Los hombres que levantaron a Cristo en el suplicio de la cruz, no pensaban en salvar a nadie, sino más bien en terminar con Él. Pero estaban iniciando, sin saberlo, la exaltación definitiva de Jesús hasta el trono del Padre y hasta la gloria suprema de la divinidad. Cristo es exaltado por el Padre a la gloria que tenía antes del comienzo del mundo (Jn 17,24).
Cristo es levantado en alto para decirnos: "Ahí está la salvación del mundo". Como pueblo sacerdotal elevamos a Cristo, víctima santa, entre el cielo y la tierra, sobre todos los pecadores y sobre todos los hombres en la Cruz y en cada eucaristía. Y los mordidos por la serpiente maligna recobrarán la salud al mirar al que traspasaron (Jn 19,37). Elevamos en alto a Cristo para adorarlo como Dios. Cristo es exaltado en alto, en su cruz y en su resurrección, para que sepamos que Él "es el que es" (Jn 8,28) y que es Dios. En Él se esconde el misterio de la divinidad.
El creer en la divinidad de Jesús nos eleva también a nosotros, inicia nuestra ascensión hacia la gloria de su divinidad y nos salva. "Ayúdame a ascender Contigo, Señor Jesús, en tu cruz salvadora desde mi miseria hasta que un día alcancemos el resplandor de tu gloria".
Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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