San Lorenzo, Mártir
Año 258
Señor
Dios: Tú le concediste a este mártir un valor impresionante para soportar sufrimientos por tu amor, y una generosidad total en favor de los necesitados. Haz que esas dos cualidades las sigamos teniendo todos en tu Santa Iglesia: generosidad inmensa para repartir nuestros bienes entre los pobres, y constancia heroica para soportar los males y dolores que tú permites que nos lleguen.
San Lorenzo, ruega por nosotros.
La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al
Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a
tu diácono?" y San Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos
días me seguirás". Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a
gozar de la gloria de Dios.
Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió
todo el dinero y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre
los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y candelabros valiosos, y el
dinero lo dio a las gentes más necesitadas.
El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de
conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: "Me han dicho que los
cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus
celebraciones tienen candelabros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros
de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear
una guerra que va a empezar".
Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para
reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos
los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos
y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en
filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: "Ya tengo reunidos todos los
tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el
emperador".
Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro
y plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó
enormemente, pero Lorenzo le dijo: "¿por qué se disgusta? ¡Estos son los
tesoros más apreciados de la iglesia de Cristo!".
El alcalde lleno de rabia le dijo: "Pues ahora lo
mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a
poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos
deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente".
Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al
diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir
junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura".
Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de
un esplendor hermosísismo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo
quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso".
Después de un rato de estarse quemando en la parrilla
ardiendo el mártir dijo al juez: "Ya estoy asado por un lado. Ahora que me
vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El verdugo
mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba
completamente asado exclamó: "La carne ya está lista, pueden comer".
Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma
y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último
suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.
El poeta Pruedencio dice que el martirio de San Lorenzo
sirvió mucho para la conversión de Roma porque la vista del valor y constancia
de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatía
empezó a disminuir en la ciudad.
San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en
Roma en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo.
El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica
en Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la
Ciudad Eterna.
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