viernes, 3 de febrero de 2012

2012 UN AÑO PARA FOMENTAR LA "CURIOSIDAD" POR EL CRISTIANISMO


2012-2013 un año para fomentar la 'curiosidad' por el cristianismo
Un buen número de las indicaciones prácticas que ofrece el Papa para este periodo van dirigidas al estudio y conocimiento de los documentos del Concilio Vaticano II y del ‘Catecismo de la Iglesia Católica’
Jesús David Muñoz, L.C.
El 17 de octubre de 2011, Benedicto XVI hacía pública la convocatoria oficial para un Año de la Fe, con la carta apostólica Porta fidei (texto completo en el siguiente enlace). Este Año abrirá sus puertas el 11 de octubre de 2012, en recuerdo de los 50 años del inicio del Concilio Vaticano II y de los 20 años de la promulgación del “Catecismo de la Iglesia Católica”, y se extenderá hasta el 24 de noviembre del 2013, solemnidad de Cristo Rey del Universo.

Meses después, el 7 de enero de 2012, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicaba una nota con indicaciones pastorales muy concretas para vivir y sacar fruto de este tiempo de bendición a nivel parroquial, diocesano y de la Iglesia Universal (cf. VIS 07.01.12).

Para quien conoce a Benedicto XVI, sabe que no es casualidad ni mera ocurrencia la convocatoria de este Año de la Fe, que viene a reforzar otra serie de iniciativas que ha venido promoviendo en sus casi 7 años de pontificado (cf. ForumLibertas 24.10.11).

A los participantes en la asamblea plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe hablaba en los siguientes términos: “la renovación de la fe debe tener la prioridad en el esfuerzo de la Iglesia entera en nuestros días” (Zenit 27.01.12). Esto no solo a causa de que en vastas zonas de nuestro planeta la fe amenaza con extinguirse, sino también a que los que llevan el nombre de “cristianos” ya no reconocen la importancia que tiene el cristianismo. Además, impera una creciente ignorancia de los elementos esenciales que componen la fe; y prevalece la opinión de que ya conocemos el cristianismo y que su lugar en la historia ya pasó, por lo que muchos van a buscar otras experiencias.

Ya como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, el cardenal Ratzinger vislumbraba perfectamente la solución a este fenómeno que ha buscado colocar la fe, e incluso la misma religión, entre los cachivaches arcaicos de la historia de la humanidad: “Me parece muy importante promover una cierta curiosidad por el cristianismo, fomentar el deseo de descubrir qué es exactamente. Pero para esto hay que empezar por sacar a la luz del día lo más importante; es decir: lo ya conocido desde hace mucho tiempo, y –a partir de ahí- fomentar el interés por esa inmensa riqueza que el cristianismo contiene, contemplar su enorme variedad, no como un pesado lastre de métodos y de sistemas, sino como lo que realmente es: un tesoro par nuestra vida que bien merece la pena conocer a fondo” (J. Ratzinger, La sal de la tierra,Palabra, Madrid 1997, pp. 20-21).

¿Qué encierra este promover cierta curiosidad por el cristianismo? Una persona curiosa es aquella que está llena de preguntas, dudas, elementos desconocidos que desea encontrar y comprender.

Preguntarse de nuevo por el cristianismo, por su novedad, por su fuerza, por su fuente de vida: he aquí la “curiosidad” que se busca suscitar con este Año de la fe entre nuestros contemporáneos. Quien pregunta desea conocer y espera también encontrar una respuesta.

Sin embargo, los eternos buscadores de la Verdad encontrarán la respuesta a su “curiosidad” solo si hay quien sepa “saciarla”. Así, la curiosidad no es un objetivo simplemente de quien mira al cristianismo de fuera, sino que se convierte en la primera labor de quien se dice seguidor del Crucificado.

Por este motivo, un buen número de las indicaciones prácticas que se han ofrecido para este periodo van dirigidas al estudio y conocimiento de los documentos del Concilio Vaticano II y del “Catecismo de la Iglesia Católica”, dos grandes eventos que han marcado el rostro de la Iglesia en nuestros días. Entre estas iniciativas se destacan simposios, congresos y reuniones de gran escala, así como reimpresiones de los textos, transmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, jornadas de estudio, reflexiones y cartas pastorales (texto completo en el siguiente enlace).

No obstante, estos elementos podrían quedar vanos si quienes se llaman “cristianos” no comprenden que no serán las ideas a suscitar la conversión, el entusiasmo y la “curiosidad” por la fe entre quienes ven a la Iglesia como un ente extraño y algunas veces hostil, anticuado y retrógrado; serán más bien las vidas auténticas y transfiguradas de quienes han encontrado ya las respuestas a su “curiosidad” en Jesucristo, redentor del hombre, y en su Iglesia, sacramento universal de salvación.

Es por ello que decía Benedicto XVI a los jóvenes durante la JMJ de Madrid: “Al edificar sobre la roca firme, no solamente vuestra vida será sólida y estable, sino que contribuirá a proyectar la luz de Cristo sobre vuestros coetáneos […] Entonces seréis bienaventurados, dichosos, y vuestra alegría contagiará a los demás. Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda vuestra existencia es la persona misma de Cristo.” (Fiesta de acogida de los jóvenes 18.07.11).

Los primeros cristianos lograron cambiar el mundo no por ideas sino primariamente por el testimonio vivo y cristalino de su fe. Y es esto lo que, incluso en nuestros días, hace que la Iglesia siga mostrando su lozanía y su lugar en el mundo, siendo así aquello que señalaba Chesterton: “la más antigua religión que sigue pareciendo joven” (G.K. Chesterton, ¿Por qué soy católico?, El buey mudo, Madrid 2010, p. 85).

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