La lepra y el pecado se parecen y en el lenguaje bíblico se identifican. Jesús, sanando la lepra, libera del pecado; es más, el pecado es una lepra que excluye de la vida, de la gracia, de la comunión con el hombre y con Dios. Y Jesús, que curó al leproso, ¿no puede acaso perdonar al pecador? Por eso tengo que apresurarme a purificarme de mi lepra espiritual y le digo al Señor: “límpiame de mi enfermedad”. El Señor siempre proclamará sobre mí su perdón y su salvación. Así nos lo viene manifestando en sus homilías y reflexiones el Papa Francisco. Nos está repitiendo que reconozcamos nuestro pecado EN ESTO, EN ESTO, EN ESTO. Y siempre experimentaremos el PERDON de Dios.
Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
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