A veces me pregunto qué haríamos nosotros hoy si alguien a quien tenemos identificado despuntara como Jesús. Sus paisanos “desconfiaban de él” tan solo porque no respondía al patrón que ellos tenían y aunque vieron los milagros que había hecho y se daban cuenta de que tenía una sabiduría especial. Para ellos tenía más fuerza que solo era el hijo del carpintero el hijo de María y comenzando por sus pariente
Jesús nota su desprecio, su desconfianza, su falta de fe: “Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta”. Y, “porque les faltaba fe, no pudo hacer allí muchos milagros”. Lo que había hecho, en otros sitios, teniendo signos liberadores, gestos de curación, palabras de compasión y de cercanía. con enfermos, con quien llevaba una vida un tanto inhumana con los pecadores. Pero qué tristeza, con sus paisanos, con los que tenía más cerca, con los que tenían la posibilidad y la obligación de conocerle mejor, oh paradoja, les faltó fe y no lo reconocieron. ¡Uf, que no nos pase!.
Creer o no creer, fe o no tener fe. Preguntémonos constantemente, ¿en qué bando estamos o creemos estar? Y no me refiero si ponemos la x o no en la declaración en si nos declaramos católicos o no, sino si creemos o no creemos de verdad, si Jesús puede hoy decir de mi que tengo fe o que me falta Fe,
Creo que más que una declaración de lo que uno es o deja de ser, es un modo de pensar, un estilo de vivir, un modo de comportarse y en concreto, de amar según Jesús y las actitudes y valores evangélicos que él vivió y practicó.
¿Qué extraño, o no lo es tanto? Jesús recibió la peor acogida entre los que se creían más cercanos a él, y más cerca de Dios.
Esto nos interpela hoy particularmente a nosotros que también creemos conocer quién es Jesús, qué es Jesús, de quién fue Hijo e, incluso, quién fue y es María, su madre. Llevemos cuidado estemos espabilados, no caigamos en una confusión. El siempre es más.
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