jueves, 20 de marzo de 2014

ANTE TANTOS "LÁZAROS" DE NUESTROS DÍAS...


Un rico (sin nombre) y Lázaro, el pobre. Dos personajes separados por un abismo inmenso, insalvable…
Nos impresiona e indigna la actitud sin entrañas, sin compasión (recuerda: de padecer-con), del rico, al que hasta los perros parecen ganarle en sentimientos. Y es cierto, pero, parémonos a pensar en la parte que a cada uno de nosotros nos corresponde… Ante tantos “Lázaros” de nuestros días, ante tantas llagas de nuestra humanidad (droga, paro, hambre, miseria…), ¡algo tendremos que cuestionarnos!, ¿no?
¡Con qué comodidad nos sentamos cada día en la mesa donde no sólo se come, sino que sobran muchas cosas superfluas…! ¿De verdad no tenemos nada que hacer por tantos “pobres Lazaros”? Y no se trata sólo de “lo que nos sobra” (las migajas que caen de la mesa), sino de tomar opción por un sistema de vida diferente al que llevamos…
No olvides que “el rico” es tan rico, tiene tantas cosas… que le falta lo más importante: no tiene ni nombre; está tan imbuido de sus riquezas que se ha olvidado de que es humano…
Y, ¡ojo!, el rico, sin nombre, no se condena por ser rico, sino porque no teme a Dios y prescinde de Él… Pero el pobre, Lázaro, tampoco se salva por serlo, sino por estar abierto a Dios y esperar de Él la Salvación.
Y es que la excesiva “ocupación” a la que nos llevan las riquezas de este mundo, crea olvido de Dios, sordera a su palabra (expresada en “Moisés y los profetas”) y cerrazón al prójimo, hasta el punto de que las personas así, “no harán caso ni aunque resucite un muerto” para hacerles ver su camino equivocado.
La consigna es clara: Escuchar la Palabra de Dios, convertirse a su ley de justicia y amor, y compartir con los hermanos lo que tenemos…

Comentarios realizados por: José Antonio Marzoa Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)

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