viernes, 25 de marzo de 2016

MEDITACIÓN P.CEFERINO SANTOS. VIERNES SANTO

¿A QUIEN BUSCÁIS?
La pregunta que Jesús hizo en la noche del Huerto de los Olivos a la patrulla que venía a prenderle, puede repetírnosla hoy, Viernes Santo, a nosotros, sus discípulos: "¿A quién buscáis?" (Jn 18,4). Nuestra respuesta hoy ha de ser parecida a la que dieron los esbirros que venían a prenderle: "BUSCAMOS A JESÚS, EL NAZARENO" (Jn 18,7); pero buscamos al Cristo Crucificado con fe y con amor; buscamos a nuestro único Salvador, que "se ha convertido en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen (Hb 5,9).
Le buscamos como protector y apoyo en nuestras debilidades: "A estos dejadlos ir libres" (Jn 18,8). "Padre, no he perdido ninguno de los que me diste" (Jn 18,9).
Buscamos a Jesús como sanador de las heridas que nos deja la violencia de la vida: "Pedro sacó la espada e hirió al criado del Sumo sacerdote" (Jn 18,10). En Ti, Señor Jesús, buscamos "a aquél con cuyas cicatrices somos curados" (Is 53,5). Y Te pedimos que, cuando nos alejemos de Ti como Pedro con nuestras negaciones, nos salgas al encuentro como Salvador y como amor misericordioso, antes de que el gallo acusador cante nuestro pecado (Jn 18,27).
Buscamos a Jesús, condenado a muerte por nuestros pecados, para darle gracias por habernos sustituido en la condena, que nosotros merecíamos, y por sentirnos salvados, gracias a que quiso ser nuestro Redentor: "Cargó sobre él todos nuestros crímenes" (Is 53,6).
Te buscamos a Ti, oh Cristo, como Rey, para que nos introduzcas en tu Reino, que no es de este mundo (Jn 18,36) y que nos eleva hacia lo alto. Te buscamos para adorarte en el trono de tu Cruz. Te buscamos a Ti, como Maestro y defensor de la verdad (Jn 18,38) y porque queremos elegirte a Ti en vez de Barrabás (Jn 18,40), como Señor y como Dios.
Te buscamos a Ti, Jesús azotado y coronado de espinas por nuestros pecados (Jn 19,1-2) y que nos rescatas de ellos con tus dolores y tu sangre: "él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores" (Is 53,12).
Te buscamos a Ti, cargado con la cruz (Jn 19,17), para que nos ayudes a llevar las cruces de los hombres y éstas se conviertan en bendiciones. Te buscamos a Ti, despojado de tus vestidos (Jn 19,23), para que con tu riqueza vistas nuestra desnudez y nuestra pobreza.
Te buscamos, Jesús crucificado, para que nos entregues como hijos a tu Madre María (Jn 19,27) y pasemos a ser de tu familia, hermanos tuyos redimidos por la fraternidad en Ti.
Te buscamos a Ti, sediento en la cruz (Jn 19,28) para darte nuestro amor y para apagar tu sed de almas.
Te buscamos como Sumo Sacerdote, que penetras los cielos y que te compadeces de nuestras flaquezas (Hb 4,14-15). Te buscamos para que concluyas tu obra de salvación en nosotros y nos digas: "Todo está cumplido" (Jn 19,30). Te buscamos para que al morir nos entregues tu Espíritu (Jn 19,30).
Y buscamos tu Corazón, traspasado por una lanza (Jn 19,34), como refugio seguro de santidad y de paz. Buscamos el agua y la sangre que brotan de tu costado y a la Iglesia, la nueva Eva, nacida de Ti. Y buscamos tu cuerpo muerto, en el sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía (Jn 19,41), para esperar y ver la gloria resplandeciente de tu Resurrección. Deja, Jesús, que te busquemos hoy y siempre como al Hijo vivo de Dios.
N.B.- Durante el Viernes Santo o en la mañana del Sábado Santo podríamos meditar con fruto las Palabras del Testamento de amor que Cristo nos dejó desde su Cruz.
P.Ceferino Santos S.J.)


PALABRAS DESDE LA CRUZ
Las últimas palabras de Cristo en la Cruz son para nosotros como un testamento, en primer lugar, de misericordia, según el Evangelio de San Lucas.
1ª "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).
La oración de perdón de Cristo al Padre se basa en la ignorancia del hombre sobre las dimensiones de su pecado y trata como de disminuir nuestra culpa. No se ha de extender sólo a los judíos que estaban presentes ante la cruz, sino a toda la humanidad de todos los tiempos. El perdón de Cristo se extiende sobre los judíos, que no saben lo que hacen y condenan a Jesús, el Santo de Dios, como blasfemo, siendo el único que da verdaderamente gloria a Dios.
Se extiende el perdón de Jesús sobre toda la humanidad, que ignora la magnitud de su pecado.
Gracias a la intercesión y al perdón de Cristo somos hechos salvos: Jesús "recibirá muchedumbres por botín, por haberse entregado a la muerte y ser contado entre los pecadores" (Is 53,12). El Padre ha escuchado la oración del, Hijo y Él también nos perdona: "perdona nuestras ofensas, porque nosotros también queremos perdonar a los que nos han ofendido". Jesús: enséñanos a perdonar con el perdón de Dios.
2ª "Yo te aseguro que hoy estarás Conmigo en el paraíso" (Lc 23,43).
El perdón que Cristo pedía a su Padre, llegó rápidamente a uno de los dos ladrones crucificados con Él. Le llegó el arrepentimiento y la confesión de sus culpas: "Nosotros recibimos lo merecido por nuestras fechorías" (Lc 23,41). Le llegó al ladrón arrepentido el conocimiento y la fe testimonial de quien era Jesús. Este nada malo ha hecho" (lb.). Le llega la esperanza del Remo de Dios: Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino" (Lc 23,42). Y le llega el perdón de Jesús: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23,43).
Jesús quiere continuar hoy su oficio de salvador de los pecadores desde el trono de la cruz. Jesús quiere perdonar a los ladrones y a los asesinos de hoy; a los Zaqueos y Magdalenas de hoy, a los Pedros que le niegan y a los discípulos que le olvidan y se alejan en pos de ilusiones y mentiras. Que nadie vuelva a rechazar hoy tu perdón como lo hizo Judas o el mal ladrón. Míranos, Jesús, con ojos de misericordia y de amor, ahora que Tú entras en tu Reino y prepararnos en el un lugar para nosotros. ¡Sálvanos y seremos salvos!
(Hay otras palabras de Cristo en la Cruz en los evangelios de San Juan y San Marcos).  
3ª "Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu Madre." (Jn 19,26-27). 
María, la primera redimida y santificada, está junto a la cruz de su Hijo. María, la nueva Eva va a ser por la actuación de Cristo, el Nuevo Adán, la Madre espiritual de todos los redimidos. Y María los acoge y los recibe como cosa suya, los cuida y los protege frente al mal del mundo. "Madre: somos tus hijos, nacidos de ti por la sangre redentora de tu Hijo y por la sombra del Espíritu. ¡Gracias, Madre! por escuchar el encargo de tu Hijo y acogernos como verdaderos hijos tuyos.
Nosotros también te acogemos como madre y queremos formar Contigo la comunidad nueva de los hijos de Dios, la Iglesia nacida junto a la Cruz. Sigue, Madre, engendrando con tu dolor corredentor nuevos hijos tuyos al pie de la cruz. No dejes que se pierdan tus hijos y que se desperdicie la sangre redentora de Jesús.
4ª "Tengo sed" (Jn 19,28). 
Los crucificados padecían la horrible sed de la deshidratación y de la pérdida de sangre en la cruz. Ahora, se cumplía en Cristo la Escritura: "Por bebida para mi sed, me dieron vinagre" (Sl 69,22). Jesús también tiene sed de beber la última gota
de sufrimientos de su cáliz redentor. Tiene sed de que la voluntad. de su Padre se cumpla hasta el final. Tiene sed de almas, que no quiere que se pierdan ni pasen la sed de los réprobos, que desean sin lograrlo una gota de agua.
Danos a nosotros, Jesús, sed por la gloria del Padre. Danos sed de las aguas vivas de tu Espíritu. Danos sed de cumplir el querer de Dios; sed de santidad y de evangelización. Danos sed de tu amor y de tu vida. Danos sed de salvación de las almas que Tú redimiste con tus sufrimientos, tu sed y tu muerte. Y danos sed de Ti, fuente de aguas vivas que manan eternamente.
5ª Jesús clamó con voz potente: "Eloí, Eloí, lemá sabactaní: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15,34).
Tanto Marcos como Mateo (Mt 27,46) recogen este grito de angustia de Cristo, que remite al comienzo del salmo 22,2. Se habían hecho tinieblas sobre la tierra (Mc 15,33); el sol se oscureció al ver morir a su Dios. Jesús, que ha tomado sobre sí todo el pecado del mundo, siente en sí el abandono del pecador que ha perdido a Dios, la angustia destructora del mal moral, el rechazo de Dios por el pecado innumerable de los hombres, y clama a Dios por remedio. Ahora, Cristo no llama a Dios su Padre; ahora siente el rechazo de Dios por los pecados de los hombres que Él ha asumido sobre sí. Invoca a Dios sin el nombre suavísimo de Padre, y Dios le escucha: "Cuando le invocaba le escuchó" (Sl 22,25). "Yo nunca te abandonaré" (Hb 13,5). Queremos confiar siempre en Dios, rico en piedad y misericordia. Que él pueda también decimos a nosotros: Yo nunca te abandonaré.
6ª "Todo se ha cumplido" (Jn 19,30).
Cristo en la cruz ha terminado su obra redentora. Están cumplidas las Escrituras que hablan de Cristo; cumplida está la redención de la humanidad por la sangre y la muerte de Jesús. Se cumplió la misión de Jesús entre los hombres, su misión redentora y la glorificación del Padre. Se había cumplido el perdón de los pecados de los hombres. Se había realizado la nueva filiación de los hijos de Dios.
Desde ahora, Cristo y nosotros también podemos volver a llamar a Dios "Padre". Ahora, Satanás ya ha sido echado fuera. La victoria de Cristo está cumplida. ¡Jesús: ya puedes pasar a la gloria del Padre como triunfador! ¡Bendita sea tu victoria!
7ª Dando un gran grito, Jesús dijo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46).
Cristo, en el momento de morir, repite, retocadas, las palabras del Salmo 30,6. En vez de decir: "Señor, en tu mano encomiendo mi vida", dice: "Padre, en tus manos... " Ahora, Cristo ha terminado su obra redentora y vuelva a llamar a Dios con el nombre dulcísimo de "Padre". Jesús concluye su obra y su vida, recitando el salmo de la oración vespertina de los judíos. Pero, Dios es ya el Padre amoroso y cercano, que le recibe en su seno.
Nosotros ponemos también nuestro espíritu, con Jesús, en manos de su Padre. Y con San Esteban lo ponemos en manos de Jesús: "Señor Jesús, recibe mi espíritu" (Hch 7,59). Estamos en buenas manos.
"Bendito seas, Señor Jesús, que tanto hiciste por nosotros desde el árbol de la Cruz. Intercede desde la cruz por nosotros. ¡Sálvanos y seremos salvos! ¡Glorificado seas, bendito Redentor!"
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que Te quiero Te quisiera.

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