5 de febrero. Santa Misa y testimonio misionero del P. Christopher Hartley
Santa Misa y
Testimonio misionero del P. Christopher Hartley
Testimonio misionero del P. Christopher Hartley
Fecha: Viernes 5 de febrero de 2016
Horario: 19:00 h. Santa Misa - 19:30 h. Testimonio
Lugar: Claustro del Monasterio de San Bernardo (“Las Bernardas”)
Nacido en 1960, de padre inglés y madre española, ingresó en el seminario a los 15 años y se doctoró en teología en Roma.
Durante trece años sirvió a los más pobres de la comunidad hispana en el Bronx, Nueva York; allí se ganó el respeto y el cariño de todos sus feligreses y también de los que no lo eran.
“Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”, decía la Madre Teresa. Una lección que el padre Christopher aprendió (y practicó) a su lado, en los años que compartió con ella en Calcuta. Allí conoció la más profunda miseria, y también el más profundo amor; y lo aprendió directamente de quien mejor lo conocía y quien mejor lo ejercitaba, la Madre Teresa.
“Ella para mí fue, sobre todo, madre; madre de mi vocación. Me enseñó a amar con un amor que yo jamás había conocido. Me enseñó que el amor es terco y tenaz. Me enseñó a reconocer el rostro del crucificado en cada pobre. Que la vida es don y por eso sólo tiene sentido cuando se entrega. Me enseñó, por último, que la vida es una maravillosa aventura y que sólo de nosotros depende vivirla apasionadamente o conformarnos con existencias irrelevantes.”
El padre Christopher siempre ha elegido vivir su vida apasionadamente y, desde luego, su existencia no ha sido irrelevante. Ni para los habitantes del Bronx, ni para los pobres de Calcuta, ni, especialmente, para los trabajadores del azúcar en los bateyes dominicanos.
“Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más”. Parece como si la Madre Teresa hablara directamente de su querido padre Christopher. Después de su batalla dominicana, buscó el rincón más pobre, miserable y peligroso de África en el que pudiera continuar su labor misionera, y lo encontró en Gode, Etiopía. Terrorismo, guerras, niños soldados, hambre, enfermedades, desierto, olvido… el lugar perfecto para comenzar una misión al servicio de los desfavorecidos. Una oportunidad de llevar un mensaje de esperanza en medio de la desolación. Y en medio de ninguna parte: “El cura más próximo está a tal distancia que para confesarme tengo que coger un focker”.
El padre Christopher es el primer sacerdote católico que llega a esa región, de mayoría musulmana. Y ahora casi el único occidental, después de la expulsión de todas las ONG. Pero el misionero tiene muy claro por qué está ahí: “Estoy allí porque soy sacerdote. No pretendo disimular la misión que Cristo me ha encomendado y no disimulo para ser más simpático o recibir más ayudas o estar más seguro. Yo estoy allí para que pueda estar Él. Y para entregarme a toda esta gente, tan necesitados también de calor humano. El Amor de Dios ha llegado a este rincón de África”.
Durante trece años sirvió a los más pobres de la comunidad hispana en el Bronx, Nueva York; allí se ganó el respeto y el cariño de todos sus feligreses y también de los que no lo eran.
“Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”, decía la Madre Teresa. Una lección que el padre Christopher aprendió (y practicó) a su lado, en los años que compartió con ella en Calcuta. Allí conoció la más profunda miseria, y también el más profundo amor; y lo aprendió directamente de quien mejor lo conocía y quien mejor lo ejercitaba, la Madre Teresa.
“Ella para mí fue, sobre todo, madre; madre de mi vocación. Me enseñó a amar con un amor que yo jamás había conocido. Me enseñó que el amor es terco y tenaz. Me enseñó a reconocer el rostro del crucificado en cada pobre. Que la vida es don y por eso sólo tiene sentido cuando se entrega. Me enseñó, por último, que la vida es una maravillosa aventura y que sólo de nosotros depende vivirla apasionadamente o conformarnos con existencias irrelevantes.”
El padre Christopher siempre ha elegido vivir su vida apasionadamente y, desde luego, su existencia no ha sido irrelevante. Ni para los habitantes del Bronx, ni para los pobres de Calcuta, ni, especialmente, para los trabajadores del azúcar en los bateyes dominicanos.
“Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más”. Parece como si la Madre Teresa hablara directamente de su querido padre Christopher. Después de su batalla dominicana, buscó el rincón más pobre, miserable y peligroso de África en el que pudiera continuar su labor misionera, y lo encontró en Gode, Etiopía. Terrorismo, guerras, niños soldados, hambre, enfermedades, desierto, olvido… el lugar perfecto para comenzar una misión al servicio de los desfavorecidos. Una oportunidad de llevar un mensaje de esperanza en medio de la desolación. Y en medio de ninguna parte: “El cura más próximo está a tal distancia que para confesarme tengo que coger un focker”.
El padre Christopher es el primer sacerdote católico que llega a esa región, de mayoría musulmana. Y ahora casi el único occidental, después de la expulsión de todas las ONG. Pero el misionero tiene muy claro por qué está ahí: “Estoy allí porque soy sacerdote. No pretendo disimular la misión que Cristo me ha encomendado y no disimulo para ser más simpático o recibir más ayudas o estar más seguro. Yo estoy allí para que pueda estar Él. Y para entregarme a toda esta gente, tan necesitados también de calor humano. El Amor de Dios ha llegado a este rincón de África”.
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