«El Bautista nos enseña a vivir de manera esencial» El Papa durante el Ángelus
En la sociedad de consumo, en la que se está tentado de buscar la felicidad en la cosas, el Bautista nos enseña a vivir de manera esencial, para que la Navidad sea vivida no solo como una fiesta exterior, sino como la fiesta del Hijo de Dios que ha venido a traer a los hombres la paz, la vida y la verdadera felicidad», dijo el Pontífice durante el Ángelus de esta mañana, comentando un pasaje del Evangelio de Lucas.
Benedicto XVI después exhortó a vivir el Adviento «con los ojos de la fe» y a buscar en la «Gruta de Belén» la «salvación de Dios».
El Pontífice después habló de los “grandes” que, desde la mirada de Dios, «hacen de marco a los pequeños». También retomó la narración del nacimiento de Jesús del Evangelio de Lucas que, explicó, «deshace toda lectura mítica que a menudo se hace de los Evangelios y coloca históricamente la vida del Bautista: “En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, mientras Poncio Pilato era gobernador … bajo los sumos sacerdotes Anás y Caifás” (Lc 3,1-2)».
«Al interior de este cuadro histórico –subrayó el Papa– se coloca el verdadero gran acontecimiento, el nacimiento de Cristo, que los contemporáneos ni siquiera notarán. Para Dios los grandes de la historia ¡hacen de marco a los pequeños!».
Juan el Bautista se define, pues, «como la “voz de uno que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos” (Lc 3,4). La voz proclama la palabra, pero en este caso la Palabra de Dios precede, en cuanto es ella misma a bajar sobre Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto (cfr Lc 3,2). Él por tanto tiene un gran rol, pero siempre en función de Cristo. San Agustín comenta : “Juan es la voz”. Del Señor en cambio se dice: «Al principio existía la Palabra» (Jn 1,1).
Juan es la voz que pasa, Cristo es el Verbo eterno que era en un principio. Si a la voz se quita la palabra, ¿que cosa queda? Un sonido vago. La voz sin palabra resuena en el oído, pero no edifica el corazón” (Discurso 293, 3). A nosotros –subrayó el Pontífice– hoy espera la tarea de dar escucha a aquella voz para conceder espacio y acogida a Jesús en el corazón, Palabra que nos salva».
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