El Triduo se abre con la conmemoración la Última Cena. Jesús, la vigilia de su pasión, ofreció al Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies del pan y del vino y, donándoles una nutrición a los apóstoles, les mandó perpetuar la ofrenda de su memoria. El Evangelio de esta celebración, recordando el lavatorio de pies, expresa el mismo significado de la Eucaristía bajo otra perspectiva. Jesús --como siervo-- lava los pies de Simón Pedro y de los otros once discípulos. Con este gesto profético, Él expresa el sentido de su vida y de su pasión, como servicio a Dios y a los hermanos: “El Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir”.
Esto ha sucedido también en nuestro Bautismo, cuando la gracia de Dios nos ha lavado del pecado y nos hemos revestido de Cristo. Esto sucede cada vez que hacemos el memorial del Señor en la Eucaristía: hacemos comunión con Cristo Siervo para obedecer a su mandamiento, el de amarnos como Él nos ha amado. Si nos acercamos a la santa Comunión sin estar dispuestos sinceramente a lavarnos los pies los unos a los otros, no reconocemos el Cuerpo del Señor. El servicio de Jesús donándose a sí mismo totalmente.
(Catequesis Papa Francisco 1 abril 2015)
Esto ha sucedido también en nuestro Bautismo, cuando la gracia de Dios nos ha lavado del pecado y nos hemos revestido de Cristo. Esto sucede cada vez que hacemos el memorial del Señor en la Eucaristía: hacemos comunión con Cristo Siervo para obedecer a su mandamiento, el de amarnos como Él nos ha amado. Si nos acercamos a la santa Comunión sin estar dispuestos sinceramente a lavarnos los pies los unos a los otros, no reconocemos el Cuerpo del Señor. El servicio de Jesús donándose a sí mismo totalmente.
(Catequesis Papa Francisco 1 abril 2015)
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