Evangelio de hoy: Lucas 17,20-25.
Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: “El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: ‘Está aquí’ o ‘Está allí’. Porque el Reino de Dios está entre vosotros”.
Jesús dijo después a sus discípulos: “Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.
Les dirán: ‘Está aquí’ o ‘Está allí’, pero no corran a buscarlo.
Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.
Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.”
Jesús dijo después a sus discípulos: “Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.
Les dirán: ‘Está aquí’ o ‘Está allí’, pero no corran a buscarlo.
Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.
Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.”
COMENTARIO
“Regnum Dei intra vos est” , en su fórmula latina. Jesús presentaba su mensaje del Reino en parábolas y aquí nos dice que está entre nosotros. ¿Es otra parábola?
El reino de Dios es una realidad palpable aquí y ahora. Jesús anuncia la novedad de que está presente en su persona. Es como el reino en persona y la Iglesia es su continuadora que lo va haciendo efectivo y extendiéndolo por el mundo hacia su plena consumación.
Allí donde Dios a través de Jesús interviene y salva una vida, allí donde hay hombres como Jesús que tienen el valor y la fe suficientes para comprender que esta salvación es un don de Dios, allí ha empezado ya el reino de Dios.
Cristo tiene un plan. Un protocolo de salvación. Que se cumple inexorablemente y que tiene como línea maestra “que Dios quiere que todos se salven “(1 Tim 2,4), es decir vivir junto a Dios eternamente y participar de su gloria.
Ante ese plan divino, ante ese empeño de Dios, ante esa disposición sabiamente ordenada (que s.Pablo denominó economía de la salvación en Ef 3,9) nos sentimos invitados a entrar y participar en el designio divino (sacramentos) y a llevar el plan de salvación a los demás.
Los sacramentos nos introducen en el Reino de Dios. Por eso, en estado de gracia, el Reino de Dios está, incoado, en nosotros.
Gracias Señor, porque la Salvación es un don, un regalo de Dios, no es un objetivo que puedo lograrlo sólo con proponérmelo.
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