Una vez más, Dios desconcierta al género humano al contar para sus mejores planes con personas que presentan dificultades, o que se manifiestan con pocas capacidades. Dios saca agua de la aridez y fuerza de lo débil.
La enseñanza que todos podamos sacar hoy quizá tenga que ver con eso, con las capacidades con las que contamos cada uno de nosotros. Cuántas veces nos sentimos inservibles e incapaces de aventurarnos con lo que Dios nos propone. Siempre hay otros que son más habilidosos o que están más capacitados que nosotros.
Dios no nos llama a construir el Reino porque seamos los mejores, ni tampoco porque poseamos increíbles dotes para tal empresa. No se trata de tener una brillante carta de presentación que nos habilite para la humanización del mundo en el que vivimos. Quizá se trate, más bien, que Dios quiere de nosotros ese poco que podemos dar, esa humilde disposición con la que contamos y esas pequeñas habilidades que podemos poner en marcha. Con muy pocos ingredientes Dios pone en pie el mejor banquete del mundo.
La navidad que se nos avecina no deja de ser una lección de humildad para todos nosotros: Jesús nace en las peores condiciones posibles y es ahí, y no en otro lado, donde resplandece la mayor gloria de Dios. Benditos nuestros humildes proyectos, benditas nuestras mínimas capacidades, benditos nuestros pequeños compromisos. Bendito lo que somos si es que Dios quiere anidar ahí.
Comentarios realizados por: Vicente Domínguez Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
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