Evangelio de hoy,17 de enero: Jn 2,1-11
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: «No les queda vino.»
Jesús le contestó: «Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su madre dijo a los sirvientes: «Haced lo que él diga.»
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó: «Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.»
Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.»
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
Reflexión:
Se nos propone el Evangelio de las bodas de Caná en este domingo que sigue inmediatamente al tiempo de Navidad porque, junto a la visita de los Magos de Oriente y el Bautismo de Jesús, forma la trilogía de la epifanía, es decir de la manifestación de Cristo.
El episodio de las bodas de Caná es «el primero de los signos», el primer milagro realizado por Jesús, con el cual Él manifestó su gloria en público, suscitando la fe de sus discípulos.
Falta el vino (la alegría) y María, la Madre de Jesús, se da cuenta y lo hace notar a su Hijo. Está atenta e intercede por nosotros y “arranca” así el milagro a Jesús.
La invitación de María a los sirvientes “haced lo que él os diga” es el mejor consejo que se nos puede dar. Son las palabras que nos dirige María para así llevarnos de la mano y alcanzarnos las promesas de su Hijo.
Jesús convierte el agua en vino, un vino excelente, mejor que el anterior. Con este «signo», Jesús se revela como el Esposo mesiánico que vino a sellar con su pueblo la nueva y eterna Alianza. Y el vino es símbolo de esta alegría del amor; pero hace referencia a la sangre, que Jesús derramará al final, para sellar su pacto nupcial con la humanidad.
No nos cansemos de acudir a Jesús de la mano de María para que Él cambie nuestra agua en vino nuevo.
http://www.cursillosdecristiandad.es/events/ii-domingo-del-tiempo-ordinario-2/
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