Evangelio según san Lucas 1, 39-56
La liturgia nos hace un precioso regalo con esta fiesta de la Visitación de María a Isabel. Las lecturas que hoy se ponen ante nuestra mirada y ante nuestros oídos nos contagian júbilo, alegría, movimiento, encuentro íntimo y profundo con Dios, con su aliento vital, pero a la vez encuentro profundo de personas: “¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!”, “en aquellos días María se puso en camino”…
Es el Dios que se hace fuerte en María el que le pone en movimiento, y es María hoy en esta escena de la visitación icono de hospitalidad. Hospitalidad expresada en esa acogida total, radical de Dios que toma carne en sus entrañas, que hace casa en medio de ella… y hospitalidad que le hace salir de sí para correr hacia Isabel, que encuentra en los brazos de María acogida incondicional. Y de ese encuentro entre dos personas agraciadas brota la Vida, brota el movimiento que hace vibrar a Juan y a Jesús en los senos de sus madres. Y brota también la alabanza al Dios que derriba del trono a los poderosos y descansa su mirada en el pobre y el humilde. El cántico de María es una paradoja en cada línea: “enaltece a los humildes… a los hambrientos los colma de bienes…”.
La paradoja también se da en nuestra vida cotidiana. Podemos caer en la trampa y pensar: “¡claro, esto le pasó a María porque era ella!”. No, nosotros estamos llamados a lo mismo, en la vida de cada día, que transcurre sin brillos ni grandes acontecimientos. Dios nos visita en tantos instantes, su aliento de vida llega como brisa suave.
Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)
http://www.cursillosdecristiandad.es/
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