Mucha gente rodea a Jesús, pero sólo el encuentro creyente, confiado y amoroso, que se produce entre la persona necesitada y que está buscando y el propio Jesús es el que posibilita la curación. Es la fe de la mujer enferma, es la confianza del que, muerta su hija, le pidió al Maestro que pusiera su mano sobre su ella, que tan solo así viviría. Uno y otra, desde su personal experiencia dolorosa, nos confirman que con Jesús de Nazaret, y previa confianza sin fisuras en él, elimina esas situaciones que nosotros pensamos imposibles de arreglar, la mujer desahuciada por los médicos, la niña que ya está muerta, nos revelan, que no puede haber situación desesperada que nos quite la VIDA. Porque su nombre es el único que salva. Porque si vivimos en contacto con Él, si Él pone su mano sobre nosotros, la felicidad, la VIDA está asegurada.
Provoquemos este encuentro, hagamos a Jesús presente, y pidámosle a Jesús que venga a poner su mano sobre tantos que aunque parezcan muertos el Señor puede levantar.
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