escucharlo muchas veces y nos suene a conocido, pero es, sin lugar a dudas, el núcleo de nuestra experiencia cristiana.
 
Muchas veces me pregunto, contemplando el panorama de secularización e indiferencia religiosa que nos rodea, cuál debe ser la respuesta de los creyentes y cómo poder llegar al corazón de las personas. Son muchas las iniciativas en nuestra diócesis y muchos los fieles que ofrecen su testimonio de vida como una luz que se enciende en medio de tanta oscuridad cultural y que brilla junto a modos de vivir alejados de Dios, indiferentes e incluso hostiles a la fe cristiana. Son también muchas las obras de acogida a las personas, a las familias, la práctica de la caridad y las obras de misericordia presentes en nuestras parroquias y comunidades cristianas. Los sacerdotes y los religiosos procuran con afán llevar adelante la obra de la evangelización y la enseñanza religiosa contando con la colaboración de tantos fieles laicos y de movimientos eclesiales. Sin embargo es necesario constatar que muchas personas carecen de vida interior, que España está dando los síntomas de una sociedad enferma, carente de alma y que ha ido perdiendo los signos de identidad que le proporcionaba la tradición católica.
 
Esta situación, queridas contemplativas, reclama una vuelta al radicalismo evangélico. Así lo vengo pregonando constantemente a los fieles de la diócesis, a los sacerdotes y miembros de la vida consagrada. Es en este contexto en el que se sitúa vuestra vida personal y la de las comunidades monásticas de nuestra Iglesia particular. Vosotras, queridas contemplativas, nos estáis gritando con vuestro silencio y vuestra clausura que Dios está vivo, que es el único que plenifica el corazón humano, que es la respuesta justa y adecuada a las ansias de bien y de verdad que hay en cada uno de nosotros. Por eso el lema teresiano “Sólo Dios basta” considero que acierta de lleno a comunicar vuestro modo de vida, que sintetiza la experiencia del contemplativo, que indica el camino de renovación de la Iglesia haciendo patente el radicalismo evangélico que necesitamos.
 
Gracias, queridas hermanas, porque sois como una lámpara que brilla entre las tinieblas. Primero gracias por vuestro ser. Sois un regalo de Dios para nuestra diócesis. Gracias también por vuestra oración, por vuestras obras. Gracias porque sostenéis con vuestra intercesión nuestra vida apostólica y toda la misión confiada a las familias, a las parroquias y movimientos.
 
No es el momento de incertidumbres. Sabemos bien de Quien nos hemos fiado. Unidos al Santo Padre, al obispo y a todos los sacerdotes, hemos de continuar sembrando esta tierra con las semillas de la gracia hasta el martirio si así el Señor nos lo pidiese. Mientras tanto, entre luces y sombras, os invito a gozar de la auténtica alegría que es fruto del Espíritu Santo. Es la alegría de la Virgen María que proclama la grandeza del Señor.
 
Ruego a todos los diocesanos que oren por vosotras, que con solicitud cuiden de vuestras necesidades y reclamen al Señor que os regale vocaciones. Nuestra diócesis de Alcalá de Henares os necesita, necesita de vuestra entrega total a Dios; necesita de vuestra virginidad que evidencia que “Sólo Dios basta”, que El es el tesoro escondido, la perla preciosa que invita a dejarlo todo porque hemos encontrado lo único necesario. También os necesitan los sacerdotes y vuestro obispo que cuenta con vuestra oración para no desfallecer en el combate por el Evangelio. En estos momentos difíciles y complejos os necesita también España, tierra plagada de tantos santos, vírgenes, confesores y mártires. Nosotros, los creyentes católicos, no podemos mirar con indiferencia la descristianización de nuestra tierra. Así nos lo reclaman los santos Niños Justo y Pastor, patronos de nuestra diócesis y todo un símbolo que nos invita al radicalismo evangélico y a la vocación martirial. Que Santa Teresa, tan unida a Alcalá de Henares, os bendiga en este V centenario de su nacimiento. No lo dudéis: habéis escogido la mejor parte.
 
Con mi bendición
 
+ Juan Antonio,
Obispo Complutense

30 de mayo INAUGURACIÓN DEL AÑO JUBILAR DE S. FELIPE NERI

Carta de Mons. Reig Pla con ocasión del V Centenario de Nacimiento de San Felipe Neri - Año Jubilar




V CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE SAN FELIPE NERI
OTRA OCASIÓN DE GRACIA

Alcalá de Henares, a 20 de mayo de 2015

Queridos sacerdotes, religiosos y fieles laicos:

Avanzada la celebración de los 500 años del nacimiento de Sta. Teresa, la Iglesia tiene la dicha de iniciar el V Centenario de otro de sus hijos amados, San Felipe Neri. El 25 de mayo de este 2015 da comienzo este otro Año Jubilar con ocasión del nacimiento del que es llamado «Apóstol de Roma». Concluirá el 26 de mayo del 2016.

Como sabéis, desde 1694 nuestra ciudad de Alcalá, y por tanto nuestra diócesis, cuenta con una Congregación del Oratorio de San Felipe. A lo largo de más 300 años, dicha Congregación ha sido fuente de vida espiritual, de cultura cristiana, de obras de caridad, de fundaciones de otros institutos religiosos.

San Felipe nació en Florencia en 1515. La Providencia lo llevó pronto a la ciudad eterna. La importancia de san Felipe en la vida de la Iglesia pasa, en primer lugar, por el efecto que ejerció sobre la salud espiritual de la Urbe.

Felipe llegó como laico a una Roma enferma. Llegó ya marcado por el amor a Jesucristo y eligió una vida silenciosa en la ciudad. Fue como si tomase su pulso, como si se adentrase en su alma y en su tradición apostólica y martirial, buscando siempre la soledad para la oración, pero sin apartarse de aquellos hombres a los que estaba destinado. Suplicó y recibió un don especialísimo del Espíritu Santo. Desde entonces, una estrechísima relación con Jesucristo y una alegría desbordante le caracterizan.

El amor a Cristo le hizo volcarse sin cálculo alguno sobre los que le rodeaban. Y los ganó para Cristo sin artificio, sin un método estudiado, por el afecto divino con que los envolvió y por la alegría con que lo hacía.

Fue ordenado sacerdote con 36 años. Amante de la sencillez y de la humildad, refractario a toda forma de afectación, ejerció su benéfica influencia sobre todo desde el confesionario. Pero el afecto sincero, limpio y alegre con que rodeaba a todos iba mucho más allá de los muros de la iglesia donde confesaba. Su solicitud le convirtió en un padre sabio con el que se deseaba estar y del que se deseaba aprender. Dejó que unos y otros entrasen en su vida y le desposeyesen. Dándoles paso a su propia vida los vinculaba a la íntima relación que él tenía con Dios. Así nació el Oratorio, primero, y la Congregación del Oratorio, después.

A su muerte, el 26 de mayo de 1595, después de una larga vida, San Felipe había ejercido en Roma, en el corazón de la Iglesia, una influencia que sería decisiva, y de la que seguramente él no fue del todo consciente.

Pero la Iglesia de Roma enseguida reconoció en él el sello de una renovación espiritual solo comparable a la que habían ejercido allí los santos apóstoles Pedro y Pablo. Eso explica que San Felipe comparta con San Pedro y San Pablo el patronazgo de Roma y que lleve el título de «Apóstol de Roma».

La presencia de la Congregación de San Felipe Neri en nuestra ciudad de Alcalá es como un reclamo que nos invita a dejarnos  encontrar con el que es la fuente de la verdadera alegría.

Os invito a que aprovechemos este nuevo Año Jubilar para “volver al corazón”, es decir al trato personal con el Señor y a la alegría que nace de este trato. ¡Ojalá una corriente silenciosa, como aquella que recorría con la presencia de San Felipe las calles de su amada Roma, recorra también las calles de la ciudad de Alcalá y de toda la Diócesis Complutense! Os animo a redescubrir esta alegría acudiendo al beneficio de la intercesión de San Felipe y a los beneficios de la indulgencia plenaria que se puede ganar con la visita a la Iglesia del Oratorio, con las condiciones habituales.

Los padres del Oratorio acogerán con agrado a todos los que acudáis allí para rezar, para celebrar la penitencia o la Eucaristía, para suplicar la intercesión de San Felipe. Han preparado una serie de actos para esta ocasión tan especial y, sobre todo, han dispuesto una Misa Jubilar que se celebrará diariamente. En su nombre os hago llegar también el deseo de recibiros a todos, sacerdotes, religiosos y laicos, y de haceros partícipes del gozo de esta celebración.

Con mi bendición

+ Juan Antonio,
Obispo Complutense

 
 
 
 
30 de mayo a las 20h CONCIERTO Y EVOCACIÓ DE SAN FELIPE NERI.
INAUGURACIÓN DEL AÑO JUBILAR EN EL V CENTENARIO DE SU NACIMIENTO.
Iglesia de san Felipe NERI, Alcalá de henares.
 
 

miércoles, 27 de mayo de 2015

JUEVES 28 MAYO: FIESTA DE JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

FESTIVIDAD LITÚRGICA DE JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
El primer jueves después de Pentecostés celebramos la festividad litúrgica de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
 
Vivimos momentos de pasión de la Iglesia. Se exhibe en picota la infidelidad y aberraciones de unos ministros-¿infiltrados? ¿vividores?- indignos, como paradigma generalizado y abominable del sacerdocio, que es excelso porque encarna en la tierra al mismo Cristo. Decía, admirado, Pedro de Blois: «Dios, que no ha querido tener ningún cooperador en la obra de la Creación, quiere tenerlo en la obra de la Redención». Y este coadjutor es el sacerdote.
 
Esta festividad sacrosanta ha de ser para todos los católicos un día intensamente sacerdotal. Un día para amar el sacerdocio de Jesucristo prolongado en sus ministros. Para agradecer a Cristo este don inestimable. Ha de ser una jornada de santidad sacerdotal que nos reúna a todos: pastores y seglares, con un solo corazón y una sola alma, para pedir muchos y santos sacerdotes.
 
Y ha de ser un día para agradecer a los sacerdotes su entrega absoluta. El sacerdote actúa en la persona de Cristo... Perdona con el perdón de Dios, lleva su Palabra que se encarna en su propia palabra, perpetúa la presencia real de Cristo entre nosotros... Si a veces nos defrauda su insuficiencia personal, pensemos que a Dios no le ha estorbado. Consideremos el peso de la dignidad divina que lleva dentro. Y ¡cuántas veces no habremos ayudado a tal o cual sacerdote a superarse! ¡Cuántas lo habremos hundido más aún en el aislamiento, con la incomprensión y la maledicencia!
 
Es momento de hablar con valentía de la vida sacerdotal como de un valor inestimable y una forma de vida espléndida y privilegiada, porque se funda en la Palabra irrevocable de Dios. Porque el sacerdote está al servicio de todos los hombres. Y porque -parafraseando al cardenal Juan M. Lustiger- su acción no tiene por límite su propia capacidad de obrar, sino que se inscribe en la acción de Dios que obra a través de él.
 
Querríamos hacer llegar a todos los sacerdotes del mundo el testimonio de nuestro apoyo, de nuestra solidaridad, de nuestro amor... A todos les decimos: ¡Gracias, queridos sacerdotes!



Texto extraído de la revista AVE MARÍA, número 763
 
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COLABORADORES CON EL ESPÍRITU SANTO EN LA EVANGELIZACIÓN




EL ESPÍRITU, AGENTE PRINCIPAL DE LA EVANGELIZACIÓN

Es evidente que toda gracia es siempre don de Dios, que es quien toma la iniciativa para ayudarnos a asemejarnos cada día más al Señor Jesús. Pero como sabemos bien, Dios quiere nuestra cooperación. En esa dinámica, el Espíritu Santo es quien suscita, sostiene y acompaña nuestra libre cooperación para cumplir el Plan que tiene para cada uno de nosotros. Lo señalaba el Papa Pablo VI cuando decía que «no habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo… puede decirse que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización». En Pentecostés vemos cómo la evangelización tiene como protagonista no a los apóstoles, sino al Espíritu Santo que actúa en aquellos que humilde y decididamente cooperan con Él prestándole sus mentes, sus corazones y sus labios.
El Espíritu del Señor es el que enciende los corazones en el fuego del divino amor y los lanza al anuncio audaz, decidido, valiente. Con la fuerza de lo Alto los apóstoles fueron capaces de ser testigos veraces de Aquél a quien habían visto, oído y tocado con sus manos para encender con ese mismo fuego de amor otros corazones. «Ciertamente —afirmaba el Papa Benedicto XVI— el Señor pide nuestra colaboración, pero antes de cualquier respuesta nuestra se necesita su iniciativa: su Espíritu es el verdadero protagonista de la Iglesia. Las raíces de nuestro ser y de nuestro obrar están en el silencio sabio y providente de Dios». Sabemos, por experiencia, que las técnicas de evangelización pueden ser muy buenas, «pero ni las más perfeccionadas podrían reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del evangelizador no consigue absolutamente nada sin Él».

EL PRIMER CAMPO PARA EVANGELIZAR

Nos queda claro, entonces, que debemos colaborar en la misión del Espíritu Santo, que es la de anunciar al Señor Jesús «hasta los confines del mundo». Esa colaboración exige de nosotros una actitud activa, ardorosa y responsable. No hay otra manera de comunicar la fuerza del Espíritu sino dejándonos inflamar por Él, comunicando gozosos la Buena Nueva de la Reconciliación. Contando con esa fuerza interior que debemos albergar en nuestro corazón, hay muchos modos de participar en la misión evangelizadora de la Iglesia, y cada uno debe cooperar desde sus circunstancias concretas, al máximo de sus capacidades y posibilidades.
Sin embargo, hay una primera misión en la que debemos colaborar con el Espíritu Santo, y es la de nuestro propio crecimiento en la vida de gracia. Se trata del esfuerzo por abrirnos al Espíritu de Amor, poniendo los medios necesarios para avanzar por el camino de nuestra propia santidad. Colaborar con la misión del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio implica empezar por el primer campo de apostolado, que es siempre uno mismo. Se trata de ser «fortalecidos por la acción del Espíritu en el hombre interior». Lo señalaba también el recordado Papa Juan Pablo II, al invitar a «colaborar con el Espíritu Santo en esta transformación espiritual que permite que un hombre, que cada uno de nosotros (…) sea hijo de Dios a semejanza del Hijo Jesucristo».
 

COLABORADORES EN EL ANUNCIO DEL EVANGELIO

El Espíritu Santo es el que anima y conduce a la Iglesia en la tarea evangelizadora a lo largo de los siglos, hasta que el Señor vuelva en su gloria. La misión del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda algunos aspectos esenciales de esta misión: «El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor Resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el Misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la Comunión con Dios, para que den ‘mucho fruto».
Como evangelizadores permanentemente evangelizados somos llamados a colaborar con el Espíritu para que se cumpla la misión de la Iglesia, sabiendo que la Nueva Evangelización se realiza mediante la generosa colaboración con el Espíritu Santo, que renueva la faz de la tierra. Estamos llamados a ser creativos en el apostolado, a buscar y poner por obra todos los medios que estén a nuestra disposición para que el Espíritu actúe, a llegar a todos los ámbitos que necesiten de la Palabra de Dios, a todos los corazones que viven hambrientos de la verdadera Vida.
Se trata, en fin, de procurar una apertura a la acción del Espíritu Santo, quien en los planes de Dios se sirve habitualmente de las mediaciones humanas para actuar en la historia. Precisamente por ello el Señor Jesús constituyó su Iglesia sobre el fundamento de los Apóstoles reunidos en torno a Pedro, y la enriqueció con el don de su Espíritu. Nuestro esfuerzo debe orientarse a permanecer siempre abiertos y dóciles a la acción del Espíritu Santo, la única manera de ser entre los hombres signos creíbles y eficaces de la acción de Dios.
 
 
 

Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos


Hoy, el Señor nos enseña cuál debe ser nuestra actitud ante la Cruz. El amor ardiente a la voluntad de su Padre, para consumar la salvación del género humano —de cada hombre y mujer— le mueve a ir deprisa hacia Jerusalén, donde «será entregado (…), le condenarán a muerte (…), le azotarán y le matarán» (cf. Mc 10,33-34). Aunque a veces no entendamos o, incluso, tengamos miedo ante el dolor, el sufrimiento o las contradicciones de cada jornada, procuremos unirnos —por amor a la voluntad salvífica de Dios— con el ofrecimiento de la cruz de cada día.

La práctica asidua de la oración y los sacramentos, especialmente el de la Confesión personal de los pecados y el de la Eucaristía, acrecentarán en nosotros el amor a Dios y a los demás por Dios de tal modo que seremos capaces de decir «Sí, podemos» (Mc 10,39), a pesar de nuestras miserias, miedos y pecados. Sí, podremos abrazar la cruz de cada día (cf. Lc 9,23) por amor, con una sonrisa; esa cruz que se manifiesta en lo ordinario y cotidiano: la fatiga en el trabajo, las normales dificultades en la vida familiar y en las relaciones sociales, etc.

Sólo si abrazamos la cruz de cada día, negando nuestros gustos para servir a los demás, conseguiremos identificarnos con Cristo, que vino «a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10,45). Juan Pablo II explicaba que «el servicio de Jesús llega a su plenitud con la muerte en Cruz, o sea, con el don total de sí mismo». Imitemos, pues, a Jesucristo, transformando constantemente nuestro amor a Él en actos de servicio a todas las personas: ricos o pobres, con mucha o poca cultura, jóvenes o ancianos, sin distinciones. Actos de servicio para acercarlos a Dios y liberarlos del pecado.

martes, 26 de mayo de 2015

HOY, SAN FELIPE NERI

SAN FELIPE NERI, EL SANTO DE LA ALEGRÍA.
Por donde anduviera, difundía la alegría de la santidad, de manera que a su lado la satisfacción efímera del pecado no pasaba de ser una grotesca caricatura.

Felipe Rómulo Neri nació en un barrio popular de Florencia, el 22 de julio de 1515. Cuando tenía 18 años, su padre, Francisco, lo mandó a casa de un tío, en San Germano, para que aprendiera el oficio de comerciante. De la hermosa ciudad que lo vio nacer, y que dejaba para siempre, conservaría como un tesoro la formación religiosa que le habían dado los dominicos del convento de San Marcos: “Todo lo que tengo de bueno, lo he recibido de los frailes de San Marcos”, 3 repetiría a lo largo de su vida.
No obstante, su vocación no era la mercantil. Decepcionado con las perspectivas de un lucro que hoy se gana y mañana se pierde, estaba mucho más interesado por acumular tesoros en el Cielo, “donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben” (Mt 6, 20). Al año siguiente se fue a Roma y abandonó a su tío y sus negocios.
El tema de una vocación “oficial” no se le planteaba a este joven, decidido ya a entregarse a Dios. No quería ser sacerdote en ese momento, ni ir a ningún convento, ni integrarse en cualquiera de las instituciones eclesiales de aquella época. Entretanto, difícilmente encontraremos en el clero, los claustros o cofradías de aquel siglo persona más devota que él. Desde su juventud, Felipe tenía una característica especial para escapar de los moldes habituales, porque pretendía demostrar que la única regla perfecta en sí misma es la caridad y ninguna disciplina tiene valor alguno cuando se aparta de la obediencia a Jesucristo.
De hecho, en el mundo llevaba una vida espiritual admirable. Consiguió asilo en casa de un noble florentino, que se había establecido en la Ciudad Eterna, y allí quiso pasar varios años aislado, orando y con severa penitencia. Frecuentaba con avidez la Roma Antigua, dejándose estar largas horas en oración en los sagrados lugares. Años más tarde se sintió atraído por estudiar Filosofía y Teología, llegando a sorprender a los maestros de las universidades de la Sapienza y de la del Studium agustiniano alver el vuelo intelectual que tenía ese hombre que vivía como un mendigo.
Esta temporada de estudios fue altamente fecunda, hasta el punto de servirle para el resto de su vida y darle la justificada fama de poseer una sabiduría en nada inferior a la de los teólogos más grandes que esa época conoció. Santo Tomás de Aquino sería para siempre su maestro; la Suma Teológica, su libro de cabecera.

Difundía la alegría de la santidad
En poco tiempo empezó a comentarse por toda la urbe la santidad de ese peregrino de vida edificante. Solidificado en la virtud, por un largo período de recogimiento, sintió que la hora de iniciar su obra evangelizadora había llegado. Para ello, escogió las zonas más pobres y “en todos los barrios, incluso en los de peor fama, predicaba al aire libre a oyentes benévolos y obtenía conversiones extraordinarias”. 4 Su forma de interpelar a un pecador consistía en poner la mano en el hombro, en el sitio donde se lo encontrase, y decirle “Vamos a ver, hermano, ¿es hoy cuando nos hemos decidido a comportarnos bien?”.5
Estaba dotado de un gran atractivo personal y difundía a su alrededor la alegría de la santidad, de maneura que a su lado la satisfacción efímera San Felipedel pecado no pasaba de ser una grotesca caricatura. Todos querían estar cerca de él y recibir el desbordamiento de su amor a Dios. Los jóvenes se apiñaban para oírle hablar de las cosas del Cielo y para jugar juntos, en ruidosa algazara. Dirigiéndose a un adulto quisquilloso que se quejaba del griterío le respondió con un sencillo argumento: “¡Ellos no están cometiendo ningún pecado!”6 De hecho, en el innovador método de evangelización de este apóstol laico estaba todo permitido, menos el pecado y la tristeza.

Así era la amistad de estos santos...
Lanzado en un incansable apostolado junto al lecho de los enfermos, Felipe liberó de la desesperación y condujo hasta la muerte santa a muchos moribundos. Junto con su confesor, el P. Persiano Rosa, fundaron en 1548 la Confraternidad de la Santísima Trinidad, destinada a atender a convalecientes y peregrinos.
San Ignacio de Loyola se daba cuenta de la valía de Felipe y le hizo reiteradas invitaciones para que ingresara en la Compañía de Jesús, pero prefirió continuar en su condición de pietoso lazzarone (mendigo miserable).
Admirado por la legión de personas que movidas por sus palabras abrazaban la vida consagrada, San Ignacio le apodaba de “campana”, y lo explica así: “Al igual que la campana de una parroquia que llama a las gentes a entrar en la iglesia, pero permanece en su sitio, este hombre apostólico hace que otros entren a la vida religiosa y él se queda afuera”.7 En contrapartida, Felipe —que se sentía llamado a suscitar religiosos, aunque no para ser uno de ellos— manifestaba un gran entusiasmo hacia el convertido de Manresa, de quien llegara a afirmar que nunca contemplaba su fisonomía sin verlo resplandeciente como un ángel de luz. Así era la amistad de estos santos.

Santas peripecias
Entre los historiadores que retrataron la imagen de este insigne santo se encontraban algunos que lo describieron con trazos inexactos, como si fuese un cómico, interesado sólo en despertar la risa con sus dichos jocosos. En realidad, la alegría de este varón sobrenatural provenía de su unión con Dios, de sentir en su interior la presencia consoladora del Espíritu Santo y poder comunicarla al mundo. Conocía mejor que nadie la inmensa riqueza que significa la posesión del estado de gracia, un bien preciosísimo en comparación al cual nada tiene ningún valor. La consideración de los misterios divinos lo colmaba de inmensa felicidad, de la que brotaba esa peculiar actividad evangelizadora.
Sus pintorescos métodos llenos de vivacidad los empleaba con mucho criterio y en el momento oportuno, buscando siempre extirpar o ridiculizar el error, conducir a la virtud y, de vez en cuando, ocultar su santidad o sus dones sobrenaturales. Así, por ejemplo, si un penitente omitía en la confesión algún pecado, le decía: “Te falta tal pecado”. Y si alguien le preguntaba: “¿Cómo sabe que cometí también ese pecado?”, su respuesta era: “Por el color de tu pelo”.10 Evitaba de esta manera revelar el don de discernimiento espiritual con el que la Providencia lo había dotado.
Felipe obtenía de Dios el favor de muchos milagros, que el pueblo no dejaba de relacionarlos con la eficacia de sus oraciones. Para evitar esto, llevaba consigo con una gran bolsa sobre la que afirmaba que contenía preciosas reliquias. Tocaba a los enfermos con ella y si alguno se curaba entonces atribuía el hecho al poder de las reliquias. Este argumento convenció a muchos, hasta el día en que se hizo un gran descubrimiento: ¡la bolsa estaba vacía!
En cierta ocasión, dos sacerdotes del Oratorio tuvieron un serio enfrentamiento y no querían avenirse a razones. Felipe los llamó a su presencia y, en nombre de la santa obediencia, les mandó a cada uno que cantase y bailase una música folklórica para el otro. Con este inusitado espectáculo se obró la reconciliación.
En una “peregrinación a las siete iglesias”, San Felipe se dio cuenta de la presencia de una dama de la nobleza que ostentaba un faustoso vestido, joyas y gran peinado. Al percatarse de que tal señora no andaba tan preocupada con las cosas de Dios como por su apariencia personal, el santo le colgó de la nariz sus propias gafas. El público estalló en sonoras carcajadas. Ella entendió la lección y terminó con devoto recogimiento el ejercicio empezado con frivolidad.
Podríamos multiplicar indefinidamente el relato de episodios como éstos, todos sorprendentes, llenos de candidez y de presencia de espíritu.

“¡He aquí la Fuente de toda mi alegría!”
San FelipeSan Felipe Neri dejó este mundo a los 80 años. Según el Cardenal Ángelo Bagnasco, vivió en una época en la cual “la Iglesia conoció un insólito florecimiento —sería mejor decir una ‘auténtica concentración'— de santos y santas que, por número y calidad, difícilmente se encuentra en la Historia de la Iglesia”.11 En este contexto su papel no fue nada pequeño.
Su amor a la Iglesia, su entrañada devoción a la Misa y a la Virgen Santísima, sumados a su disposición de servir al prójimo, produjeron copiosos frutos. Sufrió lo inenarrable a causa de una frágil salud, persecuciones y envidias, sin que por ello perdiera la sonrisa, mantenida siempre con heroísmo. El día de su muerte, el 26 de mayo de 1595, aún celebró Misa, atendió varias confesiones y mantuvo con los sacerdotes del Oratorio unas últimas horas de convivencia. Cuando recibió el Viático pronunció estas palabras, resumen de su existencia: “¡He aquí la Fuente de toda mi alegría!”.12
La Congregación que él fundó, innovadora en muchos aspectos, asumió la misión de continuar su obra basada en la caridad, exenta de rígidas normas que pudieran restringir una actividad evangelizadora a ser ejercida en medio del mundo, en beneficio de las almas inmersas en las preocupaciones mundanas.
Aún se conservan hasta hoy, como elocuentes testigos del “pentecostés” de San Felipe Neri, sus dos costillas arqueadas: una en el Oratorio de Roma y la otra en el de Nápoles. Estas preciosas reliquias parece que proclamasen a sus hijos espirituales y a todas las almas llamadas a la labor apostólica: “Los hombres que dejan que su corazón sea moldeado por la acción del Espíritu Santo son los que verdaderamente colaboran para renovar la faz de la Tierra”.
 
(Revista Heraldos del Evangelio, Mayo/2010, n. 101)

 
 
Felipe será el gran Santo de Roma. Horas inacabables de confesonario... Procesiones interminables cada día de iglesia en iglesia con la gente humilde, a la que enseña a rezar y a vivir bien... Atención a pobres y a enfermos, porque es un héroe de la caridad... Horas y horas con turbas de niños, con los que juega y se divierte, aunque los mayores no entienden cómo los aguanta. Pero él contesta: Con tal que no ofendan a Dios, si les gusta pueden cortar leña sobre mis espaldas. Y se dirige a los niños: ¡A jugar y a divertirse todo lo que se pueda! Lo único que os pido es que no cometáis nunca un pecado mortal...
 
Gasta buen humor hasta con Dios en sus oraciones. Muy humilde, le dice a Dios: No te fíes de Felipe, pues hoy mismo te puede abandonar y hacerse turco. Entonces era eso como hoy abandonar la Iglesia Católica y pasarse al peor enemigo... Le hace también poemas a Dios, como cuando le dice: Yo amo y no puedo dejar de amar. Quiero que, por un buen cambio, Tú seas yo, y yo sea Tú. Dios responde a oraciones tan bellas concediendo a Felipe una oración altísima.
 
Es muy conocido el fenómeno del corazón: se le inflamó de tal modo que le estalló y le dobló dos o tres costillas... Al celebrar la Misa, se quedaba absorto, fijos los ojos en la Sagrada Hostia después de la consagración... El monaguillo se escapaba de la iglesia y lo dejaba solo en el altar. Regresaba al cabo de dos horas, Felipe volvía en sí, y proseguía la celebración...
 
Incomprendido a veces o acusado falsamente, nunca se defendía. Tan penitente, que casi no comía, y como enflaquecía mucho y se lo hacían notar, él respondía con su clásico buen humor: No, si lo que pasa es que no quiero engordar... Dios le recompensaba con tal fervor en la oración y tanta felicidad espiritual, que exclamaba con frecuencia: ¡Basta, Señor, basta, que no puedo con tanta dicha!...
 
Más de una vez ha intentado el Papa nombrarlo Cardenal. Felipe lo rechaza siempre, pero sin despreciar ni ofender. Cuando se lo comunican, toma su bonete viejo, lo lanza al aire haciendo piruetas, y exclama riendo: ¡Cielo, cielo, que no cardenalatos quiero!...
 
Llegado el último día, Felipe Neri tenía que morir con el buen humor con que había vivido. Era el 25 de Mayo de 1595. Se levanta, dice la Misa como de costumbre, se confiesa, reza, y da a sus discípulos del Oratorio un brazo. Se acuesta otra vez, y pregunta en medio de la noche: -¿Qué hora es? -Las tres. -¿Las tres? Tres y dos son cinco, tres y tres son seis, y a las seis la partida... A las seis se iba al Cielo.



Poco antes de morir, quemó todos sus escritos y por lo tanto se conserva muy poco, la mayor parte en correspondencia. Pero, se conservan bastantes anécdotas de este santo que repartía alegría a pesar de haber sufrido la incomprensión de muchos.

Alegría- “El Señor es bueno. ¿Cómo no va a alegrarse de que sus hijos nos riamos? La tristeza nos hace doblar el cuello y no nos permite mirar el Cielo. Debemos combatir la tristeza, no la alegría.”
- “El servidor de Dios debe estar siempre alegre”
- “Estén alegres para que no estén en pecado”.
- ¡Pasé este día y después estoy contento!
- ¡Escrúpulos y melancolía fuera de la casa mía!”


Dios y nuestra relación con Él

- “Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide; quien no trabaje por Cristo, no sabe lo que hace.”
- “¿Como es posible que alguien que cree en Dios pueda amar algo fuera de Él?”
- “¿Oh Señor que eres tan adorable y me has mandado a amarte, por qué me diste tan solo un corazón y este tan pequeño?”
- Al oír sobre la secularización de los sacerdotes: “¡No conocen a Dios, no conocen a Dios! ¿Cómo lo iban a cambiar por una mujer?”


Virgen María
- “Hijos míos, ¡sed devotos de María!: sé lo que os digo. ¡Sed devotos de María!".
- Cuando la Virgen María le curó de una grave enfermedad: “¡Mi hermosa Señora! “Mi santa Señora! Dejadme abrazar a mi Madre que ha venido a visitarme. Por favor háganse a un lado que ha venido Nuestra Señora la Virgen María a curarme.” [Al darse cuenta de lo que estaba diciendo en voz alta, se escondió bajo las sábanas.]




San Felipe Neri, ruega por nosotros.

AVISOS DIÓCESIS: CORPUS Y ENCUENTRO FAMILIAS Y MOVIMIENTOS


SOLEMINDAD DEL CORPUS CHRISTI
Es la gran fiesta de la Eucaristía. El sábado 6 de junio habrá a las 22 h en la Plaza de los snatos Niños un momento de adoración y cantos con el Santísimo expuesto y, durante toda la noche, de 23 a 9 habrá turnos de adoración en la Catedral. Sería bueno que animases a los miembros de tu movimiento o asociación a participar. Lo ideal sería que también como grupo o asociación pudierais cubrir alguno de los turnos de adoración. Si esto es posible haced el favor de comunicármelo para poder organizarlo ( 699 023 345 o javierortega@obispadoalcala.org)
El domingo 7 de junio se rezarán laudes en la catedral a la 9 h .  A las 12h es la Eucaristía Solemne. Por la tarde habrá visperas a las 18 h y luego a las 19 h la PROCESION hasta la parroquia de Santa María.
 
ENCUENTRO DE FAMILIAS, ASOCIACIONES Y MOVIMIENTOS
Al igual que los ultimos años tendremos un encuentro-convivencia en los Maristas. Será el sábado 13 de junio . Comenzaremos  en tornoa las 10.30. Habrá un testimonio; luego Eucaristía a las 13 h Comeremos juntos y  por la tarde habrá diversas actuaciones.
Haced el favor de difundid estas iniciativas que preparamos con ilusión y pueden dar mucho fruto para gloria de Dios
Dios os bendiga
Un fuerte abrazo
Javier Ortega, provicario general

Nadie que haya dejado casa por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno y en el mundo venidero, vida eterna

 

Hoy, como aquel amo que iba cada mañana a la plaza a buscar trabajadores para su viña, el Señor busca discípulos, seguidores, amigos. Su llamada es universal. ¡Es una oferta fascinante! El Señor nos da confianza. Pero pone una condición para ser discípulos, condición que nos puede desanimar: hay que dejar «casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio» (Mc 10,29).

¿No hay contrapartida? ¿No habrá recompensa? ¿Esto aportará algún beneficio? Pedro, en nombre de los Apóstoles, recuerda al Maestro: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido» (Mc 10,28), como queriendo decir: ¿qué sacaremos de todo eso?

La promesa del Señor es generosa: «El ciento por uno: ahora en el presente (...) y en el mundo venidero, vida eterna» (Mc 10,30). Él no se deja ganar en generosidad. Pero añade: «Con persecuciones». Jesús es realista y no quiere engañar. Ser discípulo suyo, si lo somos de verdad, nos traerá dificultades, problemas. Pero Jesús considera las persecuciones y las dificultades como un premio, ya que nos ayudan a crecer, si las sabemos aceptar y vivir como una ocasión de ganar en madurez y en responsabilidad. Todo aquello que es motivo de sacrificio nos asemeja a Jesucristo que nos salva por su muerte en Cruz.

Siempre estamos a tiempo para revisar nuestra vida y acercarnos más a Jesucristo. Estos tiempos y todo tiempo nos permiten —por medio de la oración y de los sacramentos— averiguar si entre los discípulos que Él busca estamos nosotros, y veremos también cuál ha de ser nuestra respuesta a esta llamada. Al lado de respuestas radicales (como la de los Apóstoles) hay otras. Para muchos, dejar “casa, hermanos, hermanas, madre, padre...” significará dejar todo aquello que nos impida vivir en profundidad la amistad con Jesucristo y, como consecuencia, serle sus testigos ante el mundo. Y esto es urgente, ¿no te parece?

lunes, 25 de mayo de 2015

ENVÍA TU ESPÍRITU SEÑOR

Foto de Norma DeColores.


Santo Espíritu de Dios, ven en todo a renovar nuestra tierra, nuestros ambientes, nuestra vida cotidiana.

Anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres; luego, ven y sígueme


Hoy, la liturgia nos presenta un evangelio ante el cual es difícil permanecer indiferente si se afronta con sinceridad de corazón.

Nadie puede dudar de las buenas intenciones de aquel joven que se acercó a Jesucristo para hacerle una pregunta: «Maestro bueno: ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Mc 10,17). Por lo que nos refiere san Marcos, está claro que en ese corazón había necesidad de algo más, pues es fácil suponer que —como buen israelita— conocía muy bien lo que la Ley decía al respecto, pero en su interior había una inquietud, una necesidad de ir más allá y, por eso, interpela a Jesús.

En nuestra vida cristiana tenemos que aprender a superar esa visión que reduce la fe a una cuestión de mero cumplimiento. Nuestra fe es mucho más. Es una adhesión de corazón a Alguien, que es Dios. Cuando ponemos el corazón en algo, ponemos también la vida y, en el caso de la fe, superamos entonces el conformismo que parece hoy atenazar la existencia de tantos creyentes. Quien ama no se conforma con dar cualquier cosa. Quien ama busca una relación personal, cercana, aprovecha los detalles y sabe descubrir en todo una ocasión para crecer en el amor. Quien ama se da.

En realidad, la respuesta de Jesús a la pregunta del joven es una puerta abierta a esa donación total por amor: «Anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres (…); luego, ven y sígueme» (Mc 10,21). No es un dejar porque sí; es un dejar que es darse y es un darse que es expresión genuina del amor. Abramos, pues, nuestro corazón a ese amor-donación. Vivamos nuestra relación con Dios en esa clave. Orar, servir, trabajar, superarse, sacrificarse... todo son caminos de donación y, por tanto, caminos de amor. Que el Señor encuentre en nosotros no sólo un corazón sincero, sino también un corazón generoso y abierto a las exigencias del amor. Porque —en palabras de Juan Pablo II— «el amor que viene de Dios, amor tierno y esponsal, es fuente de exigencias profundas y radicales».

sábado, 23 de mayo de 2015

DECENARIO AL ESPÍRITU SANTO. DÍA DÉCIMO


DIA DÉCIMO  
Consideración   
En entrando el alma en esta escuela divina, donde el Maestro que enseña es el Espíritu Santo, si el alma pone en práctica todo cuanto aquí la enseña, no es andar ni es correr ni volar; es ir camino de la santidad con la ligereza y prontitud con que va a todas partes nuestro pensamiento. 
En esta escuela, abierta por el Espíritu Santo en el centro de nuestra alma, se aprende una ciencia sobre toda ciencia humana.  Los libros de esta escuela son dos: el primero que damos nosotros tiene dos partes.  Se llama este libro la humanidad de nuestro adorable Redentor. La primera parte toda ella contiene los hechos externos de Jesucristo, divino Redentor nuestro.  Esta primera parte de este libro se estudia hasta que con el continuado estudio queda en nuestra memoria como un dibujo, y esto es para que siempre y en todas partes andemos en su presencia, y con esto que logremos nos dice nuestros Maestro que nos basta.    La segunda parte de él contiene la práctica de su contenido. En la práctica cada uno lo ha de hacer según sus fuerzas y según su capacidad; porque en esta escuela, aunque todos hemos de practicar las mismas cosas, como nuestro Maestro es tan prudente y discreto, tan compasivo y misericordioso, que nunca nos exige más de lo que cada uno puede, quiere que  pongamos los ojos en el libro que El nos da y cada uno haga allí lo que en el libro vea.  Porque esta humanidad santísima de nuestro Redentor, aunque para todos es el libro abierto que ha de comprender y practicar, pero este Maestro inolvidable nos enseña y dice que también es el gran arquitecto, que dibuja y traza y levanta los edificios muy distintamente los unos de los otros.  En todos pone los mismos cimientos y emplea los mismos materiales; pero en su modo de levantarlos hay inmensa variedad. 
Porque mientras a unos los levanta poniendo en ellos un solo piso, a otros con dos, a otros con más, y a algunos los levanta a grande altura, y a otros les pinta y hermosea por dentro, dejándolos muy lisos por fuera; a otros los hermosea por fuera como por dentro; a otros los levanta en sitios donde no son conocidos ni vistos de nadie; a otros los pone para que de todos sean vistos y conocidos.  En fin, todo lo hace como su grande sabiduría lo traza, lo quiere y dispone. Lo que quiere es que cuando veamos a uno de los discípulos de esta escuela que le levanta Dios a grande altura y a nosotros nos deja, que le ayudemos a dar gracias a Dios, porque se digna fijar en él su mirada y no cesemos de dar gracias por ello, pero jamás a la criatura la ensalcemos ni alabemos, porque nosotros no podemos saber si merece alabanza por lo que tiene o merece desprecio por lo que hace. Porque al ver la disposición en que se hallan el corazón y el alma, que es lo que Dios mira y por lo único que se disgusta o complace, esto no lo podemos nosotros ver, porque en el corazón y en el alma, ¿quién puede entrar si no es Dios? Nadie más que Dios.  Cada uno en sí mismo vea lo que a Dios Le agrada y lo que Le disgusta.  
Pongamos nuestros ojos en ver el interior de Jesucristo, para ver la disposición de aquella alma bendita y de aquel corazón amante, cómo obraban y el fin que llevaban en todas sus acciones, para nosotros hacerlo por los mismos fines que Dios hecho hombre obraba.  Y esto muy bien se ve y se aprende en esta segunda parte del libro, que es en lo que nosotros hemos de insistir únicamente.  El segundo libro que hay en esta escuela está sólo a la disposición de nuestro Maestro. No nos lo explica, porque este libro, todo lo que él contiene, está sobre todo el entender de toda inteligencia humana.  Y para que tengamos una idea clara y verdadera de lo incomprensible que este libro es, ¿qué hace?  

Como es tan sabio, tan poderoso y sutil para enseñar, cuando estamos ya al final de la práctica de la segunda parte del libro  primero, queriendo como premiar nuestro esmero en poner en práctica cuanto hemos visto en él, ¿qué hace entonces? 
Nos habla y nos dice que aquel libro tan sobre nuestro entender tiene por título “Divina Esencia, Dios”, y al punto se siente el alma con todas sus potencias que no es ella, sino con una fuerza superior que no sabe ella qué es, pero que la arrebata su alma y sus potencias.    Y la arrebata sobre todo lo criado, no sólo de la tierra, sino de lo que llaman firmamento y nosotros llamamos Cielo, casa o palacio, o cielo, como lo quieran llamar, donde Dios puso a los ángeles cuando los crió.    Pues sobre estos cielos, allá... en inmensas y dilatadas alturas, fue arrebatada mi alma por una fuerza misteriosa y con tanta sutileza, que así como nuestro pensamiento, en menos tiempo de abrir y cerrar los ojos, recorre de un confín a otro confín, allí con esa mayor ligereza yo me veía allá, en aquellas inmensas y dilatadas alturas, y allí donde tienen Dios su palacio imperial, me hallé; en aquellos cielos que siempre existieron, por ser ellos como el trono de Dios... Lo que allí hay, ¿quién lo podrá explicar, si arrebatada el alma, a vista de aquellas bellezas, nada sabe decir? Todos cuantos allí están gozando de Dios se ven, se miran, se dan el parabién los unos a los otros.    Allí no hay palabra alguna que se oiga pronunciar.  ¡Oh lenguaje divino!, que mirándose en Dios, todos se entienden, y arrebatados todos, todos glorifican a Dios, y corriendo aquellos cielos tan dilatados con aquella agilidad con que se les ve siempre y siempre están todos como en el centro de Dios metidos, vayan donde vayan, recorran lo que quieran.    Siempre se hallan en el centro de Dios y siempre arrebatados con su divina hermosura y belleza. Porque Dios es océano inmenso de maravillas y también como esencia que se derrama, y siempre está derramando.  
 Y como lo que se derrama son las grandezas y hermosuras, dichas, felicidades y cuanto en Dios se encierra, siempre el alma está como
nadando en aquellas dichas, felicidades y glorias que Dios brota de Sí.    Es Dios cielo dilatado y por eso siempre se están viendo y gozando nuevos cielos, con inconcebibles bellezas y hermosuras, y todas estas bellezas y hermosuras siempre las ve y las goza el alma como en el centro de Dios. Y recorriendo aquellos anchurosos cielos nuevos siempre el alma se halla eternamente feliz.    ¿Oh, quién podrá decir qué es aquello?  Si los querubines vinieran todos a la tierra, y con aquella inteligencia tan privilegiada que Dios les ha dado, y con el ardiente deseo que todos ellos tienen, de que Dios sea conocido en sus obras, empezaran a hablar, nada nos sabrían decir ni darnos siquiera idea de lo que aquello es.    De nuestro Dios, ¿quién habrá que nos pueda hablar y decir algo? No tiene cuerpo, ni forma, ni figura alguna. ¿Quién, por lo tanto, nos podrá decir cómo es Dios? ¿Qué cuerpo, forma o figura tiene la perfección de todas las perfecciones, la perfección de todas las hermosuras, si ni de las cosas que vemos y palpamos casi no podemos dar cuenta?  Si no, decidme: ¿Qué forma tiene la claridad? Y ¿qué la aurora de la mañana? Y ¿qué la vida nuestra? ¿Y la de todas las flores, plantas y de todo cuanto tiene ¡Oh vida que siempre viviste! ¡Única vida que vive! ¡Oh Dios mío y todo mío!  ¿Quién habrá que nos pueda hablar de Ti y decirnos lo que eres?    Si el que Te ve queda arrebatado y olvidado de sí, no sabe si vive en sí, porque el solo recordarte transporta y saca de sí, ¿quién podrá decirnos algo de Ti?     ¡Oh!, ¿a qué compararse el conocimiento de Dios que se adquiere en esta escuela divina y el que tenemos antes de entrar en ella? No hallo otra comparación si no es la del ciego de nacimiento, que sabiendo lo que es la naturaleza por lo que han dicho, de repente le quitaron su ceguera y viera la naturaleza tal cual ella es. ¡Qué bien sabría decirnos la diferencia que hay entre lo que le habían dicho y lo que ella es!    Pues, ¡Maestro mío!, tráenos a todos a tu escuela, para que, como el ciego, veamos lo que Tú eres, porque nadie nos lo puede decir.    ¿Cómo va con palabras a podernos decir la criatura  que de su principio es la nada? ¿Cómo va a poder saber decirnos qué cosa es,  lo que es, siendo incomprensible por su grandeza y majestad inmensa?  No hay inteligencia humana ni angélica, por dilatada que sea, que nos lo pueda decir, porque toda dilación que no sea lo dilatado de Dios, todo tiene su término, y llegando a su término, de allí no pasa. ¿Quién nos va a hablar de Dios y decirnos lo que es?    Nadie, nadie, ni del cielo ni de la tierra. Es foco de eterna luz, que encierra inmensos fulgores; manantial de perfecciones que encierra toda virtud. Cada una de sus infinitas perfecciones tiene su modo de  ser, y por naturaleza es infinita en hermosura y belleza, tan arrebatadora, que el que la ve se arrebata y queda como enajenado y absorbido en la misma belleza y hermosura, y se siente el transmitir de aquella hermosura y belleza, y al sentirlo, nuevamente se siente enajenado, absorto y arrebatado por una dicha y felicidad, que siente el alma en sí misma. Y esta dicha y felicidad las ha sentido a la vista de una de las perfecciones de Dios. Pues, ¿qué sentirá a la vista de todas las perfecciones y virtudes y atributos de Dios?  Y ¿qué será verse cada uno amado de Dios ante todos los ángeles y ante todos los hombres, con un amor como es el amor de Dios, que deja el alma embriagada en una felicidad, que no tiene semejanza, que llena de hartura, sin que el alma tenga cosa alguna que desear? Que al alma y cuerpo aquel amor de Dios da hartura en toda clase de felicidades, dichas y glorias, sin que este amor de Dios disminuya ni deje de amarnos por los siglos sin fin.    ¿Qué sentirá entonces el alma, cuando se vea tan amada para siempre, de aquel que es la única cosa que es?   
Y ¿quién nos podrá explicar o decir lo que el alma siente a la sola vista de Dios, cuando de sólo verle se queda el alma toda como anegada en aquellos piélagos inmensos, mares sin fondo, cielos que no tienen fin en lo inmenso y dilatado? Porque todo esto encierra en sí aquella Esencia Divina.    Pues ¿quién habrá que nos pueda decir lo que es Dios, si lo que se siente al sólo verle, nadie lo puede decir, porque se queda el alma sin vivir en sí y vive sólo en Dios y endiosada? Y así, ¿qué nos podrá decir, si endiosada su vivir es absorta y enajenada y arrebatada por la hartura de todas las felicidades? Pues ¿cómo va a poder decir lo que es Dios? ¿Quién hay que arrebatado pueda articular palabra, y aunque pudiera, cómo va a saber decir lo que está sobre todo entender?  Y si esto produce la vista de Dios, ¿qué será lo que sentirá el alma, cuando se dé Dios al alma en posesión, para que Él goce y goce para siempre? Y si estos efectos causa en quien Le ve, ¿qué gozará poseyéndole? ¿Qué será Dios en Sí mismo?    ¡Oh grandeza suma! ¡Vida que siempre viviste y con  tu propia vida! Porque Tú eres el que has dado a todos la vida.  ¡Oh, quién me diera poder tener ahora en esta presente vida un infinito gozo para gozarme con él de que seas quien eres!  ¡Oh, y que los hombres nieguen tu existencia, siendo Tú la única cosa que es y vive con propia vida! ¡Oh mi todo en todas las cosas! Habla, y déjate sentir de un confín a otro confín de la tierra, y di a todas las criaturas que para nada nos necesitas; que si nos deseas, no es con otro fin que el de remediar nuestras necesidades, y sacarnos de nuestra poquedad y miseria, y darnos la dicha y felicidad que buscamos y no hallamos, ni lal (las) podemos hallar; porque no existe sino en Ti, que eres fuente y manantial de toda dicha y ventura. ¿Y cómo la van a buscar en Ti, si en Ti no creen; si niegan tu existencia? ¡Oh Santo y Divino Espíritu! Ven; desciende a la tierra y hiere a todos como Tú sabes herir, para que así, heridos por Ti, no resistan más tiempo a tus llamamientos divinos y dejen esas niñerías en que están entretenidos, engaño satánico con que Satanás gana los corazones de los hombres, y seducidos y engañados, pasen la vida con niñerías distraídos, y así los coja la muerte y pierdan el fin para el cual fueron criados.  ¡Santo y Divino Espíritu! No nos dejes en nuestros vanos entretenimientos.  Fuérzanos a ir a Ti con el poder que tienes como Dios que eres.  Haz que en todos se cumplan tus amorosos designios, y seas de todos alabado, ensalzado, glorificado, y nosotros gocemos de tus bondades divinas y todos en tu divina presencia endiosados por Ti vivamos por los siglos sin fin como Vos lo deseabais, aun antes de nosotros existir. Así sea.   

Obsequio al Espíritu Santo para este día décimo  

Las tres virtudes teologales  
Hemos de prometer este día al Espíritu Santo el guardar, conservar y trabajar cuanto nos sea posible, porque nadie nos puede arrebatar estas virtudes Divinas.  Entre las criaturas ninguna sabe, como lo sabe Satanás, lo que valen estas virtudes.  Siempre anda como cazador, sin descanso en su busca, a ver si las puede cazar.  Cuando él se gloría mucho con la caza que coge, es cuando lo hace por las soledades, porque anda en acecho por la soledad.  Si hace presa, seguras tiene las tres. Pone como blanco la fe, y como ésta hiera, seguras tiene las otras dos; porque las heridas en la fe son de muerte.  Si hiere con su flecha infernal a la esperanza o a la caridad, no se gloría tanto con su caza; porque estas heridas sanan pronto.  Pero si hiere en la fe, como esta herida es mortal, ¡cuánto se regocija en ello!  Estas virtudes forman las tres como un solo árbol. La raíz y el tronco, es la fe; las ramas, son la esperanza; los frutos, la caridad.  Si cortan las ramas, con su corte queda el árbol sin ellas y sin fruto; pero el árbol no desaparece, porque como existe la raíz y el tronco, pronto echa otra vez las ramas y éstas vuelven a dar frutos. 
Pero si lo que quitan del árbol es el tronco o la raíz, pierde las ramas y los frutos de ellas, el árbol desaparece; porque quitados el tronco y la raíz, las ramas y los frutos mueren. ¡Almas consagradas a Dios en las soledades del claustro, que tanto aprecio y estima hacéis de lo que llamáis visiones y revelaciones! Haced más aprecio y estima de un acto de fe, que de todas las visiones  y revelaciones; creed ciegamente las que Dios tiene reveladas a su Iglesia, y las que la Iglesia aprueba, y ninguna más.  Y con esto habremos dado un grandísimo consuelo al Espíritu Santo. Así sea.   
Oración final para todos los días    Santo y Divino Espíritu, que por Ti fuimos criados y sin otro fin que el de gozar por los siglos sin fin de la dicha de Dios y gozar  de Él, con Él, de sus hermosuras y glorias.  ¡Mira, Divino Espíritu, que habiendo sido llamado por Ti todo el género humano a gozar de esta dicha, es muy corto el número de los que viven con las disposiciones que Tú exiges para adquirirla!  ¡Mira, Santidad suma! ¡Bondad y caridad infinita, que no es tanto por malicia como por ignorancia! ¡Mira que no Te conocen! ¡Si Te conocieran no lo harían!  ¡Están tan oscurecidas hoy las inteligencias que no pueden conocer la verdad de tu existencia!  ¡Ven, Santo y Divino Espíritu! Ven; desciende a la  tierra e ilumina las inteligencias de todos los hombres.  Yo te aseguro, Señor, que con la claridad y hermosura de tu luz, muchas inteligencias Te han de conocer, servir y amar.  ¡Señor, que a la claridad de tu luz y a la herida de tu amor nadie puede resistir ni vacilar!  Recuerda, Señor, lo ocurrido en aquel hombre tan famoso de Damasco, al principio que estableciste tu Iglesia. ¡Mira cómo odiaba y perseguía de muerte a los primeros cristianos!  ¡Recuerda, Señor, con qué furia salió con su caballo, a quien también puso furioso y precipitadamente corría en busca de los cristianos para pasar a cuchillo a cuantos hallaba! 
¡Mira, Señor!, mira lo que fue; a pesar del intento que llevaba, le iluminaste con tu luz su oscura y ciega inteligencia, le heriste con la llama de tu amor y al punto Te conoce; le dices quién eres, Te sigue, Te ama y no has tenido, ni entre tus apóstoles, defensor más acérrimo de tu Persona, de tu honra, de tu gloria, de tu nombre, de tu Iglesia y de todo lo que a Ti, Dios nuestro, se refería. Hizo por Ti cuanto pudo y dio la vida por Ti; mira, Señor, lo que vino a hacer por Ti apenas Te conoció el que, cuando no Te conocía, era de tus mayores perseguidores. ¡Señor, da y espera!  ¡Mira, Señor, que no es fácil cosa el resistir a tu luz, ni a tu herida, cuando con amor hieres!  Pues ven y si a la claridad de tu luz no logran las inteligencias el conocerte, ven como fuego que eres y prende en todos los corazones que existen hoy sobre la tierra.  ¡Señor, yo Te juro por quien eres que si esto haces ninguno resistirá al ímpetu de tu amor!  ¡Es verdad, Señor, que las piedras son como insensibles al fuego! ¡Pena grande, pero se derrite el bronce!  ¡Mira, Señor, que las piedras son pocas, porque es muy pequeño el número de los que, después de conocerte, Te han abandonado! ¡La mayoría, que es inmensa, nunca Te han conocido!  Pon en todos estos corazones la llama divina de tu amor y verás cómo Te dicen lo que Te dijo aquel tu perseguidor de Damasco: “Señor, ¿qué quieres que haga?”  ¡Oh Maestro divino! ¡Oh consolador único de los corazones que Te aman! ¡Mira hoy a todos los que Te sirven con la grande pena de no verte amado porque no eres conocido! ¡Ven a consolarlos, consolador divino!, que olvidados de sí, ni quieren, ni piden, ni claman, ni desean cosa alguna sino a Ti, y a Ti como luz y como fuego para que incendies la tierra de un confín a otro confín, para tener el consuelo en esta vida de verte conocido, amado, servido de todas tus criaturas, para que en todos se cumplan tus amorosos designios y todos los que ahora existimos en la tierra, y los que han de existir hasta el fin del mundo, todos te alabemos y bendigamos en tu divina presencia por los siglos sin fin. Así sea. 
Dedicatoria a las almas consagradas al servicio del Señor  
Recibid este pequeño Decenario, como una manifestación del aprecio y estima en que os tengo. Y os aprecio y estimo tanto, porque sois la porción escogida de Jesucristo, divino Redentor nuestro. Animaos a entrar en esta escuela divina, donde nos enseñan a vivir como hijos de tan Santo Padre, como esposas de tan dulce Dueño y cómo debemos obrar los discípulos de  tan Santo e inolvidable Maestro.  ¡Oh lo que esta Trinidad augusta nos tiene ya preparado para el día que vayamos a aquella casa paterna a la celebración de nuestras bodas, cuya fiesta ha de durar por los siglos sin fin!  Recibid el cordial afecto que os tengo en el Padre que nos crió, en el Divino Verbo que nos redimió y en el Espíritu Santo, nuestro Santificador, a cuya Trinidad augusta sea dada toda alabanza, todo honor y toda gloria por los siglos sin fin. Así sea.  

Premios de esta escuela (de la devoción al Espíritu Santo)  
No merecidos, sino dados por pura bondad de nuestro inolvidable Maestro, el Espíritu Santo.  Son dados a las potencias de nuestra alma; mas todo nuestro ser siente la grande dicha que traen consigo estos premios, porque son recreo y placer al cuerpo, y al alma un cielo anticipado.   
Premios a la memoria  
Traslados que la hacen ir sin poner esta potencia trabajo alguno a Belén, a Egipto, a Jerusalén, siguiendo a Jesucristo en su vida pública, al Tabor en la transfiguración, al huerto de los olivos, al pretorio, por las calles de Jerusalén, al Calvario, vista amorosa de nuestro adorable Redentor, etc., etc. 

Premios al entendimiento  
Conocimiento de la Divina Esencia y de sus Tres Divinas Personas; acomodado este conocimiento a la capacidad de la inteligencia humana.  Conocimiento de la creación, del ángel y del hombre; de la rebelión, desobediencia y castigos; de la Encarnación del Divino Verbo, etc., etc.   
Premios a la voluntad    Ósculos del más apasionado y fino de los amantes. Dardos de amor Divino; heridas en el alma; transformación del alma en Dios; delectación la más tierna y amorosa, a la manera que lo es un niño que estando en los brazos de su madre en el más dulce reposo, al mismo tiempo que reposa es alimentado con leche; así lo es aquí el alma, con sabiduría y ciencia y posesión que hace en el alma toda la Santísima Trinidad.    Mil vidas si las tuviera  daría por poseerte,  y mil... y mil... más yo diera...  por amarte si pudiera...  con ese amor puro y fuerte  con que Tú, siendo quien eres...  nos amas continuamente.