viernes, 19 de septiembre de 2014

CRISTO RESUCITÓ, NUESTRA FE NO ES VANA

XXIV Ordinario, Ciclo A, Año Par, Memoria: San José María de Yermo y Parres; San Jenaro, Lit. de las Horas: Tomo IV, IV Semana del Salterio, Salmo 16
Primera Lectura

1 Corintios 15, 12-20

Hermanos: Si hemos predicado que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de ustedes andan diciendo que los muertos no resucitan? Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, nuestra predicación es vana, y la fe de ustedes es vana.

Seríamos, además, falsos testigos de Dios, puesto que hemos afirmado falsamente que Dios resucitó a Cristo: porque, si fuera cierto que los muertos no resucitan, Dios no habría resucitado a Cristo. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.

Y si Cristo no resucitó, es vana la fe de ustedes; y por tanto, aún viven ustedes en pecado, y los que murieron en Cristo, perecieron. Si nuestra esperanza en Cristo se redujera tan sólo a las cosas de esta vida, seríamos los más infelices de todos los hombres. Pero no es así, porque Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos.


Meditatio
Dios nos ha dado la presencia de su Espíritu para que podamos vivir esta vida con alegría, con paz y con gozo, pero también nos ha prometido que "ahí donde él está también estaremos un día nosotros con él". Esta es la esperanza que alienta nuestra vida: poder participar un día, por toda la eternidad con él. Por ello, como dirá san Pablo, para el cristiano la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.

Santa Teresa de Ávila, que había entendido bien la vida que le esperaba, decía: "Muero porque no muero, y tan alta vida espero, que muero porque no muero". Nuestra vida en la tierra, fundada en Cristo y vivida en el poder del Espíritu, es la experiencia más fabulosa que el hombre pueda tener, pero aún así, lo que Dios tiene preparado para los que le aman: "Ni ojo vio, ni oído escuchó".

La prueba definitiva de la fidelidad de Cristo a sus promesas, la tenemos en María Santísima, la cual, siendo de naturaleza humana como todos nosotros, Dios, habiendo terminado María el curso de su existencia en la tierra, fue elevada al cielo; con ello nos mostró lo que será de nuestra vida si, como ella, sabemos ser fieles y vivir nuestra vida en Cristo. Hermano, vive tu vida en el gozo del Espíritu y deja que la hermana muerte, sea la puerta que un día, te conduzca a los brazos amorosos del Padre.


Oratio
Jesús, anhelo llegar eternamente a tu presencia, yo también muero porque no muero, pero tengo total convicción de que aquí me tienes porque puedo servirte en algo, y eso me da una dicha inmensa; úsame como mejor te parezca, Señor, y luego, cuando lo juzgues conveniente, llévame contigo a gozar de la bienaventuranza eterna; llévame a tus pies, para vivir abrazado a ti por toda la eternidad.

Operatio
Hoy pensaré en qué cosas tendría pendientes de hacer si hoy muriera y tomaré cartas en el asunto, pues nadie sabe ni el día ni la hora.

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