Un hombre angustiado –“se arrodilló”- hace a Jesús una de las preguntas más profundamente humanas, que han preocupado a todos los buscadores de sentido. Una pregunta, salida desde lo profundo del corazón, ineludible para todo peregrino de la verdad, sobre qué hacer para tener vida, vida eterna. Qué hacer para obtenerla y qué evitar para no perderla.
Por su respuesta, entendemos que se trata de un judío honrado, piadoso y cumplidor, pero que siente la necesidad de confrontar su conducta con la doctrina y parecer de Jesús. Y no pensemos que cumplir los mandamientos no le había servido de nada. Le valieron para que Jesús le mirara con cariño. Esto que nos hubiera bastado a nosotros, no bastó a Jesús que, además de cariño, quiso entregarle el Reino.
Jesús le dijo que la seguridad de la vida eterna no se basaba en los mandamientos, en la moral, en el mero cumplimiento, sino en Dios. Y, mientras el puesto que corresponde a Dios lo ocupe el dinero, el poder o quien sea o lo que sea, no hemos dado ni el primer paso.
Los que son capaces de “no fruncir el ceño y marcharse pesarosos” son los que tratan de tener una postura evangélica ante el dinero, necesario por otra parte, van con Jesús y le siguen. Esto, que no es nada fácil para los humanos, es posible para Dios, particularmente para aquéllos y aquéllas a quienes ha mirado y sigue mirando con cariño. Y van y le siguen. ¡Como le siguen!, quiero decir, a veces con incoherencias, negaciones y vacilaciones inherentes a la humana naturaleza. Pero, le siguen. Y siguen contando con su mirada cariñosa ( con su Gracia). Y, mientras no la olviden, tampoco será fácil que olviden el seguimiento. Y esto no por ellos, sino por él y por su Espíritu Santo.
Comentarios realizados por: Vicente Domínguez Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
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