viernes, 24 de febrero de 2012

LAS VERDADERAS HERRAMIENTAS DE CAMBIO EN NUESTRA TRAYECTORIA



Cuaresma: preparación, encuentro y transformación

LAS VERDADERAS HERRAMIENTAS DE CAMBIO EN NUESTRA TRAYECTORIA

Acabamos de empezar la Cuaresma, un tiempo de 40 días en el que la Iglesia llama a los creyentes a prepararse para la Pascua.
Tanto la Cuaresma como sus principales signos de identidad (oración, ayuno, y limosna) son vistos por algun@s como cuestiones trasnochadas, inútiles y apartadas del mundo actual. Pero nada más lejos de la realidad.
La Cuaresma es fundamentalmente un periodo de preparación para un momento decisivo.
En ese sentido, tod@s, creyentes y no creyentes, vivimos nuestras particulares cuaresmas. Instantes en los que debemos encontramos a solas con nosotr@s mism@s y prepararnos para afrontar situaciones cruciales de nuestra trayectoria vital… Momentos en los que aparecen muy fuertemente todo tipo de tentaciones: el abandono, la tristeza, la huida hacia delante, el odio, la venganza, la búsqueda del bien propio a toda costa… Se trata de parar y templar, mirarnos por dentro, preguntarnos dónde estamos y a dónde vamos, valorar lo que es más importante para nosotr@s, analizar los retos y sacrificios que nos esperan y armarnos de fortaleza espiritual.
Todos esos factores confluyen también en la Cuaresma cristiana. El mejor ejemplo y antecedente de nuestro periodo cuaresmal lo encontramos en Jesucristo. Él mismo, antes de empezar su misión, pasó 40 días en el desierto, orando y siendo tentado.
En este contexto de preparación, la oración, el ayuno y la limosna adquieren todo el sentido, no como simples ritos, sino como verdaderas herramientas de cambio en nuestra trayectoria.
La oración, el diálogo con Dios, que siempre es básico en la vida del cristiano, adquiere ahora una importancia capital. El apoyo, el acompañamiento, el consejo y la fuerza de quien más nos conoce y nos ama se hacen más necesarios que nunca. Orar es ejercitar el espíritu, contribuir a que el alfarero moldee nuestra arcilla, para que vivamos y vivamos en abundancia. Orando ponemos en manos del buen Dios las esperanzas, las dificultades, los deseos, las inquietudes que nos acompañan, como quien comparte con el mejor de los amigos su día a día.
El ayuno como privación voluntaria de placeres mundanos (la comida, la bebida, el sexo…) es una forma de limitar el poder de nuestros deseos primarios para fortalecer nuestro yo más espiritual. Se trata de someter los caprichos de nuestro cuerpo y dar más poder a nuestro corazón y a nuestra alma. Esta es una creencia que comparten diferentes religiones. De forma adicional, desde el punto de vista cristiano, con el ayuno también se busca que nos hagamos más sensibles a la voluntad de Dios y a las necesidades de los demás. No se trata de ayunar por ayunar, por ver qué se siente, por potenciar nuestro espíritu, por depurarnos físicamente o por controlar nuestro peso. Se trata de dar verdadero sentido a nuestro ayuno (penitencia, solidaridad, profundizar en la relación con Dios…) y de transformarnos por dentro. No sirve de demasiado ayunar si mantenemos nuestros odios, rencores, malos pensamientos, miedos, etc.
La limosna que se nos reclama no es únicamente desprendernos de nuestro dinero para darlo a los más desfavorecidos (que también). Es fundamentalmente abrir el corazón y el alma a las necesidades de l@s demás. Es pasar del yo al tú. Es sentir como propias las inquietudes de nuestr@s herman@s, acogerlas y actuar. Es ser consciente de que lo que hemos recibido como regalo, como don, lo debemos dar también gratuitamente. Es dar una nueva dimensión a las palabras solidaridad y servicio.
Oración, ayuno y limosna. Herramientas fundamentales para el cristiano, especialmente en Cuaresma.
Y no debemos olvidar un cuarto pilar: la penitencia, un sacramento también denostado, porque se ve como castigo y culpabilidad. La penitencia significa literalmente “cambio de vida”. Se trata de reflexionar sobre nuestros actos, de ser conscientes de nuestra debilidad, de reconocer que somos falibles, de dejar atrás orgullos y reconciliarnos con nosotr@s mism@s, con Dios y con los demás… y, por encima de todo, de enmendar nuestro camino. No se trata de agachar las orejas, humillarnos, entonar el “mea culpa”… para inmediatamente después retomar viejos comportamientos…
Tenemos por delante 40 días para profundizar en nuestra comunión con l@s demás, con Dios y con nuestro yo más espiritual, dando verdadero sentido y poniendo en valor la oración, el ayuno y la limosna… y apoyándonos en la penitencia como punto de inflexión para retomar nuevas actitudes.
¡Buena Cuaresma!

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