domingo, 15 de enero de 2012

MIRA, FÍJATE... Y NO DEJES PASAR ESTA OPORTUNIDAD





El Evangelio de hoy nos da a entender lo importante que es el ver y el mirar: Juan “se fijó” en Jesús, éste les dice a los discípulos “venid y veréis”, ellos fueron y “vieron”, Jesús se “quedó mirando” a Pedro. El ver, mirar, fijarse habla precisamente de una experiencia propia, directa, que cada uno tiene que hacer; el contacto es tan importante como los contenidos de la conversación, o más, pues la palabra requiere el “estar-con”, que es la esencia de la vida cristiana.
Y este mismo texto nos sugiere que es necesario y urgente tomar una decisión. La hora del encuentro, la hora décima, las cuatro de la tarde, nos habla de un día que todavía da de sí, pero que empieza a declinar: tenemos tiempo para seguir, interrogar, ir, ver y estar con el Maestro, pero no podemos dejar escapar la oportunidad, no podemos dejarlo “para más tarde”, pues después será ya “demasiado tarde”, se hará de noche. Jesús pasa, está en camino, no se detiene (más que si lo seguimos y le pedimos quedarnos con él). 
Esta apertura es fundamental en la relación con Dios: cuando vamos a donde vive Jesús, Él mismo empieza a vivir en nosotros: su Palabra se aloja en nosotros, nos hace templos de su presencia cercana, santuarios del Espíritu Santo. Pablo nos enseña que esa cohabitación nuestra con Jesús y de Jesús y su Espíritu en nosotros no es compatible con cualquier forma de vida, con cualquier comportamiento. Es contradictorio vivir con Jesús, allí donde Él vive, como él, el Cordero de Dios que entrega su vida por amor, y, al mismo tiempo, vivir de manera egoísta, para sí, como “nos da la gana”, tal vez manipulando a los demás según nuestros antojos. Si hemos visto dónde vive Jesús y nos hemos quedado con él, hemos de vivir como Jesús, para los demás, dando la vida; y ahí encontramos el sentido profundo, oblativo, auténtico y más hermoso también de la sexualidad vivida desde la fe en Cristo.
Por fin, cuando vamos a dónde está y vive Jesús y permanecemos con Él, y dejamos que habite en nosotros, nos convertimos nosotros mismos en profetas, mediadores y apóstoles que anuncian lo que han visto y oído, y llevan a los demás (a sus hermanos) a Jesús, para que también ellos puedan hacer la experiencia personal del encuentro con el Maestro, para que puedan ser objeto de la mirada de Jesús, de modo que él mismo les revele, como hoy a Pedro, su auténtica identidad y su vocación.

 

Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)

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