domingo, 11 de marzo de 2012

EL CELO DE LA CASA Y DE LAS COSAS DE DIOS ¿NOS DEVORA?



Evangelio según San Juan 2, 13_25.
Jesús se presentó en el templo de Jerusalén con la palabra vibrante y los gestos escandalosos de los
profetas de antaño (Jn 2, 13-25). El templo del Señor ya no invitaba a venerar la santidad del Señor
del templo. El significante no dejaba ver el significado. Si para los demás se había convertido en un
mercado, para Jesús era la casa de su Padre.
En este tiempo hay muchas personas que repiten una y otra vez que lo religioso “no les dice nada”.
Y no es extraño. Hay cosas, lugares o fechas que “nos dicen mucho”, precisamente porque han sido
medio o escenario de acontecimiento especialmente importantes para nosotros. No basta el templo
para hacernos vivir de cara a Dios.
Por otra parte, hay otras personas que no tienen inconveniente en “profanar” abiertamente lo
sagrado. En realidad, nada les remite a su origen y a su fin. Es como si el templo hubiera dejado de
estar habitado. Como si la belleza no fuera un reflejo de Dios. Como si el hombre no hubiera sido
creado a su imagen y semejanza.
Hemos de preguntarnos si los llamados creyentes lo somos de verdad y lo parecemos. Sería
lamentable que nos vieran solamente como mercaderes. O como expendedores de recetas mágicas.
O como conservadores de un espléndido museo. O como promotores de un movimiento de
autoestima. El celo de la casa y de las cosas de Dios no nos devora.
Jesús arroja a los mercaderes del templo. Pero nadie puede saltarse gratis las normas establecidas.
Los judíos le piden un signo que avale su autoridad. “Destruid este templo y en tres días lo
levantaré”. Esa es la palabra con la que Jesús acompaña su gesto.

Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
http://www.cursillosdecristiandad.es/

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