Al ir “meditando en estos días este largo discurso que nos habla del “pan de la vida”, puede parecernos un tanto repetitivo, y corremos el peligro de “aflojar” nuestra atención… Pero si nos fijamos bien, podemos ver cómo San Juan, con ese estilo que tanto le gusta, partiendo de frases ya enunciadas o parecidas, nos va llevando poco a poco más adelante cada vez, hacia ideas nuevas.
Y así, hoy se nos dice que para creer en Cristo, como se nos pedía ayer, para tener la vida eterna, hay que dejarse conducir por Dios: «Nadie puede venir a mi, si no lo atrae el Padre que me ha enviado». La fe, ciertamente, exige nuestra colaboración, pero es ¡un don de Dios! Necesitamos “escuchar lo que dice el Padre y aprender, e ir a Cristo”: esa es nuestra tarea o correspondencia a ese “don de Dios”.
Y después, mediante la fórmula de revelación “yo soy”, Jesús se autodefine como el pan que da vida eterna al que lo come. Esa es la diferencia con el maná del desierto, que, además de ser perecedero él mismo, no pudo impedir la muerte de quien lo comía. Por el contrario, Jesús declara: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Sí: Cristo es el Pan vivo bajado del cielo… Sí, ya lo había dicho, pero añade: “Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Una referencia clara a la Eucaristía, de la que mañana tendremos explicación, cuando nos explique lo de “comer la carne”…
Comentarios realizados por: José Antonio Marzoa Rodríguez (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)Y así, hoy se nos dice que para creer en Cristo, como se nos pedía ayer, para tener la vida eterna, hay que dejarse conducir por Dios: «Nadie puede venir a mi, si no lo atrae el Padre que me ha enviado». La fe, ciertamente, exige nuestra colaboración, pero es ¡un don de Dios! Necesitamos “escuchar lo que dice el Padre y aprender, e ir a Cristo”: esa es nuestra tarea o correspondencia a ese “don de Dios”.
Y después, mediante la fórmula de revelación “yo soy”, Jesús se autodefine como el pan que da vida eterna al que lo come. Esa es la diferencia con el maná del desierto, que, además de ser perecedero él mismo, no pudo impedir la muerte de quien lo comía. Por el contrario, Jesús declara: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Sí: Cristo es el Pan vivo bajado del cielo… Sí, ya lo había dicho, pero añade: “Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Una referencia clara a la Eucaristía, de la que mañana tendremos explicación, cuando nos explique lo de “comer la carne”…
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