09/07/2012 - Sociedad
Carriquiry, para afrontar la crisis “hay que recomenzar desde la persona”
El secretario general de la Pontificia Comisión para América Latina ha clausurado el ‘Seminario Internacional: Fundamentos morales de la crisis económica’ de la UAO, que ha aportado soluciones la actual situación global desde una perspectiva católica
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El profesor Guzmán Carriquiry, secretario general de la Pontificia Comisión para América Latina ha sido el encargado en clausurar el “Seminario Internacional: Fundamentos morales de la crisis económica” que organiza anualmente la Universitat Abat Oliba CEU y que ha tenido lugar entre los días 2 y 6 de julio.
Carriquiry centró su intervención en dar respuesta a los interrogantes sobre el estado de la cuestión a la luz de lo que constituye la misión de la Iglesia para la reconstrucción de la sociedad en el actual contexto de crisis.
Este uruguayo afincado en Roma desde hace décadas citó a Benedicto XVI al asegurar que para salir de la crisis se precisa de un “cambio cultural” precisando que “los cambios culturales son los más difíciles y los más exigentes, hay que reconstruir una ciudad del rostro más humano”, según el Santo Padre.
Además, subrayó que “la misión de la Iglesia es la misma hoy que la de ayer y la que será mañana como en estos dos mil años de su tradición. La Iglesia no define su misión por las circunstancias que le toca vivir. Su misión ha sido definida de una vez por todas por su Señor cuando encomendó a sus apóstoles y discípulos ir hacia toda la gente anunciando la buenanueva de la salvación”
Benedicto XVI decía, según el conferenciante, que la Iglesia es el sostén del gran amor para nuestra vida, pero señaló que esa Iglesia y las sociedades que se deriven de ellas deben ser creadas en comunión con esa realidad cristiana.
En ese sentido de colectividad y sobre la empresa, Carriquiry afirmó que la Iglesia la ha definido siempre como una comunidad de personas, algo que, a su juicio, “se demuestra fundamental”: “se trata de una comunidad de personas con diversas funciones donde se demuestra ese afecto hacia la sociedad, dondese vuelca la humanidad de uno en la empresa como algo propio, en torno a la construcción de algo común. Un banco de trabajo compartido”.
“La crisis necesita dinero, pero necesita hombres de a pie, verdaderos, que afronten su vida con dignidad, seriedad y pasión –prosiguió-. Por eso la Iglesia siempre indica que hay que recomenzar desde la persona, más allá de los esquemas, parece un objetivo ínfimo y desproporcionado si se miran los grandes escenarios de los problemas globales suscitados por la crisis. En realidad, exige el abandono del pensamiento que es inevitablemente engañoso que sostiene que estos modelos por la sola virtud de sus mecanismos puedan sustituir en el cambio en el corazón de la persona y por consiguiente en sus actitudes y comportamientos ante la realidad”. Se requiere, pues, reconstruir la persona, que es un desafío capital que sintéticamente podríamos llamar educativo, según el conferenciante.
Carriquiry cree que “estado y mercados tienen necesidad de personas de a pie que tomen en sus manos su propia existencia” y que “afronten toda la realidad con anhelos de libertad, de verdad y de felicidad, que son los mejores recursos de la humanidad. Por eso el Papa plantea continuamente la categoría de la emergencia educativa acuñada en su Magisterio”.
La crisis, una “oportunidad”
“Afrontar la crisis como una oportunidad, por paradójico que resulte”, afirmó Carriquiry que se preguntó cómo poner de nuevo en juego nuestra libertad ante la situación que estamos viviendo, pues: “afrontarla eficazmente viviéndola como una provocación que despierta nuestra capacidad de interrogarnos a fondo y por todo”.
“La familia –siguió- se está transformando en el mejor seguro social, en el mejor amortizador social, especialmente en tiempos de crisis porque absorbe muchas tareas y servicios que elwelfare state [estado del bienestar] va a cubrir cada vez menos. No deja abandonados a sus componentes en la dificultad. La familia es como garante de la cohesión social básica”.
“¿Quién puede pensar hoy que los enormes problemas y desafíos propuestos por las crisis de nuestras sociedades pueden ser afrontadas adecuadamente solo con reglas institucionales y complicadas ortopedias de las políticas estatales o confiándose simplemente a la mano invisible del mercado?”, se preguntó Carriquiry. Sobre esto subrayó la importancia de la acción del estado, concentrado en la salvaguarda de la libertad, entre otros aspectos.
“Está en juego el principio de subsidiariedad”, afirmó recordando que este concepto “la Iglesia lo propone con mucha fuerza en los últimos 20 años y en la encíclica Caritas in veritate de Benedicto XVI”. Siempre entendiendo subsidiariedad vertical (el estado, las provincias, los ayuntamientos) y horizontal (las personas, la familia y todas las asociaciones de libre constitución), explicó. “La praxis de la subsidiariedad quiere suscitar la educación y movilización de las energías vivas de la persona y de la sociedad. Una cosa totalmente diferente de aquellos que esperan y reclaman del estado según una mentalidad asistencialista, corporativista y parasitaria, y totalmente diversa de aquellos que todo lo esperan del mercado reduciendo a la persona a meros consumidores”, apuntó.
Además, Carriquiry alertó sobre que “ningún sistema político asegura por sí mismo este cuidadoso y apasionado empeño por todos nosotros si no es impregnando la convivencia con ese amor que es don preciado, invocado, que inspira la ética del sacrificio la prudencia la honestidad, la confiabilidad, la decisión. Ese don que nos ayuda a refundar nuestra consciencia cívica y que, sobre todo, pide por eso corazones nobles y rectos”.
Finalmente, el director general de Asuntos Religiosos de la Generalitat de Cataluña, Xavier Puigdollers, clausuró el seminario oficialmente destacando “lo que puede aportar el hecho religioso a la sociedad”. “¿Qué papel tenemos todos en la crisis?, ¿hemos de esperar que alguien nos sacará o todos tenemos responsabilidad?”, se preguntó para afirmar que “hemos de redescubrir la dignidad de la persona, y esta estará en el redescubrimiento de la trascendencia de la persona, que la persona entra en un plan de Dios mucho más trascendente que se nos escapa de nuestra individualidad, sin negar a cada uno el camino que desea desarrollar”.
Este Seminario Internacional también ha contado con la presencia de ponentes de alto cargo dentro de la Iglesia como, entre otros, monseñor Javier Martínez, arzobispo de Granada; Josep Miró i Ardèvol, miembro del Pontificio Consejo para los Laicos o monseñor Mario Todo, secretario del Pontificio Consejo Justicia y Paz.
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