Evangelio según san Juan 6, 16-21
El texto del evangelio de san Juan describe, simbólicamente, la travesía de la Iglesia por este mundo. Una imagen certera para representar vicisitudes históricas de la Iglesia que peregrina. La embarcación navega con expertos tripulantes a bordo. Surge la noche, se levanta un viento fuerte y las aguas se encrespan. A pesar de su pericia, los hombres que dirigen la barca necesitan ayuda. Aparece el único que puede auxiliar. Es el Señor. Pero su manifestación, antes de percibirse como sosiego, produce temor. Parece que en lugar de salvar, la presencia de Dios atemoriza. Quizá los navegantes se fían solo de sus propias habilidades y, muy pendientes del viento y de las aguas, o de otras cosas, lo cierto es que no pueden reconocerle a Él. Cuando se muestra explícitamente —«Soy yo, no temáis»—, llega el consuelo, la fortaleza, la solución, se calman los vientos y se toca tierra firme y segura. Tierra de Dios, tierra del Espíritu, siempre a la vista para recalar y continuar el cabotaje por las costas del Reino. Queda una considerable labor. Hay muchas gentes que todavía no están y merecen embarcar. Y siguen viniendo corrientes de muerte, que provocan naufragios y numerosos náufragos. La navegación merece la pena, con Él al timón y nosotros izando la vela al viento del Espíritu. Es Él; no hay nada que temer.
Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
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