TAMBIÉN LAS FATIGAS Y LAS CAÍDAS ENCUENTRAN UN SENTIDO
El amor de Dios es el verdadero tesoro del hombre, asegura el Papa Francisco
Esta mañana en sus palabras previas al rezo del Ángelus desde la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recordó que antes que la familia, el trabajo, y los amigos está Dios, porque su amor es el verdadero tesoro del hombre que alimenta todo lo demás. Ante miles de peregrinos, el Papa Francisco cuestionó «yo me pregunto: ¿’Dónde está su tesoro’, cuál es para ustedes la realidad más importante, más preciosa, la realidad que atrae sus corazones como un imán? ¿Qué atrae sus corazones, pueden decir que es el amor de Dios? Que cada uno responda en su corazón».
(ACI/InfoCatólica) «Alguno podrá decirme: Pero Padre, si yo trabajo, tengo familia, para mí la realidad más importante es llevar adelante la familia, el trabajo... ¿es cierto, eh? Es importante, ¿Pero cuál es la fuerza que tiene unida a la familia?».
«Precisamente es el amor, y ¿quién siembra el amor en nuestros corazones? Dios, el amor de Dios. Es precisamente el amor que da sentidos a nuestros pequeños compromisos de cada día y nos ayuda a afrontar las grandes pruebas. Éste es el verdadero tesoro del hombre. Caminar hacia adelante en la vida con amor, con el amor que el Señor sembró en el corazón, con el amor de Dios», explicó.
Basándose en el Evangelio de hoy, el Papa habló del encuentro definitivo con Cristo, «un deseo que nos hace estar siempre preparados, con el espíritu despierto, porque esperamos este encuentro con todo nuestro corazón, que todos nosotros, tanto de manera explícita como escondida, tenemos en el corazón. Todos tenemos este deseo en el corazón», dijo.
En este sentido, el Papa recordó que hay que tener en cuenta el contexto en el que Jesús dijo tales palabras a sus discípulos, «en este caso -continuó- Lucas nos muestra que Jesús está caminando con sus discípulos hacia Jerusalén, hacia la Pascua de la muerte y la resurrección, y en este camino les enseña confiándoles que Él mismo lleva el corazón».
El Santo Padre indicó que Jesús se separa de los bienes terrenales, confiando en la providencia del Padre, que para Jesús es la espera de la vuelta a la casa del Padre, y para nosotros «es la espera de Cristo mismo, que vendrá para tomarnos y llevarnos a una fiesta sin fin, como ya hizo su Madre María Santísima, a quien llevó al Cielo con Él».
Este Evangelio nos dice, continuó Francisco, que el cristiano es aquél que lleva dentro de sí mismo el deseo grande, el deseo profundo, de encontrarse con su Señor junto a sus hermanos, a sus compañeros de camino.
«Y todo esto Jesús lo resume así: ‘Donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón‘. El corazón que desea... ¡Así que todos nosotros tenemos un deseo! ¡Pobre gente la que no tenga un deseo! El deseo de caminar hacia adelante, hacia el horizonte, y para nosotros cristianos el horizonte es el encuentro con Jesús, precisamente el encuentro con él, que nuestra vida, nuestra alegría, aquél quien nos hace felices», exclamó.
«¿Todos ustedes tienen un deseo, un corazón que desea? Piensen en responder en silencio en su corazón. Tiene un corazón que desea, o tienen un corazón cerrado, un corazón adormecido, un corazón anestesiado para las cosas de la vida? El deseo de caminar hacia el encuentro con Jesús... ¿Donde está su tesoro? Aquél que desean. Porque Jesús nos dijo ‘Donde está su tesoro, allá estará su corazón’», recordó.
El Papa precisó que el amor de Dios no es algo vago, un sentimiento genérico, sino que tiene un nombre y un rostro: Jesucristo.
«El amor de Dios se manifiesta en Jesús, porque nosotros no podemos amar el aire... ¡No, no se puede! Amamos a las personas, y la persona a la que aman es Jesús, el don del Padre entre nosotros. Es un amor que da valor y belleza a todo lo demás, un amor que da valor, que da fuerza a la familia, al trabajo, al estudio, a la amistad, al arte, a cada actividad humana», explicó.
Siguiendo esta línea, Francisco indicó que el amor de Dios también da sentido a las experiencias negativas, porque nos permite caminar hacia otras experiencias, no permanecer prisioneros del mal, sino superarlo, abrirnos siempre a la esperanza, aquél horizonte de la esperanza, al horizonte final de nuestro peregrinaje.
«De esta manera también las fatigas y las caídas encuentran un sentido. También nuestro pecados encuentran un sentido en el amor de Dios, porque este amor de Dios en Jesucristo nos perdona siempre, nos ama tanto que nos perdona siempre».
Por último el Papa recordó que hoy la Iglesia recuerda a Santa Clara de Asís, que sobre las huellas de San Francisco dejó todo para consagrarse a Cristo en la pobreza.
«Santa Clara nos da un testimonio muy bello del Evangelio de hoy: que ella junto a la Virgen María nos ayude a vivirlo también a cada uno de nosotros, según la propia vocación», concluyó.
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