jueves, 15 de marzo de 2012

ESTAR CON JESÚS PARA SER LIBERADOS DEL MAL


 


Estar con Jesús para ser liberados del mal
“El que no está conmigo, está contra mi, el que no recoge conmigo desparrama”

La Palabra de Dios, que ha venido iluminando y orientando nuestro camino cuaresmal, nos ha mostrado en las parábolas y discursos de Jesús los diferente matices del amor cristiano, con una particular acentuación en la reconciliación, el perdón y la misericordia como experiencias fundamentales de nuestra identidad de hijos de Dios. La vivencia del amor a la manera de Jesús es el sello que distingue a sus discípulos.

El Evangelio de hoy tiene como contexto anterior la enseñanza de Jesús sobre la oración según la versión de Lucas. En la oración pedimos al Padre el pan de cada día (11,3), el pan es el don del amigo que ya está descansando para dar al amigo que viene de viaje (11,6-7), es el símbolo de la “cosa buena” que un papá –por muy malo que sea- nunca le niega a su hijito (11,11-12).

Y en la oración, que siempre es escuchada (11,10), obtenemos el don del Espíritu Santo (11,13), que es el don mayor del Padre con el cual también nosotros podemos vencer al maligno. Y esto porque la lucha de Jesús en el desierto, continúa en nosotros sus discípulos (11,4).


1. Jesús, libera del mal con el dedo de Dios

En nuestros texto (que tiene sus paralelos en Mateo 12,22-30 y Marcos 3,22-27), vemos a Jesús, quien después de expulsar a un demonio es acusado por sus opositores de hacerlo con el poder de Beelzebul, el príncipe de los demonios (11,14-16).

“Pero él, conociendo sus pensamientos” (11,17) les explica cuán contradictoria e ilógica es su acusación: “Si pues Satanás está dividido contra si mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?...” (11,18).

“Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios” (11,20). En la victoria sobre el mal, Jesús revela su misterio y da un signo inequívoco de la llegada del Reino de Dios.

“Por el dedo de Dios” (11,20). La imagen expresa en la Biblia la realidad del poder de Dios actuando en medio de la gente (ver Deuteronomio 9,10; Éxodo 7,18; 8,15). “Por el dedo de Dios”, es decir, con la fuerza de Dios, con su Espíritu, Jesús libera de la esclavitud del pecado y reconstruye en cada persona el rostro de hijo para el cual fue llamado.

El gesto que Jesús realiza es un gesto pascual. Lo que Dios hizo en el pasado, liberando al pueblo de la opresión y la esclavitud, lo realiza ahora en Jesús. Por eso afirma sin rodeos que “ha llegado a ustedes el Reino de Dios”.


2. Quien conoce a Jesús, siente la necesidad de optar por El

Esta presentación del Jesús pascual, vencedor del maligno, nos orienta enseguida en una dirección práctica para el discipulado:

Quien reconoce en Jesús la llegada del Reino de Dios, no puede no seguirlo. Conocerlo, es acogerlo y optar por él: “El que no está conmigo, está contra mi, el que no recoge conmigo, desparrama” (11,23).

Por tanto:

• Quien está con Jesús recoge frutos de vida: recuperar la filiación perdida, entra en el corazón del Padre y ama a los hermanos con sus mismos sentimientos. Estar con Jesús lleva a tener su mismo Espíritu.

• Quien no está con él, desparrama (11,23b), es decir, pierde su vida, queda indefenso en manos del enemigo. En cambio con Jesús “el más fuerte” (11,22), que ha derrotado definitivamente al maligno, es posible vencer las insidias del mal, y ser los hijos amados del Padre (ver 11,2.13).


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué quiere decir que Jesús libera del mal con el dedo de Dios?
2. ¿En qué momentos de mi vida he constatado que estoy con Dios? ¿En qué momentos o situaciones he constatado lo contrario?
3. ¿Qué implicación “pascual” tiene el ser discípulo de Jesús? ¿De dónde proviene la victoria sobre el mal? ¿Qué hay que hacer para obtenerla?
 

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