A Jesús nadie le puede acusar de no hablar claro. Promete la salvación, la vida eterna, la santidad, la alegría, pero a cambio de aceptar la propia cruz. Esa cruz que es tan fácil de dejar, pero tan difícil de asumir. A nuestro alrededor, mucha gente vive como ellos quieren. No desean ni siquiera oír hablar de cruces. Se ve que les falta el encuentro personal con Cristo.
Porque para dejar todo y seguir a Jesús, es necesario primero haber tenido un encuentro personal con Él. Cuando el Maestro nos ha mirado, nos ha tendido la mano y nos ha dicho ven y sígueme, no es tan difícil dejar nuestras seguridades. Después hay que ser fieles, y para eso necesitamos conocer de qué medios disponemos, y hasta dónde podemos llegar con nuestras fuerzas.
El mismo Jesús nos dio ejemplo de cómo se debe vivir, entregándose en cada momento a los otros, viviendo para ellos, muriendo por ellos. Si alguien se guarda todo lo que Dios le ha dado, está viviendo como él quiere y no como Dios quiere. Hay un dicho: en Comunidad, no muestres tu habilidad. Pobre vida, la del que vive así, sin entregarse, sin dar todo lo que puede. Ojala nosotros no seamos así.
Dicen los exégetas, las personas que estudian la Biblia, que el evangelista Lucas escribe a una comunidad que necesita estar centrada en lo importante, a pesar de las preocupaciones terrenas, y sin poner ninguna excusa a lo que la fe le va pidiendo. Es decir, una comunidad que tiene que hacer una opción fundamental por Cristo y por el Evangelio, para no diluirse en el mundo y mantener su identidad como cristianos. Creo que esto vale también para nosotros, cristianos del siglo XXI. ¿Te alegras de haberte encontrado con Cristo? ¿Has dejado algo por Él? ¿Estas dispuesto a seguirle, sabiendo quién eres tú y Quién es Él? ¿Cargas cada día con tu cruz? ¿Le pides ayuda para llevarla? Preguntas duras, pero útiles, para poder ser un buen cristiano.
Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
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