viernes, 31 de julio de 2015

NO ES FÁCIL CONVENCER A LA GENTE QUE VIVE CON NOSOTROS



Reflexión del Evangelio de hoy:
En muchas ocasiones el lugar más complicado para el anuncio del Evangelio es nuestra propia familia, nuestra propia comunidad. Es el lugar mas difícil para el anuncio como también para el testimonio, que en definitiva son los milagros que ellos mismos esperan ver.
La verdad es que no es fácil convencer a la gente que vive con  nosotros, El mismo Jesús sufrió esto. Pero es precisamente ahí donde cada uno de nosotros tiene que dar testimonio. En ningún lugar, pero mucho menos en casa hemos de imponer o vencer a los nuestros, mucho menos acusarlos o intentar atemorizarlos, lo que hay que hacer es amar.

Como nos recordaba el Papa Francisco a los Cursillistas, en El Aula Pablo VI, el 31 de abril, con el ejemplo de aquella mujer argentina que, era atea, y que su hija se convirtió, y que cuando la madre ya anciana necesitaba ayuda, ella, la cuidaba con cariño, y su alegría, su amor, y su felicidad, hizo posible que aunque al final de su vida la madre quisiera tener la fe de la hija, y recibió el bautismo antes de morir, muriendo con esperanza y feliz, en Gracia de Dios.
Hemos de aprender, que por mucho que digamos, exhortemos y amonestemos, muchas veces entre los nuestros eso, solo consigue dividir, generar discordia y enfrentamientos estériles, donde debería haber paz y armonía. Lo único que verdaderamente puede no vencer, que no sirve para nada, sino convencer desde la libertad, es nuestro testimonio de amor, muchas veces silencioso.

De todas formas yo, cuando veo a algunos de mi familia que no dan el paso hacia la fe, recuerdo esa frase de san Pablo “Cree tú, y creerá tu familia”. Si seguramente ese es el camino, creer, tener la alegría de la fe, hacerla vida, intentar como Jesús y a pesar de su falta de fe, aunque sólo sea algunos milagros, es decir realizar testimonios de amor, de respeto a la libertad de cada uno, de convivencia pacífica, pero sobre todo de alegría en el servicio, estoy convencido, que aunque sea al final el amor vencerá.


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«Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio»


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Hoy, como ayer, hablar de Dios a quienes nos conocen desde siempre resulta difícil. En el caso de Jesús, san Juan Crisóstomo comenta: «Los de Nazaret se admiran de Él, pero esta admiración no les lleva a creer, sino a sentir envidia, es como si dijeran: ‘¿Por qué Él y no yo?’». Jesús conocía bien a aquellos que en vez de escucharle se escandalizaban de Él. Eran parientes, amigos, vecinos a quienes apreciaba, pero justamente a ellos no les podrá hacer llegar su mensaje de salvación.

Nosotros —que no podemos hacer milagros ni tenemos la santidad de Cristo— no provocaremos envidias (aun cuando en ocasiones pueda suceder si realmente nos esforzamos por vivir cristianamente). Sea como sea, nos encontraremos a menudo, como Jesús, con que aquellos a quienes más amamos o apreciamos son quienes menos nos escuchan. En este sentido, debemos tener presente, también, que se ven más los defectos que las virtudes y que aquellos a quienes hemos tenido a nuestro lado durante años pueden decir interiormente: —Tú que hacías (o haces) esto o aquello, ¿qué me vas a enseñar a mí?

Predicar o hablar de Dios entre la gente de nuestro pueblo o familia es difícil pero necesario. Hace falta decir que Jesús cuando va a su casa está precedido por la fama de sus milagros y de su palabra. Quizás nosotros también necesitaremos, un poco, establecer una cierta fama de santidad fuera (y dentro) de casa antes de “predicar” a los de casa.

San Juan Crisóstomo añade en su comentario: «Fíjate, te lo ruego, en la amabilidad del Maestro: no les castiga por no escucharle, sino que dice con dulzura: ‘Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio’ (Mt 13,57)». Es evidente que Jesús se iría triste de allí, pero continuaría rogando para que su palabra salvadora fuera bien recibida en su pueblo. Y nosotros (que nada habremos de perdonar o pasar por alto), lo mismo tendremos que orar para que la palabra de Jesús llegue a aquellos a quienes amamos, pero que no quieren escucharnos.

martes, 28 de julio de 2015

NOSOTROS SOMOS LA SEMILLA


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Mateo (13,36-43):

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.  Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»

Reflexión:

Los verdaderos discípulos de Jesús, se quedan a solas con Él, en la intimidad, donde Él, porque ellos se lo piden, les explica personalmente la Palabra. Este sería el primer punto, ¿busco el momento para estar en la intimidad con él, con los otros discípulos, para que nos explique la Palabra?

En esta parábola que Jesús explica a sus discípulos, nos recuerda que Jesús es el que siembra la buena semilla, es Jesús el que trabaja, aunque parezca que yo he hecho algo, es Cristo quien obra en mí. Nosotros somos la semilla, la buena o la mala, algunas veces incluso buena y mala el mismo día.

Si dejo que el pecado anide en mí, soy cizaña en manos del diablo, que se siembra  en el campo del mundo. Por eso que el pecado no anide en mi, que enseguida vuelva a las manos de Jesús el Sembrador de la buena semilla. Cuando estoy en las manos de Cristo, yo soy la buena semilla, que Cristo siembra en el campo del mundo,

¿Qué os parece: nos apuntamos a Cristo para vivir con intensidad y autenticidad la semilla que somos, para que el mundo de una buena cosecha? Qué pregunta más tonta, verdad.
Aunque ahora nos cueste, seamos buena semilla porque al final los que son de Cristo brillarán como el sol en la casa del Padre, después de haber dado fruto en el mundo. El que tenga oídos, que oiga.

Ayer algunos de los amigos que recibís la reflexión, me agradecíais, la misma, hacedme un regalo, pedidle a Jesús, al sembrador, que yo sea siempre una buena semilla en sus manos, yo os aseguro también mi oración cada mañana al enviar la reflexión. Vosotros sois buena semilla en manos de Cristo, para que el campo del mundo de fruto. Para mí sois un  regalo que el sembrador pone en mi vida, juntos haremos fructificar la vida y conseguiremos que haya menos cizaña. Gracias Señor por los amigos tan maravillosos que me das. Un gran beso de Paz para todos y todas.

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«Explícanos la parábola de la cizaña del campo»


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Hoy, mediante la parábola de la cizaña y el trigo, la Iglesia nos invita a meditar acerca de la convivencia del bien y del mal. El bien y el mal dentro de nuestro corazón; el bien y el mal que vemos en los otros, el que vemos que hay en el mundo.

«Explícanos la parábola» (Mt 13,36), le piden a Jesús sus discípulos. Y nosotros, hoy, podemos hacer el propósito de tener más cuidado de nuestra oración personal, nuestro trato cotidiano con Dios. —Señor, le podemos decir, explícame por qué no avanzo suficientemente en mi vida interior. Explícame cómo puedo serte más fiel, cómo puedo buscarte en mi trabajo, o a través de esta circunstancia que no entiendo, o no quiero. Cómo puedo ser un apóstol cualificado. La oración es esto, pedirle “explicaciones” a Dios. ¿Cómo es mi oración? ¿Es sincera?, ¿es constante?, ¿es confiada?

Jesucristo nos invita a tener los ojos fijos en el Cielo, nuestra casa para siempre. Frecuentemente vivimos enloquecidos por la prisa, y casi nunca nos detenemos a pensar que un día —lejano o no, no lo sabemos— deberemos dar cuenta a Dios de nuestra vida, de cómo hemos hecho fructificar las cualidades que nos ha dado. Y nos dice el Señor que al final de los tiempos habrá una tría. El Cielo nos lo hemos de ganar en la tierra, en el día a día, sin esperar situaciones que quizá nunca llegarán. Hemos de vivir heroicamente lo que es ordinario, lo que aparentemente no tiene ninguna trascendencia. ¡Vivir pensando en la eternidad y ayudar a los otros a pensar en ello!: paradójicamente, «se esfuerza para no morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que ha de vivir eternamente» (San Julián de Toledo).

Recogeremos lo que hayamos sembrado. Hay que luchar por dar hoy el 100%. Y que cuando Dios nos llame a su presencia le podamos presentar las manos llenas: de actos de fe, de esperanza, de amor. Que se concretan en cosas muy pequeñas y en pequeños vencimientos que, vividos diariamente, nos hacen más cristianos, más santos, más humanos.

sábado, 25 de julio de 2015

«¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?»

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Hoy, el episodio que nos narra este fragmento del Evangelio nos pone frente a una situación que ocurre con mucha frecuencia en las distintas comunidades cristianas. En efecto, Juan y Santiago han sido muy generosos al abandonar su casa y sus redes para seguir a Jesús. Han escuchado que el Señor anuncia un Reino y que ofrece la vida eterna, pero no logran entender todavía la nueva dimensión que presenta el Señor y, por ello, su madre va a pedir algo bueno, pero que se queda en las simples aspiraciones humanas: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino» (Mt 20,21).

De igual manera, nosotros escuchamos y seguimos al Señor, como lo hicieron los primeros discípulos de Jesús, pero no siempre logramos entender a cabalidad su mensaje y nos dejamos llevar por intereses personales o ambiciones dentro de la Iglesia. Se nos olvida que al aceptar al Señor, tenemos que entregarnos con confianza y de manera plena a Él, que no podemos pensar en obtener la gloria sin haber aceptado la cruz.

La respuesta que les da Jesús pone precisamente el acento en este aspecto: para participar de su Reino, lo que importa es aceptar beber de su misma «copa» (cf. Mt 20,22), es decir, estar dispuestos a entregar nuestra vida por amor a Dios y dedicarnos al servicio de nuestros hermanos, con la misma actitud de misericordia que tuvo Jesús. El Papa Francisco, en su primera homilía, recalcaba que para seguir a Jesús hay que caminar con la cruz, pues «cuando caminamos sin la cruz, cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor».

Seguir a Jesús exige, por consiguiente, gran humildad de nuestra parte. A partir del bautismo hemos sido llamados a ser testigos suyos para transformar el mundo. Pero esta transformación sólo la lograremos si somos capaces de ser servidores de los demás, con un espíritu de gran generosidad y entrega, pero siempre llenos de gozo por estar siguiendo y haciendo presente al Señor.
 
 
 
evangeli.net

FELIZ DÍA DE SANTIAGO APÓSTOL



 
Muchas felicidades a todos nosotros que tenemos el regalo de la fe gracias a nuestro querido Santiago Apóstol, patrón de España.
Que él proteja siempre nuestro país, nos guarde y cuide a todos nosotros.
Nunca olvidemos que somos peregrinos y nuestro querido Movimiento de Cursillos nació tras una peregrinación a Santiago de Compostela a darle un abrazo al santo y a visitar su tumba.
¡Cuánto habría hecho y hace Santiago por Cursillos!
Gracias, Santiago. Sigue rogando por nosotros.
¡De Colores!

jueves, 23 de julio de 2015

«¡... dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!»


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Hoy, recordamos la "alabanza" dirigida por Jesús a quienes se agrupaban junto a Él: «¡dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!» (Mt 13,16). Y nos preguntamos: ¿Van dirigidas también a nosotros estas palabras de Jesús, o son únicamente para quienes lo vieron y escucharon directamente? Parece que los dichosos son ellos, pues tuvieron la suerte de convivir con Jesús, de permanecer física y sensiblemente a su lado. Mientras que nosotros nos contaríamos más bien entre los justos y profetas -¡sin ser justos ni profetas!- que habríamos querido ver y oír.

No olvidemos, sin embargo, que el Señor se refiere a los justos y profetas anteriores a su venida, a su revelación: «Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron» (Mt 13,17). Con Él llega la plenitud de los tiempos, y nosotros estamos en esta plenitud, estamos ya en el tiempo de Cristo, en el tiempo de la salvación. Es verdad que no hemos visto a Jesús con nuestros ojos, pero sí le hemos conocido y le conocemos. Y no hemos escuchado su voz con nuestros oídos, pero sí que hemos escuchado y escuchamos sus palabras. El conocimiento que la fe nos da, aunque no es sensible, es un auténtico conocimiento, nos pone en contacto con la verdad y, por eso, nos da la felicidad y la alegría.

Agradezcamos nuestra fe cristiana, estemos contentos de ella. Intentemos que nuestro trato con Jesús sea cercano y no lejano, tal como le trataban aquellos discípulos que estaban junto a Él, que le vieron y oyeron. No miremos a Jesús yendo del presente al pasado, sino del presente al presente, estemos realmente en su tiempo, un tiempo que no acaba. La oración -hablar con Dios- y la Eucaristía -recibirle- nos aseguran esta proximidad con Él y nos hacen realmente dichosos al mirarlo con ojos y oídos de fe. «Recibe, pues, la imagen de Dios que perdiste por tus malas obras» (San Agustín).

miércoles, 22 de julio de 2015

«Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor»


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Hoy celebramos la fiesta de Santa María Magdalena. Suele ser propio de la juventud apasionarse locamente por alguna película llegando a la identificación personal con alguno de los protagonistas. Los cristianos deberíamos ser siempre jóvenes en este sentido ante la vida del mismo Jesús de Nazaret, y sabernos identificar con esta gran mujer de la que habla el Evangelio, María Magdalena. Siguió los caminos de Jesús, escuchó su Palabra. Cristo supo corresponder y le concedió el privilegio histórico de ser la primera a quien le fue comunicado el hecho de la resurrección.

Dice el evangelista que ella al principio no lo reconoció, sino que lo confundió con un campesino del lugar. Pero cuando el Señor la llamó por su nombre:«María», tal vez por la manera peculiar de decírselo, entonces esta santa mujer no dudó ni un instante: «Ella se vuelve y le dice en hebreo: 'Rabbuní' —que quiere decir: “Maestro”—» (Jn 20,16). Después de su encuentro con Jesús, ella fue la primera que corrió a anunciarlo a los demás discípulos: «Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras» (Jn 20,18).

El cristiano, que en su programa diario de vida cuida el trato con Cristo, en la Eucaristía haciendo un rato de oración contemplativa y cultiva la lectura asidua del Evangelio de Jesús, también tendrá el privilegio de escuchar la llamada personal del Señor. Es el mismo Cristo que nos llama personalmente por nuestro nombre y nos anima a seguir el camino firme de la santidad.

«La oración es conversación y diálogo con Dios: contemplación para los que se distraen, seguridad de las cosas que se esperan, igualdad de condición y de honor con los ángeles, progreso e incremento de los bienes, enmienda de los pecados, remedio de los males, fruto de los bienes presentes, garantía de los bienes futuros» (San Gregorio de Nisa).

Digámosle al Señor: —Jesús, que mi amistad contigo sea tan fuerte y tan profunda que, como María Magdalena, sea capaz de reconocerte en mi vida.

lunes, 20 de julio de 2015

«Maestro, queremos ver una señal hecha por ti»


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Hoy contemplamos en el Evangelio a algunos maestros de la Ley y fariseos deseando que Jesús demuestre su procedencia divina con una señal prodigiosa (cf. Mt 12,38). Ya había realizado muchas, suficientes para mostrar no solamente que venía de Dios, sino que era Dios. Pero, aun con los muchos milagros realizados, no tenían bastante: por más que hubiera hecho, no habrían creído.

Jesús, con tono profético, tomando ocasión de una señal prodigiosa del Antiguo Testamento, anuncia su muerte, sepultura y resurrección: «De la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches» (Mt 12,40), saliendo de ahí lleno de vida.

Los de Nínive, por la conversión y la penitencia, recobraron la amistad con Dios. También nosotros, por la conversión, la penitencia y el bautismo, hemos sido sepultados con Cristo, y vivimos por Él y en Él, ahora y por siempre, habiendo dado un verdadero paso “pascual”: paso de muerte a vida, del pecado a la gracia. Liberados de la esclavitud del demonio, llegamos a ser hijos de Dios. Es “el gran prodigio”, que ilustra nuestra fe y la esperanza de vivir amando como Dios manda, para poseer a Dios Amor en plenitud.

Gran prodigio, tanto el de la Pascua de Jesús como el de la nuestra por el bautismo. Nadie los ha visto, ya que Jesús salió del sepulcro, lleno de vida, y nosotros del pecado, llenos de vida divina. Lo creemos y vivimos evitando caer en la incredulidad de quienes quieren ver para creer, o de los que quisieran a la Iglesia sin la opacidad de los humanos que la componemos. Que nos baste el hecho Pascual de Cristo, que tan hondamente repercute en todos los humanos y en toda la creación, y es causa de tantos “milagros de la gracia”.

La Virgen María se fió de la Palabra de Dios, y no tuvo que correr al sepulcro para embalsamar el cuerpo de su Hijo y para comprobar el sepulcro vacío: simplemente creyó y “vio”.

viernes, 17 de julio de 2015

¡VIVE DE COLORES! ¿A QUÉ ESPERAS?

¿A QUÉ ESPERAS?


LÁNZATE AL PRIMER SPRINT; BUENAS MONTAÑAS PARA UN BUEN ESCALADOR



Fíjate en lo que falta para que el cristianismo impregne de vida todas las almas, todos los hogares, todos los negocios, todos los trabajos, todos los afanes, las diversiones todas… ¡Eso es sencillamente lo que falta por hacer! Y eso es lo que hay por hacer.

No me digas que no haya cosas que tú no puedas y sepas y debas hacer. Lo que hace falta es que selecciones y jerarquices tus quehaceres. Y que de una vez te lances al primer “sprint”.

¡Buenas montañas para un buen escalador, hasta que “Cristo lo sea todo en todos”.

(Sebastián Gayá, Reflexiones para Cursillistas de Cristiandad)

CUMPLIR LA LEY SIN OLVIDAR LO QUE ESTÁ POR ENCIMA DE ELLA

Resultado de imagen de misericordia quiero y no sacrificioEvangelio de hoy: Mateo (12,1-8):

Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los fariseos, al verlo, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.»
Les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.»


Reflexión:

Para los que tienen el Espíritu, para los que viven en el Espíritu, la Ley no es la ley que esclaviza de la que nos habla san Pablo, sino que es la ley de la libertad. La ley es para el Hombre y no el hombre para la ley. Jesús aquí nos advierte de que no podemos convertir la ley en la única norma de vida olvidando los demás valores, y mucho menos olvidándonos de al servicio de quien está la ley. Cuando cumplimos la ley sólo porque está mandado, convertimos algo que se nos ha dado para nuestra libertad en una cadena que no nos deja vivir.

Desde luego son muchísimas las obligaciones diarias que tenemos, y nosotros somos los que elegimos vivirlas bajo la ley o bajo el Espíritu: Yo me puedo levantar cada mañana temprano para ir al trabajo, y puedo darle sentido, haciéndolo por amor y con gusto, sobre todo pensando en mi familia, en el servicio que puedo ofrecer a la sociedad, en la cantidad de oportunidades que me brinda….  o lo puedo convertir en una verdadera carga insoportable, como una losa que me aplasta y no me deja respirar.

También las normas religiosas, incluso las más sagradas para nosotros, como el ir a participar de la Eucaristía, las podemos vivir como una obligación que me esclaviza, que me quita mi tiempo, porque la vivo de una forma rutinaria y solo por cumplir la ley, porque es los que está mandado, o puedo hacerlo por amor y con gusto, ¡Anda que no cambia la cosa!

La oración diaria hará que nosotros podamos hacer de la ley una experiencia de amor. Jesús, quiere que cumplamos la ley, pero sin olvidar nunca que por encima de la ley, estará siempre el amor, la verdadera caridad, estará siempre la persona.
Aquí hay uno que es más grande que la ley nos dice Jesús, no olvidemos nunca que en el corazón de la ley está el amor a Dios y el amor al hombre, y que el verdadero núcleo es el amor al hombre donde se manifiesta nuestro amor a Dios.

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«Misericordia quiero y no sacrificio»


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Hoy el Señor se acerca al sembrado de tu vida, para recoger frutos de santidad. ¿Encontrará caridad, amor a Dios y a los demás? Jesús, que corrige la casuística meticulosa de los rabinos, que hacía insoportable la ley del descanso sabático: ¿tendrá que recordarte que solo le interesa tu corazón, tu capacidad de amar?

«Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado» (Mt 12,2). Lo dijeron convencidos, eso es lo increíble. ¿Cómo prohibir hacer el bien, siempre? Algo te recuerda que ningún motivo te excusa de ayudar a los demás. La caridad verdadera respeta las exigencias de la justicia, evitando la arbitrariedad o el capricho, pero impide el rigorismo, que mata al espíritu de la ley de Dios, que es una invitación continua a amar, a darse a los demás.

«Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 12,7). Repítelo muchas veces, para grabarlo en tu corazón: Dios, rico en misericordia, nos quiere misericordiosos. «¡Qué cercano está Dios de quien confiesa su misericordia! Sí; Dios no anda lejos de los contritos de corazón» (San Agustín). ¡Y qué lejos estás de Dios cuando permites que tu corazón se endurezca como una piedra!

Jesucristo acusó a los fariseos de condenar a los inocentes. Grave acusación. ¿Y tú? ¿te interesas de verdad por las cosas de los demás? ¿los juzgas con cariño, con simpatía, como quien juzga a un amigo o a un hermano? Procura no perder el norte de tu vida.

Pídele a la Virgen que te haga misericordioso, que sepas perdonar. Sé benévolo. Y si descubres en tu vida algún detalle que desentone de esta disposición de fondo, ahora es un buen momento para rectificar, formulando algún propósito eficaz.

jueves, 16 de julio de 2015

HOY, LA VIRGEN DEL CARMEN

[Estampa religiosa de la Virgen del Carmen]
Prodigioso y admirable
Imán de nuestro desvelo;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.

Salve, Reina de los, cielos,
De misericordia Madre,
Vida y dulzura divina;
Esperanza nuestra, Salve;
Nubecilla etc.

Dios te Salve, Templo hermoso
Del divino Verbo en carne,
Sálvete Dios, Madre Virgen,
Pues eres Virgen y Madre;
Nubecilla etc.

Volvednos, Madre piadosa,
Vuestros ojos admirables,
Y mirad por vuestros hijos,
Pues que sois piadosa Madre;
Nubecilla etc.

Socorrednos, pues escucha
Que en las penas y combates
A ti suspiramos todos
En este lloroso valle;
Nubecilla etc.

Mostradnos a vuestro Hijo
De Josafat en el Valle,
Piadoso, pues que nació
De ese cristal admirable;
Nubecilla etc.

Rogad por vuestros devotos
A la bondad inefable;
Pues murió para salvarnos,
Por su clemencia nos salve;
Nubecilla del Carmelo,
Sednos protectora y Madre.

V. Ruega por nos, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
SALUTACIONES

1ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los serafines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque me habéis dado vuestro Escapulario. Dios te salve, María, etc.
2ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los serafines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario sois salud de mi alma. Dios te salve, María, etc.
3ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los tronos, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me protegéis contra todos los peligros. Dios te salve, María, etc.
4ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis una y mil veces; las dominaciones, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me defendéis de las tentaciones del enemigo. Dios te salve, Maria, etc.
5ª. Madre mía del Carmen y Reina de mi corazón, bendita seáis; los querubines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario sois la paz y la alegría de mi alma. Dios te salve, María, etc.
6ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los arcángeles, los justos y los santos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me habéis hecho especialísimo hijo vuestro. Dios te salve, María, etc.
7ª. Madre mía, madre de mi corazón y Reina de mi amor, os doy mi alma, mi vida, mi corazón, y quiero que os alaben las Virtudes y todas las criaturas, porque con vuestro Escapulario me habéis infundido la esperanza de que os veré en el cielo... No me dejéis, Madre mía. Dios te salve, María, etc.

 

EL SECRETO PARA ENCONTRAR EL DESCANSO: APRENDER DE JESÚS


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Mateo (11,28-30):
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Reflexión:
“Venid a mí todos los que estáis cansado y agobiados, yo os aliviaré”: son unas palabras que todos estamos deseosos de escuchar de vez en cuando.  Pues el ritmo de vida que vivimos nos hace sentir en muchas ocasiones la experiencia del cansancio y de los agobios que la vida nos trae con frecuencia.

No sé en otros lugares como estáis pasando el verano, pero yo que soy de los de “viva el invierno”, vivo en Villena,  y aquí llevamos ya muchos días por encima de los 40º, y por las noches no refresca, por lo que, ya me levanto cansado, o lo que es lo mismo por las  noches apenas descanso.

Hoy escuchaba estas palabras con un interés muy físico, porque Jesús se presenta como el aliviador de nuestros agobios y cansancios, y me he fijado en la condición que Jesús me pone, como desvelándome un secreto para encontrar el descanso: aprender de Él que es manso y humilde.

Y ser humildes, significa entrar en nuestra verdad más profunda, y descubrir allí un Padre-Dios, siempre presente y cercano.

Así que hoy, que me siento agobiado porque tengo muchas cosas que hacer, y ya me he levantado cansado he decidido quedarme un poco más en el Sagrario. Pues sé que necesito sentarme junto a Él, para entrar en esa dimensión de eternidad que Él nos trae y beber del agua pura y notar esa fuente que se transforma en cascada en nuestro interior. Necesitamos parar y escuchar ese rumor de agua que salta hasta la vida eterna.

Ya que solo desde Jesús podemos darle el justo valor a todas las cosas. Pues muchas veces nos agitamos dándole a las cosas una dimensión equivocada, y además pensando que las podemos realizarlas con nuestros propios esfuerzos. Pero sólo con su ayuda es posible hacerlo con alegría y  paz, y solo con su consuelo, aceptamos que no hayan sido como queríamos. El es nuestra fuerza y seguridad, nuestra paz y descanso. Nuestro triunfo.

Hoy es la Virgen del Carmen. La Estrella de los Mares como canta la Salve Marinera, que guía a los barcos a puerto seguro, también ella como Buena Madre, no ayuda a descansar en Jesús, hasta que al final de nuestra vida llegamos al Puerto del cielo. Ella siempre está ahí para que no equivoques el rumbo.


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