En buena parte del mundo... casi en todo él, hoy
la gente se prepara para despedir el año civil, natural, social... Excesos de
fiestas, cenas, vestidos, lujos... sí, no vamos a negarlo. Peor nadie nos
obliga a vivirlo de ese modo, ¿verdad? Los primeros cristianos se
caracterizaban por vivir en medio del mundo que les tocaba vivir... como uno
más... como el Maestro, que quiso ser uno de tantos (Flp2) y bailaba y cantaba
en las fiestas que le invitaban. Ahora bien: desde el principio los primeros
cristianos fueros criticados por no plegarse al “modo” de celebrar, o por no
acudir a ciertos espectáculos que les parecían contrarios al evangelio, a la
dignidad humana, etc... Su “modo” no era “el modo” de Jesús. La Navidad y en
concreto el evangelio de hoy podrían ser un estupendo criterio o un buen
conjunto de pistas para quien quiera adentrarse en los “modos” de Jesús, del
Dios cristiano: nace pobre, vive pobre, muere pobre, es amigo de los pobres...
pero nunca rehúsa la conversación y la mesa compartida con nadie (ricos,
publicanos, estafadores, levitas... todo eran posibles compañeros de Jesús...
¡nadie quedaba fuera de entrada!). Y a la vez, su “modo” de estar en el mundo,
siendo Dios, es el de una presencia tan honda como inapreciable... Este Niño
pobre... este joven Jesús que baila en las bodas y le llaman borracho y comilón
en el pueblo... este hombre que ora al Padre en lo secreto y cura las dolencias
de quien se acerca a Él... este es la Palabra... “Y la Palabra era Dios. La
Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo
todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho”. ¿Cómo es posible que
“la luz brille en la tiniebla y la tiniebla no la reciba”?, ¿cómo es posible
que Alguien “venga a su casa, y los suyos no le reciban”?... No sé cómo, pero
es posible. Y no hay que irse muy lejos ni pensar en alguien malvado y maligno
que no reconoce a Cristo como el Salvador... No: sólo hace falta repasar este
año que termina y contemplar tu vida... y reconocer la tiniebla y la luz que has
dejado entrar en ella... y la que has podido poner a tu alrededor... Y
silenciar y orar y “contemplar su gloria” en tus días y tus noches... porque es
en tu vida y en tu carne donde el Dios de la Gloria ha puesto su tienda para
quedarse. No lo dudes. Sólo queda que tú y yo y quien quiera creerle, lo acoja,
lo contemple, lo ame y deje que su luz ilumine todas las tinieblas. ¿De verdad
no podremos dedicar ni unas horas al terminar el año (o mañana o al otro) para
silenciar y pasar por el corazón el año vivido? Si lo haces, no dudes que
encontraras más motivos de alabanza que de reproche, pues en ti la Palabra que
es la Vida quiere hacerse cada vez más grande... como el Niño.
Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario
Nacional de Cursillos en España)
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