La casuística del legalismo judío había llegado en la época de Jesús a extremos ridículos; según los escribas más estrictos de aquel momento, en sábado estaba permitido arrancar espigas, pero no desgranarlas con las yemas de los dedos. Nuestro texto evangélico no dice expresamente que los discípulos de Jesús las hayan desgranado, pero hay que suponerlo, ya que Jesús da a entender que comen los granos.
Sobre este telón de fondo, podemos hacernos tres consideraciones:
a.- El texto afirma el Señorío de Jesús sobre cualquier prescripción legal. Nuestro ser cristianos no puede consistir en adherirnos a una determinada ética, sino a la persona de Jesús, el único Señor; y se trata de un original Señorío, que no aplasta sino que vivifica.
b.- La suerte de Jesús y la de sus seguidores están indisolublemente unidas. Unos versículos antes de nuestro texto de hoy, los escribas interrogaban a los discípulos a propósito de la conducta del Maestro (que escandalizaba porque comía con pecadores). Ahora los fariseos interrogan a Jesús a propósito de las supuestas transgresiones de sus seguidores. Es una llamada a que sepamos pasear por el mundo la causa de Jesús con elegancia y valentía, y conscientes de que él mismo nos acompaña y sostiene.
c.- Si en determinados sectores de la sociedad la fe cristiana y su compromiso ético son vistos como algo opresor, o incluso destructor, del ser humano, tenemos que reconocer que no hemos sabido presentar estos tesoros, esta fuente incomparable de libertad y de vida.
Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
http://www.cursillosdecristiandad.es/
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