María de Nazaret es visitada por Dios. Y Dios, al visitarla, hace lo que le es propio.
- Primero bendice. Porque es de Dios mirar bien y decir bien. En su saludo, predispone a María para la acogida. Dios llega como brisa suave, como susurro… “Dios te salve, llena de gracias…”. Siendo así, ¿quién le cerrará la puerta?
- Después conforta. Porque lo que va a pedir nunca serán imposibles. Porque conoce que el temor es el peor enemigo del amor. Porque sabe que somos barro y que necesitamos ser sostenidos. “No tengas miedo…”. Como María escucharía en aquél salmo: “aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo”.
- Y finalmente, abre el horizonte. Porque para realizar su sueño de amor sobre el mundo cuenta con María, cuenta con las personas. Y confía misiones, encargos, tareas… para avanzar en esa historia de salvación que quiere entretejer con nosotros. “Para Dios no hay nada imposible”.
Como María quiere decir: “Hágase en mi según tu palabra”
Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
http://www.cursillosdecristiandad.es/
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