DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.
El escenario del pasaje
Jesús resucitado convoca a sus discípulos en Galilea. Allí sus seguidores tuvieron la experiencia
de la llamada, fueron testigos de muchos signos y palabras de Jesús. Pero estos mismos
seguidores fallaron al Maestro, le abandonaron en la cruz. Con todo, el Señor les devuelve al
punto de partida, a la tarea del seguimiento. Sin reproches. Ahora pueden y deben releer la
vida y la historia desde la fe en la resurrección.
El lugar de reunión es el monte. Para la comunidad de Mateo, el monte les recordaría a Sión, el
lugar donde Yavé ratificó la Alianza con el pueblo; y el monte donde se edificó la ciudad santa,
Jerusalén. En los primeros seguidores de Jesús evocaría el monte de las bienaventuranzas (Mt
5,1), y el monte Gólgota donde murió Jesús… Estamos ante un momento decisivo, nos diría el
evangelista. El pueblo, nacido tras la Pascua, va a ser enviado a continuar la misión del
Resucitado.
La actitud de los discípulos
Ante la cruz, los discípulos han descubierto su propia fragilidad. La traición de Judas (26,47-50),
la triple negación de Pedro (26,69-75) y la fuga despavorida de los otros diez (26,56) ha puesto
de manifiesto que no son dignos de la llamada. Pero el Maestro sigue confiando en ellos, no les
reprocha ni una sola vez la traición. Y ahora, quienes antes habían dudado, adoran al Señor, le
reconocen como tal. En ellos se opera un cambio de actitud y, con este cambio, acogen el
mandato del Resucitado.
Las palabras de Jesús
Lo primero que llama la atención en las palabras de Jesús es el señorío con que se presenta el
Resucitado. Afirma que el Padre, Señor del cielo y la tierra (Mt 11,25), le ha dado poder
absoluto, que posee toda autoridad. Un señorío que los discípulos han conocido a lo largo del
ministerio de Jesús y que, curiosamente, se manifiesta en el servicio.
Con esta autoridad suprema, Jesús envía a sus discípulos. Por medio de ellos, el Resucitado
quiere acoger a toda la humanidad en una comunión de amor. El ser humano queda insertado
en esta comunión de amor, en esta vida trinitaria, por el bautismo, que:
- Nos hace Hijos del Padre en Jesucristo, el Hijo.
- Nos hace hermanos y hermanas del Hijo.
- Nos entrega el Espíritu, quien nos une al Padre y al Hijo y nos ayuda a vivir en
comunión con los hermanos y con el mundo.Rocío Gª Garcimartín
Editorial Verbo Divino
La misión que se les encarga es hacer discípulos, iniciar a otros en el seguimiento. Para ello es
imprescindible que vivan en comunión con el Dios Trinidad. Sólo quien ha contemplado al
Maestro enseñando y curando puede enseñar y bautizar.
La promesa de Jesús
Jesús resucitado asegura su presencia operante a la Iglesia misionera. El “Emmanuel”, el “Dios
con nosotros” (1,23), muestra la verdad de esta expresión: Él es la fidelidad viviente del Dios
de la Alianza (“Dios-con-nosotros” es una expresión referida al “Yo soy vuestro Dios y vosotros
mi pueblo”) que permanece al lado de sus discípulos con todo su poder y con su poderosa asistencia a lo largo de la historia.
Rocío Gª Garcimartín
Editorial Verbo Divino
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