martes, 1 de abril de 2014

¿QUIERES...? ¡LEVÁNTATE!


En el A.T. el agua es signo de la vida que Dios anuncia, y la Ley, garantía de la alianza de Dios. Pero ambas necesitan del Cristo para ser efectivas.

El agua es factor de vida, pero hay aguas, como la del pozo de Jacob y ésta de la piscina de Betesda que son estériles, que, aunque prometen la curación, no la pueden dar. Por si solas no curan… los enfermos, necesitan de una mano "que les empujen"
Como el agua de la piscina, tampoco la ley de Moisés podía dar vida al pecador: sólo podía mostrarle sus transgresiones y confirmar la pobreza de la condición humana. En lugar de salvarle, le encerraba, le mantenía en su pasado. Paralizado desde hacía treinta y ocho años... La ley pone pegas a que se salve a los necesitados "porque es sábado", convirtiéndose en una atadura que mantiene cosidos a la parálisis a quienes no pueden arreglarse por si mismos. La "Ley", por sí sola, impide al paralítico acercarse a la vida que trae el Agua de la Vida… Pero Jesús, rompiendo las trabas legalistas, eleva la ley a la categoría de mandamiento del amor. Es más, Él mismo se convierte en agua que hace brotar la vida en plenitud
El enfermo desea la curación, pero está fuera de su alcance.

El agua de vida es la del Mesías, el Espíritu que brotará de él como de nuevo templo, las aguas mansas de Siloé, la piscina del Enviado, situada fuera de la ciudad.
"Jesús le dice: levántate, toma tu camilla y echa a andar".
Inmediatamente le da la salud y con ella la capacidad de actuar por sí mismo. El hombre puede disponer de la camilla que lo tenía inmóvil y puede caminar a donde quiera. La camilla, nombrada cuatro veces, adquiere un significado importantísimo. Ella cargaba con el hombre inválido; ahora, curado, el hombre carga con ella.
"Levántate y anda". Comienzo de una vida nueva. Dios quiere un "hombre de pie", un hombre que avanza. El pecado es una parálisis.

-El hombre que no podía tenerse en pie es capaz de llevar su camilla, es capaz de soportarse a sí mismo.
Jesús lo hace dueño de aquello que lo dominaba; le hace poseer aquello que lo poseía.
¿Estamos dispuestos a cargar con "nuestras camillas"? ¿Estamos dispuestos a no dejarnos poseer por esas "ataduras"?

El Señor te dice: "¿Quieres…? ¡Levántate! Toma tu camilla!" (no la dejes atrás, carga con ella, para que recuerdes siempre que si te acomodas en ella, no podrás tener vida) "y echa a andar" y, "ahora que estás sano, no peques más".

Comentarios realizados por: José Antonio Marzoa Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)

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