En el Evangelio de hoy, como en el caso de los peregrinos, no es Jesús el que invita a seguirle. Son algunos de los que están con él los que parece que se quieren comprometer a seguir a Jesús, a estar siempre con él. Da la impresión de que se habían encontrado con él, que le habían acompañado unos días. Y que de esa experiencia había brotado el deseo de quedarse en la compañía de Jesús.
Pero no saben donde se han metido. Jesús les pide una entrega y una radicalidad total. Hay que dejarlo todo y encontrarse con nada. Si el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza tampoco los que están con él. Jesús va camino de Jerusalén y allí las expectativas no son buenas. Esos nubarrones terribles también están sobre la cabeza de los que acompañan a Jesús.
Hoy sucede algo parecido. Seguir a Jesús es comprometerse con la justicia, acercar el amor de Dios a los más pobres y marginados, renunciar a la violencia en todas sus formas y abrir caminos a una fraternidad en la que toda la humanidad está invitada a participar sin excepciones ni exclusiones. En ese camino no hay vuelta atrás. Y no hay otro camino para encontrar la vida de verdad.
Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
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