“Creo, pero ayuda mi falta de fe”. Este hombre es modelo de oración para nosotros, y ejemplo y paradigma de persona creyente. ¿Quién puede presumir de creer lo suficiente? ¿Quién habrá que no necesite purificar su fe, confiar más en Dios, fiarse más de él? Por más que apostemos por Jesús y nos hagamos seguidores suyos, “Señor, auméntanos la fe” también a nosotros. Porque, la vida cristiana empieza por la fe, se desarrolla por la fe y se consolida en la fe. “El justo vivirá por la fe” (Rom 1,17; Heb 10,38).
El que cura, el que libera es Dios. No se trata de acciones mágicas o poderes humanos especiales. Por eso Jesús increpa a la muchedumbre cuando dice: “Gente sin fe. ¿Hasta cuándo estaré con vosotros?” Y al padre del niño: “Todo es posible al que tiene fe”. E indirectamente se lo dice a los discípulos al explicarles la importancia de la oración en estas curaciones.
Para orar hay que tener fe, de otra forma sería más un simulacro de oración que algo sentido y vivido. Y para creer más y mejor necesitamos orar. La oración conduce a la fe, y la fe lleva a alimentar, mantener y aumentar la oración. Incluso con dudas de fe, la oración no sólo es conveniente sino necesaria. Con palabras del Papa Francisco es necesario "un encuentro cotidiano con el Señor, todos los días, con nuestras victorias y nuestras debilidades".
Comentarios realizados por: Vicente Domínguez Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
cursillosdecristiandad.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario