viernes, 11 de abril de 2014

¿POR QUÉ OBRA BUENA ME APEDREÁIS?


¿Por qué fue rechazado Jesús por el pueblo judío en su conjunto, si era la persona más amable y encanta¬dora que se puede imaginar? Es la pregunta que hoy hace Jesús a los judíos: “Os he hecho muchas obras buenas por encargo de mi Padre. ¿Por cuál de ellas me apedreáis?” Es la pregunta que debió hacerse también S. Juan, quien ya desde el principio ade¬lanta la incompatibilidad entre luz y tinieblas, entre fe e incredulidad. “La luz vino al mundo, y los hombres amaron más la tiniebla que la luz porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a ella para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios” (Jn 3,19ss).
¿Por qué es rechazado Jesús, por qué lo fue Jeremías, y otros profetas, por qué lo es el cristiano que quiere vivir según el evangelio? Misterio difícil de explicar. Múltiples razones podrían darse. Comencemos por destacar una que resume otras muchas: porque se rechaza la verdad, que suele resultar molesta, como juicio implacable que es de nuestros fallos y errores. Por falta de humildad y sobra de orgullo rechazamos la verdad, que deja al desnudo nuestra innata maldad y nuestro proceder mez¬quino.
Para el rechazo de Cristo contó también el misterio y escándalo de la palabra de Dios hecha carne, es decir, debilidad humana. La huma¬nidad de Cristo, en todo igual a la nuestra menos en el pecado, era y es el gran obstáculo para ver su divinidad y la gloria del unigénito del Padre. Si bien sus obras, su vida y su conducta revelaban su origen divino, solamente mediante los ojos de la fe, que es don de Dios y no conclusión obligada de argumentos y raciocinios, se podía y se puede entender el misterio y la persona de Cristo.
Hoy es un día especial en la Cuaresma. Tradicionalmente ha sido llamado “viernes de dolores”, puesto que hoy, la piedad popular recuerda de un modo especial a María, la Madre de Jesús; aquella Madre Dolorosa que estaba llorosa junto a la cruz donde pendía su Hijo. Ella sufrió como nadie el “rechazo” a Cristo, y como nadie sufre hoy también el rechazo a sus seguidores en nuestra sociedad. Ella, la madre del Ajusticiado injustamente, nos ayude a nosotros a ser valientes a la hora del testimonio, sin miedo a que nos miren “de reojo”, sin miedo a las críticas, por duras que sean. Acompañémosla valientemente como Juan y las piadosas mujeres, en su dolor, y pidámosle a la hora de la prueba y del testimonio “mírame con compasión y no me dejes, Madre mía”


Comentarios realizados por: José Antonio Marzoa Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
cursillosdecristiandad.es

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