¿Quién es Jesucristo? ¿Y para ti...?
Conoce el
amor y la misericordia de Dios sobre ti, y no habrá nada más importante en tu
vida.
La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú
eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Ellas; otros, que Jeremías u otro de los profetas. Y Él les dijo: Y vosotros: ¿Quién decís que soy yo? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. (Mt. 16, 13-16)No ha habido en la historia de la humanidad persona tan controvertida como Jesucristo.
Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Ellas; otros, que Jeremías u otro de los profetas. Y Él les dijo: Y vosotros: ¿Quién decís que soy yo? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. (Mt. 16, 13-16)No ha habido en la historia de la humanidad persona tan controvertida como Jesucristo.
Ya se ve claro en la respuesta que dan los discípulos
a la pregunta del Maestro: Para unos es un personaje importante: Juan el
Bautista, Elías, Jeremías u otro de los profetas. Nunca ha negado nadie -salvo
algún fanático sectario- que Jesús ha sido un hombre importante en la historia
humana. Alguien con una personalidad capaz de arrastrar tras sí a la gente, no
sólo en su tiempo, sino siempre.
Lo que no todos son capaces de descubrir es la razón
íntima por la que Jesús atrae. La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú
eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» Para ello hace falta -como Jesús le
dice a Pedro- que lo revele el Padre eterno. Hace falta la fe, que es un don de
Dios.
No se puede entender a Jesucristo si no se cree que
ese hombre, que llamamos Jesús de Nazaret, encierra en sí mismo un misterio: La
Segunda Persona divina, el Verbo, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre al
asumir la naturaleza humana.
Ya sabemos que en la mentalidad del judaísmo de la
época de Jesús se estaba esperando próximamente al Mesías. La mujer samaritana -que
no era ninguna mujer culta- le dice a Jesús: sé que está para venir el Mesías.
La profecía de Daniel y otras sobre el tiempo de la venida del Mesías coincidía
aproximadamente con estos años.
En estas circunstancias aparece en Galilea Jesús de
Nazaret. Juan el Bautista, que tenía un gran prestigio entre todos los judíos
de su tiempo -hasta Herodes le escuchaba con gusto-, da testimonio a favor de
Jesús. Le llama «el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Este es
de quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre que es más que yo, porque
existía antes que yo Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y permanecer
sobre él, ése es el que ha de bautizar en el Espíritu Santo. Y yo he visto y
atestiguo que él es el Hijo de Dios» (Jn. 1, 30-34)
Comienza Jesús a predicar y su predicación está llena
de misericordia para con todos. Su doctrina es una doctrina de perdón y
compasión. Enseña que Dios ama a todos los hombres y que incluso los pecadores
pueden alcanzar el amor de Dios, si se convierten. El pueblo piensa y dice de
él, que «nunca nadie ha hablado como este hombre» (Jn. 7, 46) porque hablaba
con autoridad, no como los escribas y fariseos. Y es el mismo Jesús quien en la
sinagoga de Nazaret, después de leer una profecía de Isaías referente a los tiempos
del Mesías, dice: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír» (Lc.
4, 21) Su doctrina va acompañada de abundantes milagros, movido por la
compasión que sentía: sanar enfermedades, resucitar muertos, multiplicar la
comida, etcétera.
No es de extrañar, por tanto, que la gente sencilla y
los de corazón abierto le tuvieran por el Mesías esperado. Efectivamente, ¿qué
mejor rey se podía tener que uno para quien no habrá problema de carestía ni de
hambres? ¿Qué mejor rey que quien puede curar a los enfermos y resucitar a los
muertos? ¿Quién puede gobernar mejor a un país, que un hombre que da muestras
de tal sabiduría? Por todo esto no es de extrañar que en una ocasión, después
de haber dado de comer a cinco mil hombres con unos pocos panes y peces, quieran
proclamarle rey.
Indudablemente, a Jesús le seguía la masa del pueblo,
compuesta en su mayoría por gente sencilla y humilde: ¿Acaso algún magistrado o
fariseo ha creído en Él? Pero esta gente que ignora la Ley, son unos malditos (Jn.
7, 48-49) Es verdad que también algunos personajes importantes le siguieron, y
aunque al principio con miedo, luego no tuvieron reparo en confesarse amigos
suyos a la hora de su muerte. Así fueron Nicodemo, José de Arimatea y otros.
Estas gentes sencillas, que frecuentemente eran
despreciadas por los orgullosos fariseos, ven con buenos ojos la doctrina de
Jesús. Unos le seguían, efectivamente, movidos por su doctrina aunque no la
entendían plenamente, como pasó con sus discípulos. Otros le seguían porque les
daba de comer; otros porque hacía milagros.
Posiblemente algunos también le seguían por gratitud,
al haber sido curados.
Ciertamente su bondad, su trato exquisito para con los
débiles del mundo y severo para con los que obraban injustamente, serían
motivos para que las masas le siguiesen.
¿Quién es para ti Jesucristo? Hoy te hace la misma
pregunta que a los apóstoles y lo único que quiere es oír tu respuesta de amor.
Conoce el amor y la misericordia de Dios sobre ti, y no habrá nada más
importante en tu vida.
P. Enrique Cases. Fuente: Catholic.net
28 abril al 1 de mayo.
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