Martes 3ª Semana Cuaresma
LA PLENITUD EN
CRISTO
El Antiguo Testamento exigía
el cumplimiento fiel de los mandatos y decretos de Dios (Dt 4,5), para entrar en
la tierra prometida; pero no ofrecía la gracia necesaria para cumplirlos con
perfección ni el gozo abundante por su observancia. El recuerdo de los grandes
hechos que Dios había hecho con su pueblo (Dt 5,9) daba gran confianza a los
israelitas; pero seguían sintiendo inseguridad y temor por su destino futuro.
Aún las promesas de Dios no se habían realizado en ellos con plenitud. Sólo en
la persona de Jesús se van a realizar en plenitud las promesas.
¡Qué vacío hay en el hombre
si Tú le faltas por dentro!, dice la Secuencia del Espíritu Santo. En cambio,
cuando Cristo está con nosotros ¡qué plenitud para el tiempo y para la
eternidad! En la persona de Cristo, aceptada y amada, llega a plenitud la ley:
"la ley del Espíritu que da vida en Cristo Jesús" (Rm 8,2). En Cristo llegan a
plenitud la fe y las promesas basadas en la fe (Rm 4,16). Cristo ha venido para
dar plenitud a la ley (Mt 5,17) y, sobre todo, a la ley del amor. Y cuando llega
a plenitud el amor de Dios, obtenemos victoria completa a través de aquél que
nos amó (Rm 8,37).
En Ti, oh Cristo, logramos la
plenitud de la vida, y el Espíritu de Dios vive en nosotros (Rm 8,9).
Plenifícanos, Señor, con tu misma vida, con tu amor, con tu Espíritu. Sacia con
tu presencia el vacío del hombre. ¡Gracias, Señor, por la plenitud de tu vida y
de tu Espíritu en nosotros!
Meditaciones
del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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