Los endemoniados salen al encuentro de Jesús desde el cementerio, un lugar de muerte y por tanto excluido de la Vida. Desde una situación de conflicto interno de la persona, dos personas que están rotas, víctimas de un mal que ha destruido su identidad y ante el que se sienten impotentes.
¡Cuántas personas encontramos hoy a nuestro alrededor de las que nos impresiona el deterioro que tienen en las que es complicado descubrir la imagen original, la imagen de Dios! Seguramente nos hemos preguntado cómo han llegado a esa situación, qué es lo que han podido vivir, sufrir. Un mundo que muchas veces nosotros mismos tratamos de evitar.
Jesús no evita el contacto con estos hombres, al contrario, se acerca a ellos. La reacción de estos, sin embargo, es de recelo, incluso de agresividad. ¿Qué podían esperar de alguien que pasa a su lado? Sin embargo, al mismo tiempo, son capaces de reconocer en Jesús la presencia de Dios y por tanto de vislumbrar una esperanza de salvación para sus vidas en aquel hombre que tienen delante.
Y Jesús actúa y lo hace con la fuerza de su Palabra. No sólo expulsa “los demonios”, sino que los destruye y este gesto se convierte en signo de ese Reino que está irrumpiendo: es el amor de Dios el que sana y el que libera de forma definitiva frente a cualquier tipo de opresión, el que restaura la identidad profunda de hijos, el que nos reintegra al espacio de la vida.
¿Cuántas veces hemos visto actuar así a Jesús en un Cursillo de Cristiandad? Hoy Jesús sólo hará esto si tu y yo nos acercamos a estos hombres, si le hacemos presente a Él.
Señor Jesús que no pase de largo, ante tantos hombres que te necesitan y que tu puedes curar.
cursillosdecristiandad.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario