martes, 13 de mayo de 2014

QUIEN CREE Y SIGUE A CRISTO ALCANZA LA VIDA


Nos encontramos ante el ultimátum que durante la fiesta de la dedicación del templo de Jerusa­lén hacen los judíos a Jesús: “Si tú eres el mesías, dínoslo francamente”. La respuesta de Cristo comienza por remitirse a sus obras; ellas son prueba elocuente de su propia identidad. “Pero vosotros no creéis porque no sois ovejas mías”.
Y así vuelve Jesús a algunas ideas que ya expuso a lo largo de la parábola del buen pastor.
Todo el discurso de Cristo sobre el Buen Pastor es ofrecido por san Juan con una clara intención que abarca tres estadios: -primero, provocar la pregunta del oyente: «¿Tú quién eres?»;
-segundo, enunciar la respuesta de Cristo: «Mis obras dan testimonio de que soy el enviado del Padre. Yo y el Padre somos uno»;
- y tercero, creer o no creer, seguir o no seguir al Señor.
En este resumen final de la enseñanza de Cristo, como lo que interesa es la respuesta a su mensaje, el Señor, en vez de partir del ejemplo del Buen Pastor, parte del de las “buenas ovejas”: «Escuchan mi voz y me siguen». El punto de llegada es de nuevo el Buen Pastor que las defiende, las guarda y les da la vida eterna. La intención del evangelista está clara: el que cree y sigue a Cristo alcanza la vida; el que no cree, se pierde.
Las ovejas del Buen Pastor, participan de la comunión de vida eterna que él crea con sus fieles. Y dos son las actitudes fundamentales para participar de esa comunión de vida: conocimiento del pastor y escucha de su voz, pues Jesús se identifica con Dios, hasta el punto, dice Cristo, que “el Padre y yo somos uno”.

¿Te sientes “oveja” del rebaño de Jesús? ¿Le conoces… a fondo y “escuchas” su voz?

Una y otra vez, a lo largo de la historia, María, Nuestra Madre, nos ha insistido de múltiples maneras y con distintas palabras en la necesidad que tenemos de “volver” (conversión) al rebaño de Jesús. Desde aquel “haced lo que Él os diga” hasta el mensaje de Fátima, nos está recordando permanentemente lo mismo. Cuando hace falta que una Madre a la que decimos querer tanto –¡y la queremos!– ya va siendo hora de que dejemos de hacernos los remolones y nos pongamos a la obra ¿no?

Que nuestra Señora de Fátima nos de hoy su aliento y un buen empujón, para que nos decidamos seriamente por el verdadero y único Rebaño, del verdadero y Único Buen Pastor.
cursillosdecristiandad.es

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