Las dos lecturas de este día son bien sabrosas y dignas de recibir nuestra atención. Pero podemos tener el peligro de fijarnos en los elementos o puntos más llamativos y dejar otros aspectos, también muy interesantes, en la sombra.
En la primera lectura (1Corintios 11, 17-26.33) San Pablo alude a la tradición que ha recibido, procedente del Señor. Se trata de la institución de la Eucaristía. Sin duda que es el punto central de esa lectura. Sin duda, que ya hemos meditado muchas veces en esas palabras que todos los días se oyen en la celebración de la Eucaristía.
El Evangelio parece que está escogido adrede porque es el relato de la curación del criado del centurión. Es éste el que pronuncia las palabras que los cristianos llevamos repitiendo en la celebración de la Eucaristía desde hace siglos, justo antes de recibir la comunión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa...”
Son dos buenos puntos para nuestra meditación. Los dos relacionados con la Eucaristía. Los dos nos hablan de la entrega gratuita del Señor. No somos dignos pero el amor y la entrega es más fuerte que cualquier indignidad. El amor es así. Y el amor de Dios lo es más. Me puedo preguntar: ¿es así mi amor?
Son dos puntos tan luminosos que es posible que dejen en la oscuridad otras líneas de estas lecturas que también tienen su interés. Por ejemplo, el hecho de que, si Pablo relata la institución de la Eucaristía es a propósito de la desunión manifiesta con que parece que los corintios celebraban la Eucaristía. Cada uno mirando a su propio interés, a lo suyo, sin importarle un pimiento lo que les sucediese a los otros, si tenían para comer o si se quedaban con hambre. Pablo acentúa así un elemento esencial de la Eucaristía: la celebra siempre una comunidad unida en todo. Sin unidad ni hay Eucaristía ni presencia ni nada que valga la pena. Unidad, claro, basada en el respeto y el cariño. Unidad que brota del mismo amor.
En el Evangelio también hay que rescatar otro hecho que queda en la sombra: Jesús cura al criado de un centurión, un romano. Dice de él que tiene una fe como no ha visto en todo Israel. Interesante recordar que para Jesús no hay fronteras, idiomas, culturas... La fe marca un punto de unión que es el que nos hace participar conscientemente de la mesa de la Eucaristía. Son dos pequeños asuntos que pueden quedar en la sombra en estas lecturas pero que completan e iluminan el significado de los primeros.
Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
http://www.cursillosdecristiandad.es/?page_id=39
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