Señor, gracias por resucitar;
gracias porque nos has salvado.
«¡Resucitó!», proclamaron los mensajeros.
«¡Resucitó!», decía la gente por la calle.
«¡Resucitó!», anunciaron los discípulos.
«¿Resucitó?», dijeron los fariseos...
¡Qué contraste ante la misma realidad! Para unos es la culminación de todas sus esperanzas y la alegría plena, mientras que para los otros es engaño y motivo de odio.
Aún queda un «Resucitó» pronunciado con devoción, fe, esperanza y confianza absoluta. Fue un «Resucitó» sereno, pronunciado por María. Ella no proclama a grandes voces, sino que espera, confía y no se vio defraudada, pues en verdad el Señor resucitó.
El mundo, al igual que entonces, se parte en dos: los que proclamamos y nos regocijamos porque el Señor resucitó y los que, al igual que los fariseos, son indiferentes, creen que todo es un engaño, o que incluso odian a Cristo y su resurrección. Amor y odio: dos palabras antagónicas que siempre estarán en pugna hasta el fin del mundo...
El día de hoy, nuestros corazones y todo nuestro ser, exclama: ¡Gracias! ¡Gracias por resucitar! ¡Gracias por tu amor! ¡Gracias porque nos has salvado, Señor!
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Catholic.net
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