martes, 30 de septiembre de 2014

GALERÍA FOTOS CONVIVENCIA ESCUELA 2014

El sábado 27 de septiembre mantuvimos una convivencia como inicio de nuestra Escuela de Responsables.

Tras los saludos y la alegría de encontrarnos en la acogida fuimos a la capilla a darle los buenos días al Señor y a presentarle esta jornada y nuestra Escuela para que sea Él quien obre en nosotros y a través de nosotros. Oramos juntos y nos dispusimos a iniciar el trabajo. Primera charla: "La Escuela. Ser responsable". Posteriormente: "Apasionados por Cristo en el MCC". A continuación celebramos la Eucaristía donde renovamos nuestro compromiso con el Señor y con el Movimiento. Después... ¡a comer!. Después del postr y el cafetito, ¡a divertirnos un poco, con bailoteo y animación, para continuar con el proyecto para este curso. Informaciones del Área de Medios de Comunicación y... concluimos nuevamente en la capilla a los pies del Señor dándole gracias y orando vísperas con toda la Iglesia.



ANUNCIA A JESÚS, PREPARA SU CAMINO Y SI NO ACEPTAN EL MENSAJE...

El Evangelio de hoy
Lucas 9, 51-56

Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: "Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?"

Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea.


Reflexión
Cuando se va siguiendo el camino de Jesús, se da uno cuenta que no todos reaccionan positivamente ante el anuncio de la Salvación. El egoísmo y la envidia son fuertes opositores para que el Reino se implante en los corazones.

Por desgracia, después de dos mil años, este problema persiste; no todos aceptan la invitación para dejar que Jesús haga morada en ellos. El Evangelio de hoy nos ayuda a descubrir cuál debe ser nuestra actitud para con aquellos que aún no han dejado que el Reino sea una realidad en su vida. Mientras que Juan y Santiago (los hijos del trueno) buscan acabar con ellos, Jesús los reprende, pues él no busca la muerte del pecador sino que se arrepienta y viva.

Tú también anuncia a Jesús, prepara su camino, y si no aceptan tu mensaje, ámalos, y perdónalos, pues el amor es la llave que abre todas las puertas, principalmente las del corazón, que es precisamente donde tiene que entrar el mensaje del Evangelio.


Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro


evangelizacionactiva.org

lunes, 29 de septiembre de 2014

SAN MIGUEL, SAN GABRIEL Y SAN RAFAEL

Hoy celebramos la fiesta de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. La palabra Arcángel proviene de dos palabras. Arc = el principal. Y ángel. O sea “principal entre los ángeles".
  1.   Su nombre significa: “Dios es mi protector”. se le nombra varias veces en la Biblia. Fue el que anunció al profeta Daniel el tiempo en el que iba a llegar el Redentor. “Se me apareció Gabriel de parte de Dios y me dijo: dentro de setenta semanas de años (o sea 490 años) aparecerá el Santo de los Santos”.
    A Zacarías al anunciarle que iba a tener por hijo a Juan Bautista le dijo: “Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios” .
    Se le confió la misión de anunciar la Encarnación : “Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, ….  el ángel le dijo: ‘No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será Hijo del Altísimo y su Reino no tendrá fin’”.
    Gabriel es patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre.
  2.  Su nombre significa: “Medicina de Dios”.
    Fue enviado por Dios para quitarle la ceguera a Tobías y acompañar al hijo de éste en un larguísimo y peligroso viaje. San Rafael es invocado para alejar enfermedades y lograr terminar felizmente los viajes.
  3.  Significa: “¿Quién como Dios? O: “Nadie es como Dios”.
    A San Miguel se le nombra en el libro de Daniel donde se dice: “Al final de los tiempos aparecerá Miguel, al gran Príncipe que defiende a los hijos del pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los que hicieron el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el mal, para el horror eterno”.
    En el Apocalipsis se cuenta “Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo.
    En la Carta de San Judas Tadeo se dice: “El Arcángel San Miguel cuando se enfrentó al diablo le dijo: ‘Que te castigue el Señor’”.
    Por eso a San Miguel lo pintan atacando al Mal.
    A san Miguel le pedimos, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio. Y cuando le invocamos nos defiende, con el poder que Dios le ha concedido.
Los arcángeles “suben y bajan” sirviendo a Dios, en beneficio nuestro. Dan gloria a la Trinidad, sirviéndonos a nosotros. Por lo tanto merecen nuestra devoción y, Dios nuestra gratitud ya que los envía para nuestro bien.


cursillosdecristiandad.es

sábado, 27 de septiembre de 2014

APASIONADOS POR CRISTO EN EL MCC


NUESTRO CURSILLO EN LA WEB OBISPADO

9-12 de octubre. Cursillo de Cristiandad





¡VIVE UN CURSILLO DE CRISTIANDAD!

El Cursillo de Cristiandad es una vivencia, un encuentro profundo con Dios y su mensaje, de una manera personal y madura, que hace sentir como la Buena Nueva es un  regalo aplicable y adaptable a nuestra vida, a nuestro día a día…

Son tres días de parada en el ajetreo diario, para así poder profundizar en la realidad de uno mismo, la de los demás y la del mundo que nos rodea, desde la perspectiva de un Jesucristo cercano que ama a cada uno sin importar sus circunstancias. Es descubrir el Amor incondicional de Dios hacia nosotros. Es conocer a Cristo en toda su plenitud con el hombre.

Es una proclamación kerygmática de lo fundamental cristiano. Es volver a los primeros tiempos de la Iglesia, mediante una proclamación vivencial y testimonial de la esencia de la doctrina del Evangelio llevada a la vida. Es la explosión del contenido vivo del cristianismo. Es aprender a llevar a nuestra vida concreta el mensaje de Cristo, con nuestras limitaciones y defectos. Es APRENDER A VIVIR EN CRISTIANO.

¡El Cursillo es para ti!

  • Para quienes desconocen a Jesucristo, o quienes se sienten fuera de la Iglesia: es una oportunidad excepcional de experimentar el verdadero cristianismo.
  • Para quienes provienen de algún grupo o comunidad, el Cursillo puede suponer una experiencia gratificante que les ratifique en su opción de fe y les haga volver a sus comunidades de origen con renovado entusiasmo.

“Los Cursillos de Cristiandad son un instrumento suscitado por Dios para el anuncio del evangelio en nuestro tiempo” (S.Juan Pablo II)


BEATIFICACIÓN DE ÁLVARO DE PORTILLO

En la zona de Valdebebas, en Madrid (España)
200.000 personas asisten a la beatificación de Álvaro del Portillo, primer prelado del Opus Dei
Actualizado 27 septiembre 2014 
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 El Papa hace un emotivo retrato del beato Álvaro del Portillo recordando su jaculatoria preferida
Más de 200.000 personas de todo el mundo se dieron cita hoy al mediodía, en Valdebebas (Madrid. España), para asistir a la ceremonia de beatificación de monseñor Álvaro del Portillo, primer prelado del Opus Dei y sucesor de san Josemaría Escrivá de Balaguer al frente de la Obra.

150 obispos y 18 cardenales
Con la presencia de 150 obispos y 18 cardenales, la beatificación tuvo un momento emocionante tras la lectura de una breve biografía del nuevo beato, al subir al altar el niño chileno José Ignacio Ureta, cuya curación milagrosa ha permitido la beatificación, portando la reliquia de este ingeniero de caminos, nacido en Madrid y que a los 21 años decidió dejar su carrera profesional para consagrarse a Dios en el carisma particular del Opus Dei.

«Don Álvaro, figura de gran humanidad»
Durante la homilía, el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Ángelo Amato, presentó a «Don Álvaro», como le solían llamar familiarmente su «hijos espirituales», como una «figura de gran humanidad», que «huía de todo personalismo» y cuya formación como ingeniero «le hacía ir al núcleo de los problemas y resolverlos».

Humildad, la llave de la santidad
"Hay una virtud que Mons. Álvaro del Portillo vivió de modo especialmente extraordinario, considerándola un instrumento indispensable para la santidad y el apostolado: la virtud de la humildad, que es imitación e identificación con Cristo, manso y humilde de corazón", señaló.

"Para don Álvaro, la humildad era la llave que abre la puerta para entrar en la casa de la santidad, mientras que la soberbia constituía al mayor obstáculo para ver y amar a Dios".

Recordando las palabras que el por entonces Cardenal Ratzinger pronunció en 2002 durante la canonización del fundador del Opus Dei, el Cardenal Amato dijo que "virtud heroica no significa exactamente que uno ha llevado a cabo grandes cosas por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él se ha mostrado transparente y disponible para que Dios actuara. Eso es santidad".

Y ha insistido en que "ahora más que nunca necesitamos una ecología de la santidad, para contrarrestar la contaminación de la inmoralidad y de la corrupción. Los santos nos invitan a introducir en el seno de la Iglesia y de la sociedad el aire puro de la gracia de Dios, que renueva la faz de la Tierra".

Palabras del cardenal Rouco sobre el nuevo beato
Antes de finalizar la Eucaristía y como anfitrión de la ceremonia, el cardenal y arzobispo administrador de Madrid, Antonio María Rouco Varela, agradeció al Papa Francisco «que quiso que la beatificación se celebrara en esta querida Archidiócesis de Madrid».

«Me atrevería a decir -añadió- que el beato del Portillo, nacido aquí, es particularmente nuestro, y que nos bendice especialmente desde el cielo: y porque tenía esas raíces profundas, pudo y supo ser ciudadano del mundo, de esos cinco continentes a donde viajó; maravillosamente representados en esta asamblea orante».

Dos ministros españoles asisten a la ceremonia
Los ministros Jorge Fernández Díaz, de Interior, y Luis De Guindos, de Economía, asistieron a la beatificación del segundo prelado del Opus Dei y fueron acompañados por otras autoridades civiles como el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce; el consejero de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, Borja Sarasola; el presidente del Parlamento de Navarra, Alberto Catalán; y el director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa.

También asistieron Federico Trillo, actual Embajador de España en Reino Unido y ex presidente de las Cortes, Marcelino Oreja, ex ministro, la presidenta de Navarra, Yolanda Barcina o el ex alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano.

Obispos españoles
Entre los obispos españoles que asistieron a la beatificación de Álvaro del Portillo destaca el presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez; así como los cardenales Antonio Cañizares (Valencia) y Lluís Martínez Sistach (Barcelona,) y el arzobispo electo de Madrid, Carlos Osoro.

Texto íntegro de la homilía del cardenal Amato:

1. «Pastor según el corazón de Cristo, celoso ministro de la Iglesia»[1]. Este es el retrato que el Papa Francisco ofrece del Beato Álvaro del Portillo, pastor bueno, que, como Jesús, conoce y ama a sus ovejas, conduce al redil las que se han perdido, venda las heridas de las enfermas y ofrece la vida por ellas[2].

El nuevo Beato fue llamado desde joven a seguir a Cristo, para ser después un diligente ministro de la Iglesia y proclamar en todo el mundo la gloriosa riqueza de su misterio salvífico: «Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo. Por este motivo lucho denodadamente con su fuerza, que actúa poderosamente en mí»[3]. Y este anuncio de Cristo Salvador lo realizó con absoluta fidelidad a la cruz y, al mismo tiempo, con una ejemplar alegría evangélica en las dificultades. Por eso, la Liturgia le aplica hoy las palabras del Apóstol: «Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia»[4].

La serena felicidad ante el dolor y el sufrimiento, es una característica de los Santos. Por lo demás, las bienaventuranzas -también aquellas más arduas como las persecuciones- no son sino un himno a la alegría.

2. Son muchas las virtudes -como la fe, la esperanza y la caridad- que el Beato Álvaro vivió de modo heroico. Practicó estos hábitos virtuosos a la luz de las bienaventuranzas de la mansedumbre, de la misericordia, de la pureza de corazón. Los testimonios son unánimes. Además de destacar por la total sintonía espiritual y apostólica con el santo Fundador, se distinguió también como una figura de gran humanidad.

Los testigos afirman que, desde niño, Álvaro era un «un chico de carácter muy alegre y muy estudioso, que nunca dio problemas»; «era cariñoso, sencillo, alegre, responsable, bueno...»[5].

Heredó de su madre, doña Clementina, una serenidad proverbial, la delicadeza, la sonrisa, la comprensión, el hablar bien de los demás y la ponderación al juzgar. Era un auténtico caballero. No era locuaz. Su formación como ingeniero le confirió rigor mental, concisión y precisión para ir en seguida al núcleo de los problemas y resolverlos. Inspiraba respeto y admiración.

3. Su delicadeza en el trato iba unida a una riqueza espiritual excepcional, en la que destacaba la gracia de la unidad entre vida interior y afán apostólico infatigable. El escritor Salvador Bernal afirma que transformó en poesía la prosa humilde del trabajo diario.

Era un ejemplo vivo de fidelidad al Evangelio, a la Iglesia, al Magisterio del Papa. Siempre que acudía a la basílica de San Pedro en Roma, solía recitar el Credo ante la tumba del Apóstol y una Salve ante la imagen de Santa María, Mater Ecclesiae.

Huía de todo personalismo, porque transmitía la verdad del Evangelio y la integridad de la tradición, no sus propias opiniones. La piedad eucarística, la devoción mariana y la veneración por los Santos nutrían su vida espiritual. Mantenía viva la presencia de Dios con frecuentes jaculatorias y oraciones vocales. Entre las más habituales estaban: Cor Iesu Sacratissimum et Misericors, dona nobis pacem!, y Cor Mariae Dulcissimum, iter para tutum; así como la invocación mariana: Santa María, Esperanza nuestra, Esclava del Señor, Asiento de la Sabiduría.

4. Un momento decisivo de su vida fue la llamada al Opus Dei. A los 21 (veintiún) años, en 1935 (mil novecientos treinta y cinco), después de encontrar a San Josemaría Escrivá de Balaguer -que entonces era un joven sacerdote de 33 (treinta y tres) años-, respondió generosamente a la llamada del Señor a la santidad y al apostolado.

Tenía un profundo sentido de comunión filial, afectiva y efectiva con el Santo Padre. Acogía su magisterio con gratitud y lo daba a conocer a todos los fieles del Opus Dei. En los últimos años de su vida, besaba a menudo el anillo de Prelado que le había regalado el Papa para reafirmarse en su plena adhesión a los deseos del Romano Pontífice. En particular, secundaba sus peticiones de oración y ayuno por la paz, por la unidad de los cristianos, por la evangelización de Europa.

Destacaba por la prudencia y rectitud al valorar los sucesos y las personas; la justicia para respetar el honor y la libertad de los demás; la fortaleza para resistir las contrariedades físicas o morales; la templanza, vivida como sobriedad, mortificación interior y exterior. El Beato Álvaro transmitía el buen olor de Cristo -bonus odor Christi-[6], que es el aroma de la auténtica santidad.

5. Sin embargo, hay una virtud que Monseñor Álvaro del Portillo vivió de modo especialmente extraordinario, considerándola un instrumento indispensable para la santidad y el apostolado: la virtud de la humildad, que es imitación e identificación con Cristo, manso y humilde de corazón[7]. Amaba la vida oculta de Jesús y no despreciaba los gestos sencillos de devoción popular, como, por ejemplo, subir de rodillas la Scala Santa en Roma. A un fiel de la Prelatura, que había visitado ese mismo lugar pero que había subido a pie la Scala Santa, porque -así se lo comentó- se consideraba un cristiano maduro y bien formado, el Beato Álvaro le respondió con una sonrisa, y añadió que él la había subido de rodillas, a pesar de que el ambiente estaba algo cargado por la multitud de personas y la escasa ventilación[8]. Fue una gran lección de sencillez y de piedad.

Monseñor del Portillo estaba, de hecho, beneficiosamente "contagiado" por el comportamiento de Nuestro Señor Jesucristo, que no vino a ser servido, sino a servir[9]. Por eso, rezaba y meditaba con frecuencia el himno eucarístico Adoro Te devote, latens deitas. Del mismo modo, consideraba la vida de María, la humilde esclava del Señor. A veces recordaba una frase de Cervantes, de las Novelas Ejemplares: «sin humildad, no hay virtud que lo sea»[10]. Y a menudo recitaba una jaculatoria frecuente entre los fieles de la Obra: «Cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies»[11]; no despreciarás, oh Dios, un corazón contrito y humillado.

Para él, como para San Agustín, la humildad era el hogar de la caridad[12]. Repetía un consejo que solía dar el Fundador del Opus Dei, citando unas palabras de San José de Calasanz: «Si quieres ser santo, sé humilde; si quieres ser más santo, sé más humilde; si quieres ser muy santo, sé muy humilde»[13]. Tampoco olvidaba que un burro fue el trono de Jesús en la entrada a Jerusalén. Incluso sus compañeros de estudios, además de destacar su extraordinaria inteligencia, subrayan su sencillez, la inocencia serena de quien no se considera mejor que los demás. Pensaba que su peor enemigo era la soberbia. Un testigo asegura que era "la humildad en persona"[14].

Su humildad no era áspera, llamativa, exasperada; sino cariñosa, alegre. Su alegría derivaba de la convicción de su escasa valía personal. A principios de 1994, el último año de su vida en la tierra, en una reunión con sus hijas, dijo: «os lo digo a vosotras, y me lo digo a mí mismo. Tenemos que luchar toda la vida para llegar a ser humildes. Tenemos la escuela maravillosa de humildad del Señor, de la Santísima Virgen y de San José. Vamos a aprender. Vamos a luchar contra el proprio yo que está costantemente alzándose como una víbora, para morder. Pero estamos seguros si estamos cerca de Jesús, que es del linaje de María, y es el que aplastará la cabeza de la serpiente»[15].

Para don Álvaro, la humildad era «la llave que abre la puerta para entrar en la casa de la santidad», mientras que la soberbia constituía el mayor obstáculo para ver y amar a Dios. Decía: «la humildad nos arranca la careta de cartón, ridícula, que llevan las personas presuntuosas, pagadas de sí mismas»[16]. La humildad es el reconocimiento de nuestras limitaciones, pero también de nuestra dignidad de hijos de Dios. El mejor elogio de su humildad lo expresó una mujer del Opus Dei, después del fallecimiento del Fundador: «el que ha muerto ha sido don Álvaro, porque nuestro Padre sigue vivo en su sucesor»[17].

Un cardenal atestigua que cuando leyó sobre la humildad en la Regla de San Benito o en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, le parecía contemplar un ideal altísimo, pero inalcanzable para el ser humano. Pero cuando conoció y trató al Beato Álvaro entendió que era posible vivir la humildad de modo total.

6. Se pueden aplicar al Beato las palabras que el Cardenal Ratzinger pronunció en 2002, con ocasión de la canonización del Fundador del Opus Dei. Hablando de la virtud heroica, el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe dijo: «Virtud heroica no significa exactamente que uno ha llevado a cabo grandes cosas por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él se ha mostrado transparente y disponible para que Dios actuara [...]. Esto es la santidad»[18].

Este es el mensaje que nos entrega hoy el Beato Álvaro del Portillo, «pastor según el corazón de Jesús, celoso ministro de la Iglesia»[19]. Nos invita a ser santos como él, viviendo una santidad amable, misericordiosa, afable, mansa y humilde.

La Iglesia y el mundo necesitan del gran espectáculo de la santidad, para purificar, con su aroma agradable, los miasmas de los muchos vicios alardeados con arrogante insistencia.

Ahora más que nunca necesitamos una ecología de la santidad, para contrarrestar la contaminación de la inmoralidad y de la corrupción. Los santos nos invitan a introducir en el seno de la Iglesia y de la sociedad el aire puro de la gracia de Dios, que renueva la faz de la tierra.

Que María Auxiliadora de los Cristianos y Madre de los Santos, nos ayude y nos proteja.

Beato Álvaro del Portillo, ruega por nosotros.Amén.