LOS MENSAJES DEL RESUCITADO
El Cristo, que está vivo, sigue comunicándose con
los suyos y, como triunfador del mal y de la muerte, nos envía sus mensajes
pascuales. Recordemos algunos:
1. Paz a vosotros. Alegraos (Mt 28,9). Invadió el
temor a las mujeres que vieron abierto el sepulcro de Cristo. Tienen temor
cuando ven a unos ángeles. Se asustan al ver a Cristo vivo. Su mensaje es
inequívoco: Paz y alegría, que brotan del Resucitado, para sus discípulos. Esta
paz y este gozo no vienen de motivos humanos ni de los hombres ni de
circunstancias favorables; vienen del Señor.
2 ¿Por qué lloras? (Jn 20,15). Hay momentos para
el llanto y para la tristeza. Pero hay momentos para el gozo del Espíritu. La
visión del Resucitado tiene que alejar las nubes de la tristeza y del dolor. El
encuentro personal con Cristo ha de transformar nuestra vida. Él vive, aleluya.
Gocémonos con Él.
3. No tengáis miedo (Mt 28,10). No nos importen
los soldados vigilantes ni la rabia de los fariseos, ni la incredulidad de los
mismos apóstoles y teólogos, ni nuestra propia inseguridad. Cristo, vencedor de
la muerte y Señor de la historia y de los acontecimientos, es nuestro apoyo. "No
temáis a la enfermedad y a las dificultades; no temáis a la persecución. No
temáis ni a la misma muerte. Yo soy el vencedor de la muerte. ¡Yo soy la
Vida!".
4. Comunicad a mis hermanos... que me verán (Mt
28,10b). La pérdida de la presencia visible de Cristo fue una prueba durísima
para los apóstoles. La promesa de Cristo resucitado les devuelve la esperanza y
el consuelo: "Me veréis" en Galilea, en apariciones; ahora, por el amor y la fe;
al terminar nuestra peregrinación terrena, cara a cara, en visión luminosa y
gozosísima. "No os sintáis solos... Me veréis y seré vuestro consuelo y vuestra
Vida.
5. Escapad de esta generación perversa (Hch
2,40). Las palabras son de San Pedro el día de Pentecostés; pero podemos
meditarlas como dichas por Jesús. No es posible compartir la vida de Cristo
resucitado con la vida de pecado y enemistad que el mundo manifiesta contra
Cristo. Tenemos que bautizamos y sumergimos en la vida y en el nombre del
Resucitado y abrimos a su Espíritu (Hch 2,38) para formar parte de la nueva
familia de los hijos de Dios.
6. Di a mis hermanos: Subo a mi Padre y a vuestro
Padre (Jn 20,17). La vida, gracias a Cristo resucitado, tiene desde ahora unos
horizontes más amplios que los de nuestra vida terrenal. No se acaba todo aquí
abajo. Subimos con Cristo a su Padre y a nuestro Padre, a su Dios y a nuestro
Dios. El resucitado nos abre los nuevos horizontes de una eternidad con Dios y
le damos gracias por este don maravilloso que nos ofrece. "¡Gracias a Ti, Señor
Jesús resucitado, que nos abres las puertas de un Paraíso feliz contigo en el
Reino de Dios!".
Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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