martes, 3 de junio de 2014

¿ME GLORIFICAS CON TU VIDA?


Las palabras de Jesús que venimos escuchan­do a lo largo de estos días, últimos del tiempo pascual, son su testamento. Hoy comenzamos la parte central de ese testamento: la oración sacerdotal de Cristo.
Padre, ha llegado la hora. Con la mayor veneración escuchamos a Jesús. “Ha llegado la hora”, dice el Maestro. Es una hora que mira al pasado con satisfacción: “He coro­nado la obra que me encomendaste”. Y es una hora que mira al futuro con la confianza de la glorifica­ción. Pero este futuro se completa con un presente de sufrimiento y de muerte que está dispuesto a cumplir. Todo ello para que «los que tú me confiaste tengan la vida eterna. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo».
Cristo ha venido para dar la vida eter­na a los que el Padre le confió. Y dio su propia vida por ellos. Y sigue dándonosla.
Es la hora de la glorificación: la de glorificar a Dios con nuestras bue­nas obras, y la de ir ganándonos la gloria que el Señor nos tiene preparada. Pero ha de pasar, como la de Jesús, por la muerte: esa muerte lenta de olvidarnos de nosotros mismos y darnos a los demás.

Hoy tienes una llamada, de Jesús: ¿De verdad me dejas “vivir en ti”? ¿De verdad todo lo mío es tuyo? ¿De verdad has “recibido” mis palabras y las has transmitido? ¿Me glorificas con tu vida? ¿De verdad podrás decir: “Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste”? Seguro que aún te falta mucho. Pero ¿Estás por la labor? Pues, ¡adelante! Cuentas con mi gracia. No te desanimes. Pero no desistas ni te acobardes por nada del mundo.

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