"TODO LO MÍO ES TUYO"
Dios es dadivoso y rico en sus dones. Nos da la existencia y la vida, las riquezas de su creación y los dones de su amor inagotable. Es una paradoja que, mientras al cristiano se le pide que lo deje en el seguimiento exclusivo de Dios, a la vez, se le entregue todo para que le sirva.
A los Israelitas, que dejaron la abundancia de Egipto para caminar por el desierto, les entrega el maná de cada día y finalmente la tierra y la cosecha de Canaán (Jos 5,12). Al que es de Cristo, Dios le hace creatura nueva (2 Co 5,17) y le da los dones de la reconciliación y la salvación (2 Co 5,21).
Dios Padre, infinito en sus riquezas, no se empobrece al regalar a sus hijos la abundancia de sus dones. Nos da el don increado de su Espíritu eterno. Nos regala dones personales: la túnica nueva de la gracia, el anillo del compromiso de fidelidad y amor, las sandalias del evangelio de la paz (Lc 15,22). Nos da los dones comunitarios de los ministerios eclesiales, de los sacramentos, los carismas y los frutos del Espíritu, y nos prepara el banquete gozoso de su amor (Lc 15,23). Y, por si todo esto fuera poco, todavía añade al hijo mayor, Jesús: "Todo lo mío es tuyo" (Lc 15,34). Y cuando nos ve identificados y trasformados en Jesús, su Hijo mayor y unigénito, se atreve a decimos a nosotros: "todo lo mío es tuyo". ¡Hasta del don de hacer milagros y de sanar de Jesús es tuyo! y el mismo Jesús, don de dones, ¡es tuyo!
"Gracias, Dios mío, por tus dones innumerables y continuados. ¡Gracias, Padre, por tu promesa: Todo lo mío es tuyo! Que también todo mi yo llegue a ser tuyo. Amén".
Meditaciones del P. Ceferino Santos, SJ.
“El Pan de la Palabra... dánosle hoy” Ciclo C
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