miércoles, 5 de septiembre de 2012

TENGO QUE ANUNCIAR EL REINO DE DIOS



“Tengo que anunciar el Reino de Dios”, parece el eslogan de la campaña o, mejor, de la vida entera de Jesús. Y lo hace, ante todo, humanizando al hombre/mujer. Hoy lo vemos curando a todos: comienza con la suegra de Simón, sigue con los enfermos y acaba con los endemoniados. Aquí sí que se cumple bien el tiempo de gracia que anunció en Nazaret, no mucho tiempo atrás. Hasta en el modo de las sanaciones se nos revela un estilo evangélico. Apunta el evangelista dos detalles significativos: la suegra de Simón, una vez curada, en seguida se pone a servir; y Jesús les imponía las manos uno por uno, personalmente.
En contraste, siempre al acecho, se cuela el egoísmo de la gente que pretende retener a Jesús. No quieren que se les escapen tantos favores. El apropiarse de Dios, de la religión, es una tentación sutil pero arraigada. Jesús, sin embargo, corta rápido: “He de ir a otros pueblos, para eso he venido”. Su misión universal está muy clara.
Lo que en Jesús sucede con tanta naturalidad en sus seguidores, según atestigua la experiencia, es difícil. Es difícil lograr ese equilibrio de humanizar el mundo sin menguar la santidad del trabajador del Reino. Evangelizar ya no es anunciar a Jesucristo para, después, sanar. Como en Jesús, predicar el Evangelio es no saber en dónde comienza la palabra y en dónde termina el imponer las manos para sanar.
Al hilo del relato de hoy, no estará mal darnos un toque de atención sobre esos valores del discípulo de Jesús: Somos enviados, servidores, sólo queremos servir a la causa de Jesús en los demás. Y, como Jesús que imponía las manos uno a uno, miramos a todos de una manera personal, cercana, dándole importancia a cada uno, como expresión de amor cristiano.
Y, por supuesto, no nos empeñemos en “retener” a Jesús, a Dios, a la religión. En el anonimato de las redes sociales, se ve a gente que pretende echar de la Iglesia a los que no piensan como ellos. Eso es manipular y querer apropiarse de Dios. Qué poco queremos a Dios, cuando lo achicamos de tal manera.

Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
http://www.cursillosdecristiandad.es/

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